Palabra de Antígona
Por Sara Lovera
¿Por qué no se nos había ocurrido antes?
SemMéxico. 2 mayo
2016.- Hay valores inmutables. La verdad. La cruda forma de enfrentar con
hechos y palabras, lo que se cree. La fuerza que produce tener seguridad,
producto del amor y del aprecio. Todo ello construye un sentido profundo del
amor a la vida. Eso hace surgir lo que muchas personas jamás encuentran: la
generosidad.
Con el piso fuerte de
la educación temprana, podríamos evitar la violencia y la guerra. Pero no. Lo
que prevalece es la lucha de poder. No importa el sexo.
En las últimas
semanas se fue construyendo el acumulado de la indignación amorosa. De la
capacidad espontánea que sin un mínimo de desesperanza y enojo, simplemente se
expresa, sale recto, directo. Es un cambio profundo en el interior del alma. No
a la violencia, no a la demagogia, no a las palabras soeces, simplemente no al
ejercicio del poder que tiene nombre: se llama machismo, no importa el sexo.
¿Cómo no se nos
ocurrió antes? La alegría de la juventud sin egoísmo. La fiesta y no la
barbarie, una actitud que se esconde en las entretelas de la educación
desalineada. Se puede taladrar al sistema, siempre que se vea mucho más allá de
los lugares comunes.
Las jóvenes que dicen
no; que viven acoso; que saben de la violación y el hostigamiento, no fueron a
quemar una puerta ni repitieron lo que ya se sabe. ¡No¡ Nos presentaron
su imaginación y su seguridad: No a la violencia machista, no al asesinato; no
a una educación familista; no a la denuncia hueca; no al discurso repetido; no
a la mentira y no a la denuncia vacía. No, mejor tocar, bailar, y rechazar este
sistema machista miserable.
Durante mucho tiempo
vamos a recordar al domingo 24 de abril. Sin maquillaje, como mis adoradas
mujeres de Yucatán; sin odio como el que endurece el rostro; sin exclusión, sin
envidia, sin competencia oscura y miserable, no al cotidiano repulsivo, si a
pensar un mundo posible. Con batucada, un gran espíritu de alegría a pesar
de la tragedia y si una nueva energía.
La demostración
nacional no fue esa vulgar y reiterada “denuncia”, sino la presencia multitudinaria
de un acumulado de consciencia. Un tráiler lleno de rosas y una ofrenda a
recuperar la vida. No oí nada vulgar, sólo un eco multitudinario de no al
control de los cuerpos y las vidas. No a quienes pretenden hacer de los
derechos una profesión y un salario; un no a negociar con números lo
innegociable: la libertad.
Porqué no se nos
había ocurrido que hemos hecho historia. Sí. Las de antes, las que
pretendíamos hacer sesudamente una estrategia, un programa, un plan para
hacernos oír. Ahora simplemente se produjo. ¿Estábamos ahí? Creo que no. Nadie
desde la atalaya las organizó.
Lo que más me gustó
fue el contingente de la solas, las que se aparecieron. Nadie se tocó el
corazón y lloró como en tragedia griega. Las ciclista mostraron sus muslos y sus
músculos; las jovencitas decían no, ese no que se nos atraganta con la
maternidad y la heterosexualidad; su aire era libertario pero claramente
indignado. Pero sin odio y sesudas consignas. Eran la voz del futuro en el
espacio privilegiado de la revolución de las comunicaciones. Le llamaron al
momento primavera violenta. Y violeta su vestimenta ni rojo, ni amarillo, ni
tricolor, ni una red, ni nada. Eran ellas, libres como palomas.
De eso hay que
hablar. De renovar el discurso y la actitud. Hay que darse cuenta. Esta es una
juventud potente, sin ataduras, con esa libertad a flor de piel que no requiere
explicación sesuda, ni denuncia tan repetida que no tiene escucha. Son, en
parte el resultado de nuestra generación, la de los años setenta, renovadas,
sin preocupación y con harta generosidad. Yo creo que son la renovación y la
frescura, con el uso de las TICs. Las libres y las que abonarán eso,
ahora intangible, esa maravillosa transparencia, esa capacidad para no quejarse
en el vacío. Promotoras de un futuro sin altisonancia ni victimismo y
tango.
Sus cabellos
pintados, dorados, morados, verdes, rosa púrpura; sus botines a la
rodilla, sus mochilas y sus bicicletas, clamando un cambio, sin bombas molotov,
sin pintarrajear paredes indistintamente, pero enviando mensajes a las que
discuten sus harto complicadas teorías con los poderosos; no se arriman el
espejismo de la “importante” señora X; son eso, la nueva generación. Las que no
se van a dejar, ni serán madres por destino, ni susanitas asustadas, con morral
y guarache. Son las de negro a pleno sol, chavas con muslos relucientes,
a quien les vale nada los acuerdos internacionales y los discursos.
Chavas seguras de que otro mundo es posible.
Yo lo que vi fue un
vibrar de vida. Una ola de somos otras, las hijas y algunas nietas del pasado
reciente, sin más que déjenme en paz, abajo la palabrería, fuera los golpes de
pecho, atrás de la raya que me voy a oponer a que me toquen, el no me importa
su estadística, pero rechazo lo violento o lo que me puede dañar.
Un aire nuevo. ¿Quién
lo captó? ¿Dónde quedó la bolita? Nos hicieron el honor de decir que nos
escucharon, que son distintas, que las TICs son lo suyo; que nos
sorprendieron por su locuaz protesta, que no se les hará bolas el engrudo, que
simplemente no aceptan al machismo pululante y demostraron que sin el
discurso de la denuncia hueca, con sus cuerpos pintados de colores, sus
máscaras, sus performances, para tomar un asiento en la historia.
Eran, son eso. La
nueva generación que no necesita echarle la culpa a nadie, allá en el poder, o
al abandono sufriente, al mal gobierno al que le hablamos sin descanso.
¡No, lo que nos mostraron fue otra cosa, otro lenguaje, otra visión!
Ahora nos toca
entenderlo o cerrar los ojos. Mi maestra ya me lo había advertido, ella que
miró en las masas una posibilidad de cambio, mi guía inefable llamada Rosa
Luxemburgo que abonó este camino. ¿Quién conoce su crítica mordaz al
partido y al control, con profunda mirada, que combinaba con el cuidado de sus
rosas. La que amó sin tapujos, la misma que le habló a su partido y al poder
sin miramientos, vital y apasionada. Como las chavas, esas que nos evidenciaron
como trascendentes, engreídas de poder y necesidad. Las mismas que un día de
estos tomaran las tribunas y otra vez las calles. Sin números ni denuncias,
sino con su cuerpo y sus profundas alegrías.
Si. Una movilización
sin precedente. Única, con rosas y cruces, sin dramatismo sino con toda su
capacidad humana. Ellas las del #A24, sin hacerse bolas. No a la violencia
machista, de la casa al palacio nacional, sin amenazas, simplemente nos
dijeron, aquí estamos y los y las vamos a vigilar.
Gracias a la vida.