Por:
José Manuel Elizondo Cuevas.
Asistí
recientemente a una conferencia que me gustó mucho. Me refiero a una ponencia
magistral de Mario Ávila Roque, periodista y conductor del noticiero “Radio
Fórmula”, la cual se denominó “Periodismo local, periodismo global” y fue
presentada en el marco de la celebración del “Día de la Libertad de Expresión”.
Debo
decir que me agradó mucho la ponencia, porque Mario la expuso con sencillez, su
lenguaje fue claro y directo, su voz sensible comunicaba, decía, declaraba, delataba.
En su idea central exhibía lo erróneo de pensar en la existencia de un
periodismo local, regional, nacional o mundial; el concepto es que existe un
solo periodismo, simplemente es periodismo y punto. Disertó sobre la violencia
contra periodistas, la falta de apoyos, la comercialización de los medios (“El
Chayote”), los retos actuales y futuros, entre otras ideas. Me pareció muy
interesante su crítica a los periodistas o medios de comunicación que en su
frecuente interlocución con los políticos en muchos de los casos se convierten
en sus mensajeros, al reducir su actividad a llevar el mensaje de uno a otro.
Comentó
de manera socarrona, las costumbres de los periodistas de café, cómo esas
“tertulias intelectualoides” se vuelven parte del “derecho consuetudinario”
(Aclaro que estos terminajos entrecomillados no los dijo él, los escribo yo).
Hizo comentarios que denotan su gran conocimiento del medio periodístico
nacional y local, finalizando en una sesión de preguntas y respuestas que desde
mi punto de vista solo vino a confirmar que hay muchos colegas que, a pesar de
sus años, aún no entienden bien el espíritu de este menester.
No
quise dejar pasar la oportunidad de compartirles la sensación que me quedó
después de escuchar algunos conceptos de Mario Ávila, con los cuales coincido,
y para dar mayor claridad a esta situación, les comentaré que en días pasados,
una persona cuestionaba mis artículos argumentando que debía ser más agresivo
en éstos, que debía tirar con todo y exhibir la corrupción de los malos
políticos, entre otras cosas. Mi respuesta fue que cada quien tiene su estilo y
que el mío no era precisamente ser agresivo. Le decía que desde mi inicio como
comunicador he intentado ofrecer a mi audiencia, escritos sencillos procurando
cierta calidad literaria, buena narrativa y un toque de amenidad, siempre con
el mayor anhelo de que mis lectores, aparte de encontrar un mensaje que pudiera
motivarlos a la reflexión sobre determinada temática, me lleguen a leer por gusto,
por placer, que el hecho de abrir el periódico en la página cinco y buscar esta
columna se convierta en un acto de voluntad y decisión, generándose en ese
preciso momento, el mágico fenómeno de la comunicación, a partir de ese
instante empezaré a creer que mi propósito ha comenzado a dar frutos.
Como
parte de mi argumentación, decía a mi interlocutor, que no es necesario ser
agresivo o usar esas imprecaciones (palabrotas) para fustigar a los que ofenden
a la sociedad, a los que le roban al pueblo, a los prepotentes, a los
nepotistas y al vasto catálogo de alimañas que pululan en el inframundo de la
política. No ha sido necesario salirme de mi estilo para criticar duramente a
los malos gobiernos que sacrifican al pueblo, a los ayuntamientos que no les
pagan a los trabajadores y a los legisladores que aprueban reformas que
violentan los derechos y garantías constitucionales.
Finalizaba
diciendo al postulante que, en mi historial en el medio, he incursionado en
distintas temáticas. Gracias a que mi espacio me lo permite, he opinado sobre
cuestiones históricas, ambientales, laborales, familiares, educativas,
culturales, electorales, deportivas, políticas, económicas, el machismo, la
equidad de género, nuestros personajes famosos, derechos de los niños, festividades,
tradiciones, efemérides, crónicas, cuentos, relatos y tantas otras cosas que de
momento no llegan a mi mente. Pero, que quiero decir con esto. ¿Acaso quiero
lucirme con ustedes? No, de ninguna manera, ya que siempre he intentado y
seguiré intentando ganarme su respeto a punta de líneas, a golpe de pluma, ofreciendo
artículos que sean de su agrado.
Aunque
debatí terminantemente el asunto del famoso ingrediente de agresividad en mis
artículos, me quedé pensando un poco en eso. Por supuesto que no dudé de la
convicción de mi estilo, pero algo navegaba entre los surcos de mi mente, como
si de alguna manera repasara tanto la demanda de mi lector como los contenidos
de mis publicaciones. Pero, cuando escuché la forma en que Mario Ávila mencionó
que el comunicador, el periodista, debe escribir desde el fondo de su corazón,
desde adentro, y que debe pensar únicamente en el compromiso que tiene con sus
lectores, con su audiencia, y hacer todo lo posible porque su mensaje llegue
oportunamente a su destinatario, fue entonces que sentí mi empatía con el
conferencista, porque es justo como yo concebía esa idea.
Fue
este reencuentro conmigo mismo, producto de la reflexión inducida por la
conferencia, el momento más valioso que encontré en esa celebración. Fue agradable
sentir dentro de mí esa energía vibrante, ese momento interior donde la
emoción, la pasión y la fe se abrazaban efusivas y sonrientes. Un gran momento donde
la ilusión y la esperanza se miraban de frente y se prometían futuros menos
inciertos, se auguraban entre sí, tomadas de las manos, mejores tiempos y más
páginas, muchas páginas más donde escribir nuevas historias.
Fue
entonces que entendí, justo en ese momento, que el mejor premio que puedes
recibir es la motivación que proviene de tu gente, de tus lectores, de tu
audiencia y que mejor recompensa que su reconocimiento, el invaluable favor de
su preferencia. Ese es el auténtico premio al periodismo.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO – LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA- COMENTARIOS Y SUGERENCIAS
AL CORREO: elizondojm@hotmail.com