SAÙL ARMANDO LLAMAS LÒPEZ
Concepto
de mitomanía.
El término mitomanía tiene
diversas acepciones. Unas son de uso común y otras más propias de la psicología
y la psiquiatría.
El diccionario de la lengua de
la Real Academia
Española (RAE) define la mitomanía como la: “tendencia
morbosa a desfigurar, engrandeciéndola, la realidad de lo que se dice”.
En una segunda acepción, más
basada en el origen etimológico de la palabra (“mythos” + “manía”) considera
que es la: “tendencia a mitificar o a admirar exageradamente a personas o
cosas”. (RAE).
Aparte de estos significados
que nos ofrece el diccionario, para la psiquiatría la mitomanía es un trastorno
psicológico que se tiende a encuadrar dentro de las
patologías de la personalidad antisocial, aunque hoy en día no está bien
delimitada como una patología propia y no tiene unos rasgos claramente
definidos. Por este motivo, se
tiende a considerar a la mitomanía como un síntoma que
aparece asociado con frecuencia a determinados trastornos de la personalidad
(narcisista, borderline, histriónico) o a patologías específicas como el
Síndrome de Münchausen.
Sinónimos
de mitomanía.
A lo largo de este artículo nos
vamos a referir a la mitomanía, entendida como un trastorno psíquico. Podemos
definir la mitomanía un trastorno psicopatológico que afecta a personas que
mienten de forma constante continuada durante mucho tiempo. En ocasiones, nos
referimos a la mitomanía como pseudología
fantástica. Así mismo, a los mitómanos los denominamos
como mentirosos
compulsivos o mentirosos patológicos.
Esta patología es relativamente
reciente, pues no aparece descrita en la literatura médica hasta finales del
siglo XIX. En el año 1891, Anton
Delbrück, un psiquiatra suizo utilizó el término pseudología fantástica para
referirse al curioso comportamiento observado en algunos de sus pacientes que
sentían la necesidad compulsiva de mentir, aunque fuera en cosas triviales. Es
esta necesidad de mentir lo que diferencia a un mitómano o mentiroso compulsivo
de un mentiroso ocasional. Nueve años más tarde, el investigador francés Ernest Dupré, publica
“Etude Psychologíque et medíco-Iegale du mensonge et de la fabulatíon morbíde”
donde acuña el concepto
de mitomanía. Este autor consideraba que existían tres formas
clínicas de mitomanía, a las que llamaba “vanidosa, perversa y maligna”.
Considera que estos cuadros acaban degenerando en un cuadro psicótico. Aunque
el concepto de Dupré, no es el mismo que el apuntado por Anton Debrück, lo
cierto es que la psiquiatría desde el siglo XX ha venido usando ambos
términos como sinónimos.
(1) – Ernest Dupré, psiquiatra francés que
definió el concepto de mitomanía.
El
mentiroso ocasional.
La mentira es un instrumento
siempre presente en las relaciones humanas desde tiempos inmemoriales. Es un
hecho constatable que el hombre ha mentido desde los tiempos de la prehistoria.
Por si aún quedaba alguna duda, en el año 2012 se publicaron los resultados de
un curioso experimento. Investigadores de la Universidad americana de
Massachusetts, dirigidos por el profesor de Psicología Robert S. Feldman
sacaron a la luz que, en una conversación de entre nueve y doce minutos, seis
de cada diez individuos incurren al menos una vez en la mentira. A esta forma
de faltar a la verdad le damos el nombre de mentira esporádica u ocasional.
La persona recurre a ella con el fin de conseguir notoriedad, lograr un
beneficio o evitar un castigo. Así, por ejemplo, vemos al chico de dieciséis
años que le dice a su madre que no bebió alcohol en la fiesta o el alumno que
le dice a su profesor que no pudo asistir al examen por encontrarse enfermo. El
jovencito con sus embustes busca librarse de un castigo, mientras que el alumno
intenta que le repitan el examen para evitar el suspenso.
Frente a esta forma de mentira
ocasional encontramos otra forma patológica que se conoce con el nombre de
mitomanía.
