jueves, 17 de octubre de 2019

"Día Mundial de la Alimentación"



JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / 


Periodismo Nayarita



"Día Mundial de la Alimentación"



Por un hecho muy casual llegué a esta temática de hoy. Casi sin querer, de pronto estaba situado en la efeméride del día miércoles dieciséis de octubre, el «Día Mundial de la Alimentación».

Mi estómago dio un vuelco por el simple hecho de pensar en comida. De inmediato vinieron a mi mente una serie de platos mexicanos, de esos que son grandes protagonistas de la generosa lista de antojitos muy típicos de nuestro país. En tropel fueron desfilando por mi cabeza los tacos de carnitas, el pozole, los tacos dorados, las tostadas y, ya encarrilado, pues no se hicieron del rogar los apetitosos integrantes del catálogo gastronómico de la gran Chilangolandia, los tacos de suadero, los tlacoyos, las quesadillas, la barbacoa de borrego, sin faltar los tremendos tacos de canasta.

Los jugos gástricos armaron tremendas cabriolas en sus estomáticos aposentos y mis entrañas se estrujaron unas contra otras en un peristáltico bailable (o sea que se me abrió el apetito y me gruñeron las tripas, pues) con solo traer a mi memoria las delicias culinarias de la Ciudad de México (CDMX) y de mi lindo Nayarit (NAY). No hubo que hacer el menor esfuerzo para reaccionar ante uno de los placeres más importantes de la vida, el deleite de comer. Se puede decir que soy de poca resistencia ante la suculencia de los manjares que existen en esos lugares mencionados y muchos otros del país. También podría decirse que soy una persona que no desaprovecha la oportunidad de deleitarse con una buena comida cuando se puede, y es en este punto, en la cuestión de la palabra poder, en lo que se centra el comentario de hoy.

Resulta regocijante y hasta divertido poder degustar todo tipo de platillos y siempre deseo que, así como mi familia y yo lo hacemos, pudieran hacerlo todas las personas y, aunque no deja de ser un buen deseo el mío, la realidad es muy distinta, penosamente. Llegamos por fin al punto exacto en que el cuestionamiento aparece de forma hostil y cruda. ¿Cuántas personas tienen la fortuna de poder tener alimentación asequible? O mejor intercambiando el sentido de la pregunta ¿cuántas personas en este preciso momento no tienen ningún tipo de alimento que llevarse a la boca?

Reconozco que tuve que respirar profundamente para poder seguir escribiendo. En la medida que mi observación se va alejando de mi entorno, de mi círculo familiar, laboral, local o regional, las visiones aterradoras de un mal que cada vez más asume las características físicas, crueles y funestas del tercer jinete de la apocalipsis, el montador del caballo negro, el jinete del hambre. Después de una valoración más fría o digamos que más sensata para que tienda hacia el rigor requerido, se puede decir que la suficiencia alimentaria sigue siendo una penosa asignatura pendiente en las sociedades actuales, por muy modernas que pudieran presumirse.

El caso, por demás trágico, del hambre es precisamente lo que motivó a la proclamación de esta celebración, aunque no estoy muy seguro que debía serlo, puesto que no hay nada que celebrar en ese rubro de la alimentación, que es a todas luces insuficiente y, en consecuencia, da lugar al tan vergonzoso fenómeno del hambre mundial. Pero, intentando insuflar esperanza y optimismo en este tema, se tiene que decir que la finalidad de esta celebración, que se proclamó hace ya 40 años, es la de concientizar a las naciones del orbe acerca del grave problema del déficit alimentario que se vive y así fortalecer el espíritu solidario en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza. Este suceso fue iniciativa de la  Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Existen diversos programas en torno a este grave problema de la alimentación, situación que presenta varias aristas o elementos que están vinculados entre sí y que, a pesar de los esfuerzos conjuntos, no han podido remediarlos al grado que repuntó en los tres años más recientes, regresando a los niveles de hace una década, información proporcionada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que es ostensiblemente alarmante. Este escenario tendencial indica la urgente necesidad de intensificar las acciones si se quieren conquistar las metas establecidas en el Objetivo de Desarrollo Sostenible número dos «Hambre Cero» de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU.

Se podrían decir un cúmulo de cosas acerca del tema, pero es imposible en este espacio. El hambre que afecta a muchos países del  mundo, sobre todo a los denominados subdesarrollados, Latinoamérica, África y Asia, principalmente; desde mi punto de vista tiene su origen en el ancestral egoísmo de nuestras sociedades, sentimiento que se ha venido nutriendo bajo los auspicios de los modelos económicos neoliberales que surgieron en México a principio de los años ochenta, en cuyas entrañas subyace el desmedido afán de lucro, la privatización, la frialdad del libre mercado, la opresión de la clase trabajadora cuyo salario se depaupera y le imposibilita la adquisición de la canasta básica, entre otras.

Quizá sea difícil explicar el asunto de los modelos económicos actuales, pero no es necesario hacerlo, ya que con un poco de sentido común  podemos apreciar que las cosas no están caminando bien si en México casi la mitad de sus habitantes viven en pobreza y casi el diez por ciento en pobreza extrema, mientras que tenemos el maravilloso privilegio de tener al hombre más rico del mundo. Algo no está funcionando en el mundo si mueren diariamente 8 mil 500 niños por desnutrición; o que en el año 2017 hayan muerto, por causas prevenibles, 6 millones 300 mil niños menores de 15 años.

Se necesita hacer mucho más que esas celebraciones. Es necesario hacer converger los esfuerzos públicos y privados para remediar el hambre y la pobreza, estos flagelos sociales que nos hacen vivir en la ignominia. Debemos, además de los ojos, abrir la mente y el corazón, darnos cuenta que no es posible que presenciemos con indiferencia que los niños y las niñas mueran de hambre, mientras se producen alimentos suficientes para cubrir la demanda mundial. Pero, estamos de nuevo ante un caso más de inequidad social, una mezquina condición socio económica que tiene que ver con la injusta distribución de la riqueza, con los liderazgos políticos miserables que han permitido de una manera cruel la opresión de los desvalidos. Espero que pronto podamos celebrar, con alegría y satisfacción, el «Día Mundial de la Alimentación Suficiente».

RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO EN LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.