Cuando
terminé de ver las imágenes de los daños causados por los efectos del huracán
Nora en Jalisco, Sinaloa y Nayarit, además del lógico pesar, me dejaron una
profunda reflexión y la sospecha de que la madre naturaleza está cada vez más
furiosa por todas las afrentas que le hemos hecho a lo largo de muchos años.
Más
allá de la interpretación que le queramos dar a los diversos desastres
naturales que observamos y de las creencias o puntos de vista que tengamos al
respecto, es innegable que cada vez son más drásticos los meteoros y más
devastadoras sus consecuencias. Cada día nos toca ver de cerca o de lejos
terribles terremotos, incontrolables incendios forestales y poderosos huracanes
que provocan, además de innumerables destrozos físicos por el poder de sus
ráfagas de viento, inundaciones poderosas que arrasan con cuanto se encuentran
a su paso.
Son
impresionantes las escenas grabadas por video-aficionados que nos muestran la
desgarradora imagen de una casa en los márgenes de un río jalisciense que
desaparece por completo arrastrada por la incontenible corriente color cebada.
Una construcción que colapsa en el momento justo que una reportera de un canal
de noticias transmite acerca del huracán, precisamente. La muerte de un niño de
origen español en pleno centro de Puerto Vallarta al derrumbarse parte del
hotel en el que se encontraba. Vehículos arrastrados por la fúrica corriente de
las aguas en diversas calles de Mazatlán, daños en las tierras agrícolas,
algunas ya sembradas, pérdida de ganado y tantas otras cosas más que vienen a
sumarse al de por sí ya maltratado estado de la economía regional y nacional.
El
temor es fundado al recordar lo sucedido hace apenas tres años con las
inundaciones ocurridas por los remanentes de lluvias que dejó el huracán Willa
en varios municipios de Nayarit. Una herida que no termina de cerrar y ya estar
a expensas de algo que pudiera ser de iguales consecuencias (esperemos que no
llegue a tanto). Me imagino lo que pasará por las mentes de todas esas familias
que perdieron total o parcialmente su patrimonio que tanto trabajo costó
construir. La preocupación de familias completas que no terminan de resarcirse
de dichas pérdidas y verse de nuevo amenazadas por algo tan peligroso como
incierto.
Muchas
cosas han sucedido en los últimos dos días. Las zonas costeras sufrieron el
embate de los vientos huracanados y no es difícil imaginar la furia de dichas
ráfagas si en la capital nayarita, protegida por sus generosos cerros, pudimos
ver la caída de una veintena de árboles que fueron arrancados desde sus raíces.
Las aguas del río Acaponeta visitando las calles de algunas colonias (las más
bajas) de las cabeceras municipales de Tecuala y Acaponeta, además de algunos
de sus ejidos más cercanos. Las autoridades civiles intentando convencer a los
vecinos de algunas localidades de que evacuaran sus casas, basados en las
consecuencias y efectos sufridos en la anterior contingencia natural, algunos
fueron convencidos, otros no. Las historias tienden a repetirse y la
experiencia debería enseñarnos a no vivirlas de la misma manera. Se supone que
esas experiencias nos enseñan a ser más precavidos y afrontar las mismas
condiciones con situaciones más favorables, pero quién puede juzgar a las
personas que vieron la muerte a los ojos, que estuvieron en peligro inminente,
sólo ellos saben por qué deciden hacerlo.
Lo
rescatable de estas emergencias es que sacan a flote el espíritu de solidaridad
de la ciudadanía. La empatía con los necesitados de ayuda es palpable y se
puede ver en el número de personas que se suman de inmediato a las brigadas de
apoyo. Sacar lodo, abrir caminos, reforzar los bordos de protección, rescatar
personas atrapadas en zonas de riesgo y muchos otros tipos de ayuda y
participación son tan solo un ejemplo de la generosidad del alma de los
vecinos.
Estuve
atento a lo que sucedía en torno a este asunto meteorológico en las diversas
latitudes, principalmente en aquellos sitios donde radican mis familiares, como
en el municipio de Bahía de Banderas y en mi tierra natal Tecuala. Afortunadamente
las noticias al respecto son halagüeñas, todos están bien y la información que
ellos mismos me ofrecen es que el nivel de los ríos tiende a la baja.
Así
como estas circunstancias nos dejan buenas experiencias y sucesos dignos de
aquilatar también surgen (lo bueno que son los menos) detalles que no deberían
ocurrir pero cuando se trata de política todo es posible. Me refiero al
incidente ocurrido en la cabecera de Tecuala, protagonizado por el actual
presidente municipal Heriberto López Rojas (a) “El Titiyo” y el presidente
electo Gabino Jiménez Huerta, contado a través de un video por éste último, en
el que menciona que él y un grupo de amigos, colaboradores y voluntarios,
además de elementos del Ejército Mexicano y la Policía Estatal, realizaban trabajos de limpieza en la avenida
de salida al Filo y reforzamiento del bordo de protección que sufrió daños por
las corrientes del río, cuando llegó personal del ayuntamiento, comandados por
el Director de Protección Civil, a parar dichos trabajos, provocando una
reacción de repudio por la generalidad de los tecualenses que se enteraron de
este incidente. El presidente electo; Gabino Jiménez, envió mensaje al
presidente Heriberto López, en el que le dice que “no sea tonto y que se sume a
los trabajos por el bien de Tecuala”. Hasta el momento de la entrega de este
texto no había respuesta en ningún sentido de parte del actual alcalde. Ese es
el prieto en el arroz, en contraparte el apoyo de los mencionados y de muchos ciudadanos
jóvenes que se unieron de manera entusiasta a la cruzada de Gabino fue
alentadora y muy digna de mencionarse.
Así las
historias recientes en torno a este meteoro que esperemos quede de esa magnitud
y que no provoque mayores daños. Ya ha sido demasiado castigo, primero Willa,
enseguida la pandemia (que aún no termina) que ha causado estragos en la salud
y en la economía y hoy de nuevo estar ante la furia de la naturaleza
personificada por el huracán Nora, creo que ya es mucho castigo, merecido o no,
es demasiado, máximo si recordamos que la temporada oficial de huracanes termina hasta el treinta de noviembre o sea
nos faltan aún tres meses de incertidumbre y peligro.
RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE
SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO
ACTIVO FRECONAY, A.C.