Mitomanía.
El mentiroso patológico.
El mentiroso compulsivo,
mitómano o mentiroso patológico no miente de forma ocasional, lo hace de manera
continuada durante un periodo de tiempo bastante largo. Una diferencia entre
quienes mienten esporádicamente y aquellos que padecen de mitomanía se ve
reflejada en la frecuencia de las mentiras, la cual es mucho mayor en este
último caso. Veremos que otra marcada diferencia entre el mentiroso patológico
y el ocasional es la ausencia de un propósito al mentir por parte del mitómano.
Mentiras
constantes.
Para el mitómano incurrir en la
mentira es como respirar. La mentira se ha convertido en un hábito. Recurriendo
a un viejo refrán castellano podríamos decir que el mitómano “miente más que
habla”. Este afán compulsivo por mentir llega al extremo de enlazar las
mentiras una tras otra. Cuando se da cuenta que su interlocutor se ha percatado
de que le ha mentido, no reconoce la falsedad, sino que sigue con la misma
mentira, pero ahora, la adorna y exagera con nuevas mentiras para convertir a
la primera en más creíble. Sin embargo, esto solo complica su historia y cada
vez resulta menos veraz.
Mentir
por mentir.
El mentiroso patológico puede,
en ocasiones, faltar a la verdad para conseguir un objetivo, pero en general,
miente de manera compulsiva, sin buscar obtener un beneficio a cambio. Es decir,
el mitómano al mentir, lo hace por una necesidad interna, frecuentemente de
tipo compulsivo, pero no busca con ello obtener un beneficio.
Otra gran diferencia entre un
mitómano y una persona que miente cuando siente que se enfrenta a un dilema, es
que, en el organismo del mentiroso ocasional se generan cambios específicos a
nivel fisiológico que no pasan desapercibidos para un experto y mucho menos
para un detector de mentiras.
(2) – “Cuando mentimos” de Robert S. Feldman, experto psicólogo
en mentiras.
Sin embargo, para el mitómano
mentir es algo tan común, que ya forma parte de su existencia. Por lo tanto,
actúa de manera totalmente normal cuando miente. Esto hace imposible que las
personas se den cuenta de que está faltando a la verdad, si se basan solamente
en sus gestos o en sus reacciones fisiológicas. En el mentiroso patológico lo
excepcional es que diga la verdad. El mitómano, no solo miente en temas de
capital importancia. También lo hace en asuntos triviales y en los pequeños
detalles. Es capaz de decir que cuando salió de trabajar, hacía muchísimo frío,
aunque la realidad era que el calor se había vuelto sofocante. Se trata de una
mentira que no le reporta ningún beneficio, ya que es simplemente una anécdota
que no persigue fin alguno, pero no puede dejar de hacerlo.
Otros rasgos diagnósticos de la
mitomanía ya fueron apuntados por Dupré hace más de un siglo:
“La historia puede ser
probable, y tener cierta relación con la realidad.
Las aventuras imaginarias
pueden manifestarse en múltiples circunstancias y de una forma duradera.
Los temas de estas
“aventuras” son variados pero el héroe o la víctima es casi siempre el sujeto”
. (Dupré, 1900).
Causas
de la mitomanía.
La mitomanía puede manifestarse
tanto en la niñez, en la pubertad, en los años de la adolescencia o en la edad
adulta. Sin embargo, su origen siempre radica en la niñez. Se puede comenzar a
hablar de mentiras a partir de los tres años de edad. Antes de esa edad, los
niños confunden la realidad con la fantasía, por lo que decir que salieron a
dar un paseo volando con su peluche favorito, no es una mentira, sino parte del
mundo imaginario en el que están inmersos. Es a lo largo de la infancia cuando
comienzan a distinguir entre realidad y ficción. Por lo tanto, es en este
período cuando se puede considerar mentira lo que dicen, ya que lo hacen de
forma consciente. Veamos las posibles motivaciones de la mitomanía en la
infancia, pues si las conocemos, no solo podremos comprender el universo de la
persona que padece esta patología, sino que tendremos la posibilidad de
prevenirla en los futuros miembros de nuestra familia.
