JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS /
Periodismo Nayarita
"Día Mundial de la Alimentación"
Por un
hecho muy casual llegué a esta temática de hoy. Casi sin querer, de pronto
estaba situado en la efeméride del día miércoles dieciséis de octubre,
el «Día Mundial de la Alimentación».
Mi
estómago dio un vuelco por el simple hecho de pensar en comida. De inmediato
vinieron a mi mente una serie de platos mexicanos, de esos que son grandes
protagonistas de la generosa lista de antojitos muy típicos de nuestro país. En
tropel fueron desfilando por mi cabeza los tacos de carnitas, el pozole, los
tacos dorados, las tostadas y, ya encarrilado, pues no se hicieron del rogar
los apetitosos integrantes del catálogo gastronómico de la gran Chilangolandia, los tacos de suadero,
los tlacoyos, las quesadillas, la barbacoa de borrego, sin faltar los tremendos
tacos de canasta.
Los
jugos gástricos armaron tremendas cabriolas en sus estomáticos aposentos y mis
entrañas se estrujaron unas contra otras en un peristáltico bailable (o sea que
se me abrió el apetito y me gruñeron las tripas, pues) con solo traer a mi
memoria las delicias culinarias de la Ciudad de México (CDMX) y de mi lindo
Nayarit (NAY). No hubo que hacer el menor esfuerzo para reaccionar ante uno de
los placeres más importantes de la vida, el deleite de comer. Se puede decir
que soy de poca resistencia ante la suculencia de los manjares que existen en
esos lugares mencionados y muchos otros del país. También podría decirse que soy
una persona que no desaprovecha la oportunidad de deleitarse con una buena
comida cuando se puede, y es en este punto, en la cuestión de la palabra poder,
en lo que se centra el comentario de hoy.
Resulta
regocijante y hasta divertido poder degustar todo tipo de platillos y siempre
deseo que, así como mi familia y yo lo hacemos, pudieran hacerlo todas las
personas y, aunque no deja de ser un buen deseo el mío, la realidad es muy
distinta, penosamente. Llegamos por fin al punto exacto en que el
cuestionamiento aparece de forma hostil y cruda. ¿Cuántas personas tienen la
fortuna de poder tener alimentación asequible? O mejor intercambiando el
sentido de la pregunta ¿cuántas personas en este preciso momento no tienen
ningún tipo de alimento que llevarse a la boca?
Reconozco
que tuve que respirar profundamente para poder seguir escribiendo. En la medida
que mi observación se va alejando de mi entorno, de mi círculo familiar,
laboral, local o regional, las visiones aterradoras de un mal que cada vez más
asume las características físicas, crueles y funestas del tercer jinete de la
apocalipsis, el montador del caballo negro, el jinete del hambre. Después de
una valoración más fría o digamos que más sensata para que tienda hacia el
rigor requerido, se puede decir que la suficiencia alimentaria sigue siendo una
penosa asignatura pendiente en las sociedades actuales, por muy modernas que
pudieran presumirse.
El
caso, por demás trágico, del hambre es precisamente lo que motivó a la
proclamación de esta celebración, aunque no estoy muy seguro que debía serlo,
puesto que no hay nada que celebrar en ese rubro de la alimentación, que es a
todas luces insuficiente y, en consecuencia, da lugar al tan vergonzoso
fenómeno del hambre mundial. Pero, intentando insuflar esperanza y optimismo en
este tema, se tiene que decir que la finalidad de esta celebración, que se proclamó hace ya 40 años, es la de concientizar
a las naciones del orbe acerca del grave problema del déficit alimentario que
se vive y así fortalecer el espíritu solidario en la lucha contra el hambre, la
desnutrición y la pobreza. Este suceso fue iniciativa de la Organización
de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Existen
diversos programas en torno a este grave problema de la alimentación, situación
que presenta varias aristas o elementos que están vinculados entre sí y que, a
pesar de los esfuerzos conjuntos, no han podido remediarlos al grado que
repuntó en los tres años más recientes, regresando a los niveles de hace una
década, información proporcionada por la Organización de las Naciones Unidas
(ONU), que es ostensiblemente alarmante. Este escenario tendencial indica la
urgente necesidad de intensificar las acciones si se quieren conquistar las
metas establecidas en el Objetivo de Desarrollo Sostenible número dos «Hambre
Cero» de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU.
Se
podrían decir un cúmulo de cosas acerca del tema, pero es imposible en este
espacio. El hambre que afecta a muchos países del mundo, sobre todo a los denominados
subdesarrollados, Latinoamérica, África y Asia, principalmente; desde mi punto
de vista tiene su origen en el ancestral egoísmo de nuestras sociedades,
sentimiento que se ha venido nutriendo bajo los auspicios de los modelos
económicos neoliberales que surgieron en México a principio de los años
ochenta, en cuyas entrañas subyace el desmedido afán de lucro, la
privatización, la frialdad del libre mercado, la opresión de la clase
trabajadora cuyo salario se depaupera y le imposibilita la adquisición de la
canasta básica, entre otras.
Quizá sea
difícil explicar el asunto de los modelos económicos actuales, pero no es
necesario hacerlo, ya que con un poco de sentido común podemos apreciar que las cosas no están
caminando bien si en México casi la mitad de sus habitantes viven en pobreza y
casi el diez por ciento en pobreza extrema, mientras que tenemos el maravilloso privilegio de tener al
hombre más rico del mundo. Algo no está funcionando en el mundo si mueren
diariamente 8 mil 500 niños por desnutrición; o que en el año 2017 hayan
muerto, por causas prevenibles, 6 millones 300 mil niños menores de 15 años.
Se
necesita hacer mucho más que esas celebraciones. Es necesario hacer converger
los esfuerzos públicos y privados para remediar el hambre y la pobreza, estos
flagelos sociales que nos hacen vivir en la ignominia. Debemos, además de los
ojos, abrir la mente y el corazón, darnos cuenta que no es posible que
presenciemos con indiferencia que los niños y las niñas mueran de hambre,
mientras se producen alimentos suficientes para cubrir la demanda mundial.
Pero, estamos de nuevo ante un caso más de inequidad social, una mezquina
condición socio económica que tiene que ver con la injusta distribución de la
riqueza, con los liderazgos políticos miserables que han permitido de una
manera cruel la opresión de los desvalidos. Espero que pronto podamos celebrar,
con alegría y satisfacción, el «Día Mundial de la Alimentación Suficiente».
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO EN LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.