JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita
"Reflexión vacacional"
Estoy
de regreso a la actividad laboral, bueno al momento de escribir este artículo
estoy a escasas treinta horas de hacerlo. Pero cuando un ejemplar impreso esté
en sus manos o lo esté leyendo a través de alguna publicación digital, seguro
es que ya tendré al menos dos días de haber retomado mis actividades
habituales.
Siempre
es algo difícil regresar al trabajo después de un periodo vacacional o
cualquier otro receso, y no es porque las personas sintamos pereza o nos
hayamos acostumbrado a levantarnos tarde, no precisamente. Creo que cuando te
alejas de tus actividades y estás fuera de casa, en otra localidad, o
simplemente rompes la rutina de manera drástica o significativa, ocurre una
especie de desconexión voluntaria con todo lo que significa trabajo. Esto sucede
no porque piensas o sientas que el trabajo es algo así como una maldición o un
sacrificio, muy al contrario, el trabajo es una parte importante de nuestra
vida. Tener un empleo, por muy bajo que pueda ser el salario, es sinónimo de
seguridad económica en la parte material y de realización personal en el
aspecto intelectual, técnico o profesional.
Desde
mi punto de vista, no es tanto que detestes volver a tu oficina, almacén, obra
o lo que sea en que te desempeñes, sino que es como una reacción natural, casi
orgánica. Por una parte, el cuerpo se acostumbra muy rápido a ciertas
condiciones que le son favorables, como puede ser el hecho de relajarse. En uno
de sus sentidos más primarios, relajarse es “hacer menos severa o rigurosa la
observancia de las leyes, reglas, estatutos, etcétera” y no quiero decir con
esto que nos volvamos trasgresores de la legalidad, no, por supuesto que no. Me
refiero a lograr un estado de quietud para que el cuerpo y la mente descansen
de verdad, liberando al cuerpo de cargas y esfuerzos físicos y a la mente de
toda preocupación. Teóricamente lo anterior se escucha perfecto, pero lograrlo
en la vida real no parece serlo tanto y en parte esto tiene que ver con el
ambiente laboral en el que te desenvuelves.
Los
entornos laborales, al menos en el sector público, ni son buenos ni son malos.
No hay definiciones específicas para cada tipo de dependencia. No hay oficinas
tranquilas o intranquilas. No las hay ordenadas ni desordenadas. Ni productivas
o improductivas. No hay adecuadas o inadecuadas. Todas las oficinas son
iguales, más allá de sus diferencias en la calidad de sus activos, de lo
suntuoso o modesto de sus menajes, todas
son iguales. Son sólo un lugar donde se hace o se trabaja algo. Así de fácil se
definen. ¿Qué es entonces lo que hace que exista una diferencia entre una y
otra? ¿Qué es lo que hace que haya unas oficinas o dependencias mejores que
otras? La respuesta es la gente que las dirige, las personas que forman la
parte directiva, el liderazgo.
Los
trabajadores, técnicos o manuales, intelectuales o profesionales, son parte
importante en la dinámica de la misión institucional, pero al mantenerlos fuera
del ámbito en el que se toman las decisiones que le dan forma a las tareas y
propósitos de los programas que ejecutan las dependencias, es evidente que
no inciden de manera directa en el
estilo en que son administradas, dentro o fuera de la norma, dichas dependencias.
Así que por más que los trabajadores se empeñen en hacer su mejor esfuerzo, por
más que se capaciten y asuman la actitud profesional que les inculca el
compromiso sindical, no pueden cambiar las condiciones de abandono, de escasez
y de inoperancia cuando éstas son el rasgo distintivo de una administración cuyo
liderazgo se encuentra alejado de la consecución del bien común, de los
propósitos más altos y legítimos del desarrollo general, de aquel que considera
en sus objetivos a todos los actores de la sociedad. De eso depende, a mi
juicio, que existan dependencias u oficinas que son mejores que otras, que
existan administraciones mejores que otras, que existan mejores y peores
épocas, todo está en la voluntad de ejercer bien o mal, regular o peor, el liderazgo.
Más que
una explicación didáctica, esta es una especie de reflexión. Es un punto de
vista, una opinión en torno a un tópico que es de lo más cotidiano. Cada quien
vive esa situación de una manera particular en su día a día. En esta historia
existe un “todo supremo”, general, pero también hay un sinnúmero de portadores
de verdades relativas que giran en torno a su verdad absoluta sin siquiera
sumarse verdaderamente a la misma, sino que actúan en consecuencia, en actitud
de rémora, la mayoría de las veces por temor y las menos por convicción.
Quizá
sea criticable la forma un tanto “filosófica” en que abordé esta opinión,
refiriéndome particularmente al párrafo anterior. Pero creo que valdría la pena
que los amables lectores que lean este artículo, haya o no coincidencia con mi punto
de vista, se detengan un momento a reflexionar sobre este punto, esperando que
en su razonamiento específico encuentren algo interesante y útil, de acuerdo a
su rol, ubicación, posición y manera de pensar.
Cuando
estás de vacaciones, fuera de tu entorno laboral, aunque aparentemente te aíslas
de todo, creo que percibes muchas cosas que normalmente no notarías. Es como si
hicieras un ejercicio de abstracción y vieras las cosas desde arriba. Como una
especie de viaje astral en el que el espíritu abandona tu cuerpo y vuela con
libertad e independencia encima de todas las cosas que te interesan. Te das
cuenta, quizá porque actúas sin la presión prosaica de la lucha contra el
tiempo, que todas las cosas giran de acuerdo a un mismo compás, que no hay
cosas aisladas, que todo tiene una relación infinita, benigna o maligna, pero
encadenada. De esa manera me pude dar cuenta que estoy en una situación de
interfaz entre el mundo de la acción y del pensamiento.
Efecto
del tiempo libre bien usado, un poco por el ocio premeditado, llegaron en
tropel las ideas a mi mente. Descubrí nuevas formas de fortalecer el espíritu, me
percaté que tengo más proyectos pendientes de los que creía, comprobé que nunca
será suficiente el tiempo para compartir con la familia cada día y que siempre
se podrá vencer a la monotonía.
En fin,
son tantas las cosas que se pueden aprender en unas vacaciones que a pesar que
apenas terminaron las primeras ya empecé a pensar en las que siguen.
RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA
SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL
CORREO: elizondojm@hotmail.com
.- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.