Evitar
castigos.
El temor a ser castigado es,
sin duda, una de las causas
más fuertes de la mitomanía. Todo comienza con un “yo
no fui”, hasta que termina convirtiéndose en una historia fantástica en
la que el responsable fue su hermano o, en estadios más avanzados, puede ser un
murciélago gigante el que entró por la ventana y derribó la planta del salón.
Esta conducta responde ante el
temor de recibir castigos físicos o restricciones en sus actividades favoritas.
Es muy importante atajar esta mentira y hacerle ver al niño que nos estamos
dando cuenta de que no es verdad lo que dice. Pero de nada servirá todo este
aleccionamiento si al final acabamos con un castigo.
Para que un niño, con tendencia
a mentir, crezca mentalmente sano, el camino no son los castigos. Si recurrimos
a ellos, cada día tendremos una nueva razón para castigarles. Primero lo
haremos por la travesura y a continuación por las mentiras que inventa para
escapar del castigo.
Inculcar
valores positivos.
Como vemos, se transforma en un
círculo vicioso en el que todos pierden. La solución, o al menos los primeros
pasos para lograrla, radica en sentarnos a hablar con él. Debemos fomentar los
valores de la honestidad, la sinceridad y la valentía. Hay que intentar que
se haga responsable
de sus actos y trate de buscar una solución.
(3) – Evitar el castigo es una de las posibles motivaciones de
la mitomanía
Por ejemplo, si ha desobedecido
la regla número uno de no jugar a la pelota dentro de la casa y eso ha derivado
en la rotura de una planta, en primer lugar, debemos conseguir que reconozca lo
que ha hecho y que haga lo necesario para solucionarlo. Una buena medida podría
ser que el niño volviera a plantar dicha planta y la cuide día a día para
asegurarse de su recuperación. La idea es que no vea esto como un castigo, sino
como una forma de subsanar el daño que ha causado. De esta forma, vivirá las
consecuencias en carne propia, pero no de una forma negativa, sino desde la
perspectiva del aprendizaje.
Eludir
responsabilidades.
Aceptar las responsabilidades
no suele ser una de las principales virtudes de los niños. Si esto ocurre con
cierta frecuencia en los adultos, mucho más factible es que en la infancia se
busque eludir la responsabilidad por los actos realizados.
Es
totalmente comprensible que un niño recurra a la
mentira para esquivar la responsabilidad de hacer su cama, lavar su taza y
guardar sus juguetes, pero
no es aceptable. Hay una diferencia importante entre comprender
que se trata de un proceso normal y permitir que suceda. Como padres tenemos la
responsabilidad de insistir y educar para formar buenos hábitos en nuestros
hijos.
Si el niño recurre al “dolor de
cabeza” para evitar tener que recoger sus juguetes y con picardía nos observa
mientras nosotros hacemos el trabajo por él, este dolor se hará cada vez más
frecuente. No solo eso, sino que cada vez serán más las diversas partes del
cuerpo que estarán doloridas. Sin embargo, si cuando se genera este “dolor de
cabeza”, nosotros respondemos del siguiente modo: “está
bien, espera a que se te pase y cuando estés bien, recoges y guardas todos tus
juguetes”, entonces no tendrá escapatoria. Sabrá que tarde o temprano lo
tendrá que hacer. Esta estrategia es muy efectiva para ir cortando de raíz las
razones que impulsan a nuestros hijos a mentir.
Tengamos en cuenta que la
mitomanía no responde a una razón específica, pero sí se gesta a partir de
mentiras esporádicas iniciales, que tenían un propósito fijo y que no fueron
detenidas a tiempo.
El
cerebro del mentiroso compulsivo.
Las acciones humanas tienen su
origen en el cerebro. Cuando realizamos algo, mucho más especialmente cuando
hacemos algo de forma compulsiva, es porque a nivel cerebral se desencadena un
proceso neurológico que nos genera satisfacción. Veamos qué ocurre a nivel
fisiológico en el cerebro del mitómano, cuando miente.
Descarga
de adrenalina.
La mentira, pequeña o grande,
implica un riesgo. El simple hecho de ser descubiertos y quedar en evidencia es
un riesgo en sí mismo. Por lo tanto, se produce una descarga de adrenalina.
Este neurotransmisor aporta importantes beneficios en dosis moderadas. Es el
responsable de mantener el sistema de alerta del ser humano ante peligros inesperados.
Además de tener un efecto positivo a nivel de diversos órganos, la adrenalina
activa los recuerdos a largo plazo. Por lo tanto, a nivel psicológico buscamos
su descarga para lograr consolidar las vivencias experimentadas.
(4) – La mitomanía es la máscara que oculta una vida muy pobre
Inhibición
de la amígdala.
La amígdala es un núcleo de
neuronas situado en el cerebro. De acuerdo a estudios experimentales realizados
sobre la reacción de la amígdala cerebral cuando mentimos, se ha constatado que
las primeras veces que incurrimos en la mentira para obtener un beneficio, la
amígdala se activa considerablemente. Esto nos lleva a sentirnos culpables y a
desarrollar toda clase de sentimientos negativos que limitan el alcance de la
mentira. Es decir, nos frenamos, culpabilizamos y podemos llegar incluso a
delatarnos. Sin embargo, estas reacciones del núcleo amigdalino van decayendo
progresivamente. Ante cada nueva mentira disminuye la reacción de la amígdala,
hasta que, finalmente, ya no hay reacción.
Lo que se ha descubierto al
respecto, es que un mitómano tiene una amígdala muy poco reactiva. El mitómano
tiene prácticamente inhibidas las respuestas generadas en la amígdala por las
mentiras. Lo que aún no se sabe es, si ya nacen de este modo o si son las
propias mentiras las que van reduciendo la capacidad de la amígdala para
reaccionar. Es decir, no sabemos si la falta de reacción amigdalar es la causa
o la consecuencia de la mitomanía.
Mayor
sustancia blanca cerebral.
En el cerebro tenemos la sustancia
gris, formada por los núcleos de las neuronas, y la sustancia blanca que
incluye todas las conexiones y ramificaciones de las neuronas. La corteza gris
genera estímulos y procesa la información, mientras que la corteza blanca del
cerebro se encarga de la transmisión de datos. Es decir, a mayor cantidad de
sustancia blanca, mejor elaborada estará la información en nuestra mente.
Una curiosidad que ha llamado
mucho la atención de los científicos de la Universidad de California, es que en
los estudios de resonancia magnética nuclear (RMN) se ha visto que los
mitómanos tienen un
veintiséis por ciento más de sustancia blanca a nivel cerebral.
Esto explica el por qué el mentiroso compulsivo elabora sus historias con un
entramado de exquisitos detalles.
Al contrario de lo que ocurre
con el mentiroso esporádico, que deja cabos sueltos, el mitómano demuestra
haber pensado muy bien acerca de lo que va a decir. Esto hace que sea muy
difícil detectar que nos está mintiendo, ya que parece haber vivido la historia
en persona y demuestra recordarla muy bien. Ahora se sabe que es la mayor
presencia de sustancia blanca la que permite la inclusión de tantos pormenores
que enriquecen la historia.
Al mismo tiempo, se ha podido
constatar, como publicó la prestigiosa revista “The
British Journal of Psiquiatry” que los mentirosos
patológicos tienen
casi un 15% menos de materia gris en el lóbulo prefrontal. Teniendo
en cuenta que, entre otros aspectos, la materia gris de esta zona es la responsable
del sentido de la ética y de la moral, no puede extrañarnos que los mentirosos compulsivos, no sientan
ningún remordimiento cuando mienten y acepten el embuste
con total naturalidad.
(5) – El cerebro de un mentiroso patológico tiene más sustancia
blanca.
La
mentira como realidad alternativa.
Cuando mentimos nos estamos
creando una realidad alternativa. Gracias a ella eludimos la responsabilidad de
padecer una patología y de tener que someternos a un tratamiento para
erradicarla.
La mentira nos permite
mantenernos en nuestra zona de confort y perpetuar una realidad que sabemos
debemos cambiar, pero que hacerlo implicaría hacer modificaciones que
implicarían un alto coste. Conseguir que un mitómano acepte la terapia,
solamente es posible cuando el afectado ha tenido serios problemas familiares o
laborales ocasionados por sus constantes mentiras y es obligado por sus amigos
o familiares a aceptar la terapia. Si no es obligado, rara vez veremos a un
mentiroso patológico solicitar cita en una consulta de psicoterapia.
Consecuencias
de la mentira patológica.
El sujeto que miente de forma
compulsiva se enfrenta a la pérdida de confianza de las personas que están a su
alrededor. Si esto se vuelve una costumbre, las consecuencias pueden
manifestarse de cualquiera de las siguientes formas:
Problemas familiares
Pérdida de amistades
Pérdida del empleo
Aislamiento social
Ruptura amorosa
Las personas pueden llegar a
dejar pasar un par de mentiras, pero cuando se dan cuenta de que están al lado
de alguien que miente todo el tiempo, sienten que se ha sobrepasado un límite y
entonces eligen distanciarse de la persona en quien ya no pueden confiar. De
este modo, un mitómano no tardará en encontrarse solo y en verse abandonado por
las personas queridas. Como se puede ver, la mitomanía no es un problema menor,
sino que puede ser la causa de que un sujeto termine viviendo como un ermitaño.
¿Cómo
se trata la mitomanía?
Cuando un mentiroso patológico
aparece en nuestra consulta, generalmente obligado por sus familiares, como ya
hemos dicho anteriormente, debemos preguntarnos qué es lo que impulsa a esa
persona a mentir. ¿Por qué motivo ese individuo siente la necesidad compulsiva
de inventarse una vida ficticia? La respuesta inicial es obvia: Se inventa una nueva vida porque la
suya propia le parece muy pobre y decepcionante.
Detrás de un mitómano se
esconde una persona con muy
baja autoestima. Es tan poco lo que se quiere a sí misma y tan
pobre la imagen que de sí tiene, que tiende a observar la vida de los demás
para agregarle detalles y hacerla propia. El célebre psiquiatra K. Schneider
cuando habla de los mitómanos, se refiere a ellos como “psicópatas
necesitados de estimación”. La historia que nos cuenta un
mitómano no es escogida al azar, sino que se trata de algo que le hubiera
gustado vivir. No obstante, debido a que se cree incapaz de generar las
situaciones que hagan posible esa realidad, la hace suya a través de la
imaginación y la materializa por medio de sus palabras.
Puesto que hemos definido a la
mitomanía como un síntoma, que con frecuencia aparece en el contexto de un
trastorno de la personalidad, los esfuerzos terapéuticos irán encaminados a
tratar el trastorno de base. Esto requiere en ocasiones un abordaje en una
doble vertiente farmacológica y psicoterapéutica.
(6) – El mentiroso compulsivo se crea una vida ficticia
Psicoterapia.
Consolidar un vínculo
terapéutico con estos pacientes es muy complicado, pues además del hecho de ir
a terapia obligados, necesitan fabular sobre el poder omnipotente del
psicólogo. En la medida que la terapia no produce resultados asombrosos, se
cansan, se desilusionan y tienden a abandonar el tratamiento. (Schneider, K.
1980).
Por lo tanto, y pese a los
pobres resultados, el tratamiento de la mitomanía no se enfoca en evitar la
mentira, sino en fortalecer la autoestima y las habilidades sociales para que
la persona se sepa capaz de construir su propia realidad. Una vez que se da
cuenta que puede lograr sus metas y elaborar la realidad con la que siempre
soñó, la necesidad de mentir irá desapareciendo hasta formar parte del pasado.
Mitomanía:
síntomas, causas y tratamiento en niños y adultos.
La mentira patológica puede destruir por
completo las relaciones sociales de quien la sufre. Mentir es una conducta tan
inherente al ser humano como comer y dormir. Llegando a ser una técnica eficaz, aunque no demasiado
honesta, a la hora de conseguir ciertos propósitos o incluso para intentar ser
aceptado por quienes nos rodean. No obstante, cuando mentir se convierte en necesidad
y la mentira envuelve todos los aspectos de la vida de la persona, es posible que esta sufra de
mitomanía, un trastorno psicológico en la que la persona miente
de manera permanente acerca de su vida.
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lo que hacemos?"
¿Otra opinión de la mitomanía?
La mitomanía, también conocida como mentira patológica o pseudología
fantástica, es un trastorno psicológico que se describió por primera vez
en 1891 por el psiquiatra suizo Anton
Delbrück. Esta afección es padecida por aquellas personas que mienten de
manera constante y repetitiva con el objetivo de conseguir la atención y la
admiración de los demás. Estas personas falsifican y deforman constantemente la
realidad y, aunque en la mayoría de ocasiones son conscientes de que están mintiendo,
en algunas ocasiones pueden llegar a creerse sus propias invenciones y tomarlas
como reales. Habitualmente estas personas se mueven por una necesidad imperiosa
de fascinar a otras personas, fingiendo que su vida es sumamente emocionante.
Sin embargo, en la gran mayoría de los casos, son conscientes de que su
realidad es muy diferente y consideran su vida tediosa, desagradable o
desgraciada.
La característica principal de
las mentiras propias de la mitomanía es que estas narraciones siempre tienden a
ser fascinantes y quiméricas. Sin embargo, nunca llegan a ser imposibles o son demasiado fantásticas,
por lo que resulta realmente complicado identificar que la persona está
mintiendo.
Por supuesto, el la persona
mitomaníaca siempre tiende a ser el héroe o protagonista de sus propias
mentiras, ya que la principal motivación de estos es deslumbrar a otras
personas y conseguir así fama y admiración.
Además, dado que esta necesidad
de mentir consiste en un rasgo de personalidad del sujeto esté mentira de forma
crónica. Es decir, no responde a una situación social concreta sino que toda su
vida gira en torno a la mentira.
¿Quién la experimenta?
Aunque no está del todo
comprobado, diferentes investigaciones apuntan a que la mitomanía tiene una mayor incidencia en
hombres que en mujeres. Entre las principales características
de las personalidad de estas personas se encontraría una baja autoestima, narcisismo, pocas o nulas habilidades
sociales y tendencia a desconfiar de otras personas.
¿Cuáles son los síntomas?
Debido a que la mitomanía se
considera como la necesidad imperiosa de mentir, esta puede ser
considerada algo similar a un tipo de adicción, por lo que comparte
una serie de rasgos y síntomas comunes con otras adicciones. Estos síntomas
son:
Aumento de la sintomatología
ansiosa en el momento de llevar a cabo la conducta adictiva. En este caso
mentir.
Ideas y pensamientos constantes de carácter intrusivo.
Incapacidad de resistir el impulso de mentir. Disminución
de la presión psicológica cuando se miente y no se es descubierto. Además,
existen una serie de síntomas propios de la mitomanía. Entre los que se
encuentran:
1.
Magnificación
de la realidad.
En algunas ocasiones, en lugar
inventar una historia, el mitomano magnifica la realidad, sobredimensionandola
y decorandola para hacerla mucho más interesante y atractiva. Además, estas
personas tienden a gesticular de manera exagerada a la hora de acompañar sus
historias.
2. Baja autoestima.
La necesidad de mentir suele
venir potenciada por una baja autoestima y una incapacidad de aceptarse y aceptar su vida tal y como es.
De ahí la necesidad de elaborar y expresar una idea de ellos mismos que les
hagas parecer atractivos e interesantes. Artículo relacionado: "¿Autoestima baja? Cuando te conviertes en tu peor enemigo".
3.
Sintomatología
ansiosa.
Debido a la frustración y el
desencanto que experimentan con la realidad de vida, los mitómanos tienden a
experimentar numerosos episodios de ansiedad como resultado de la
comparación de su vida con lo que les gustaría que esta fuera en realidad.
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4. Sensación constante de estrés.
La sensación de miedo constante
a ser descubierto, el esfuerzo derivado de mantener las mentiras y la creación
permanente de escenarios y contextos para no ser descubiertos, les lleva a
experimentar unos niveles de estrés perseverantes que acaban por
desgastarles a nivel psicológico.
5. Capacidad de creer sus propias mentiras.
Aunque no se da en todas las
ocasiones, muchas de las personas que conviven con la mitomanía pueden llegar a
asimilar o creer sus propias mentiras; aceptándose como verdades o como situaciones vividas de manera
real. Finalmente, la mitomanía puede estar integrada como un
síntoma más propio de otras alteraciones psicológicas como la esquizofrenia, el
trastorno bipolar y el trastorno límite de la personalidad, así como en algunas otras
adicciones, ya que estas últimas colocan a la persona en una
situación de aislamiento y gran necesidad de conseguir dinero.
Sus causas.
Aunque todavía no se ha
determinado la causa exacta que origina la mitomanía, existen una serie de teorías
que intentan darle una base a este trastorno. En cuanto a las
bases neuropsicológicas, algunas investigaciones apuntan a un desequilibrio
neuronal en la zona del lóbulo frontal, así como una mayor cantidad
de materia blanca en el cerebro. Por otra parte, según diferentes hipótesis
planteadas por la psicología la causa de esta afección se encuentra en un
conjunto de rasgos de personalidad que facilitan que la persona sienta la necesidad de
mentir para llamar la atención o con la finalidad de
buscar la popularidad o el afecto de otras personas.
Finalmente, también se han
elaborado teorías que indican que la mitomanía es en realidad un síntoma de
otra afección psicológica más importante que queda subyacente, como puede ser
el trastorno límite de personalidad y
el trastorno de personalidad antisocial.
¿Existe tratamiento?
Debido a su temor a ser
descubierto o a que su realidad se vea descubierta, en la mayoría de los
casos las personas con mitomanía
no suelen acudir a consulta o manifiestan una gran
repulsión a la terapia. Por lo que una gran parte de la intervención se hace a
través de familiares o conocidos muy cercanos a la persona. No obstante, en los
casos en los que pueda iniciarse un tratamiento directo es necesario conseguir el
compromiso de la persona y asegurar su disposición a
colaborar, de lo contrario la terapia de tendrá ningún tipo de efecto sobre él.
Existen diferentes medios o
técnicas para tratar la mitomanía. Algunas opciones son:
Terapia cognitiva o cognitivo-conductual.
Entrenamiento en habilidades sociales y
técnicas de comunicación.
Farmacoterapia con
ansiolíticos.
Mitomanía: la mentira
patológica
La Mitomanía o pseudología fantástica,
es un trastorno psicológico que lleva a la persona a mentir y distorsionar la
realidad de forma compulsiva, hasta el punto de creer sus propias mentiras. En la
mayoría de los casos se encuentra en personas con baja
autoestima que buscan la atención de los demás. El mentiroso
patológico puede ser consciente de que está mintiendo, o por el
contrario creer que está diciendo la verdad. A menudo el individuo puede estar
mintiendo para que su vida parezca más emocionante cuando en realidad cree que
su vida es desagradable o aburrida.
ARCHIVOS:
Mitomanía: la mentira
patológica (psicoactiva.com)
BIBLIOGRAFIA:
Casas Rivera,R; Zamarro
Arranz,L: La mitomanía en la clínica actual. A propósito de un caso. Revista
AEN. 2011. Enlace.
Schneider, K.: Las
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Ferrero Álvarez, T.; Pérez
Ramírez, L: Pseudología fantástica o Mitomanía. 2013. Enlace.
Burgin, C., et Feillaro, J.:
“Histoire sans nom”. A propos de la Mythomanie. Evol. Psychiat., janu-mars,
1986. 51, núm. 1.
Feldman, R.: “Cuando mentimos”.
ISBN 10: 8479537612