Silvia Isabel Gámez
Para el
segundo Campeonato Mundial de Futbol Femenil, en 1971, las porterías del
Estadio Azteca se pintaron de rosa y blanco. En la inauguración, el 15 de
agosto, más de 80,000 personas presenciaron cómo las mexicanas se imponían a las
argentinas por tres goles a uno. El juego de las mujeres había dejado las
canchas pedregosas, sin gradas ni vestuarios, para tomar el mayor recinto
futbolístico del país.
En ese
año, los “partidos profesionales masculinos” rara vez reunían 20,000 asistentes
en un estadio, consignan Brenda J. Elsey y Joshua H. Nadel en Futbolera (Ediciones UC, 2021).
Las
jugadoras de la selección habían logrado un año antes en Italia el tercer lugar
ante Inglaterra en la primera edición del campeonato, organizado por la Federación
Internacional Europea de Futbol Femenil. Desde entonces, su presencia en la
prensa era constante. Días antes de disputar la final ante Dinamarca, las
mexicanas exigieron un pago por su trabajo; si no recibían del presidente del
comité organizador, Jaime de Haro, dos millones de pesos, no acudirían al
partido. Se calculaba que, por la venta de boletaje, concesiones de televisión
y souvenirs, se habían obtenido no
menos de nueve millones de pesos, escribe Maritza Carreño en su tesis Futbol femenil en México
1969-1971.
La excusa
para no pagarles era su condición de amateurs.
En lugar de dinero, les ofrecían regalos de hasta cinco mil pesos. Dos días
antes del juego, tras una llamada del regente del Departamento del Distrito
Federal, Octavio Sentíes, las jugadoras desistieron de su petición por el bien
del “nombre de México”. El equipo nacional perdió con un marcador 3-0 ante 90,000
personas y el Ángel de Oro fue para las danesas.
En esta
lucha pionera, el historiador del deporte Giovanni Pérez Uriarte advierte un
vínculo con las demandas actuales de las futbolistas por tener salarios justos.
“Fueron las primeras en emprender una batalla a favor de la profesionalización”,
subraya. “Piden que les paguen, y eso era de avanzada. Implicaba reconocerlas
como trabajadoras y que se les tratara en igualdad de condiciones respecto a
los varones”.
La lucha
pasó factura al futbol femenil. A partir de 1972, desapareció progresivamente
de la prensa. Pero no dejó de jugarse. Aunque a las mujeres les resultaba
difícil encontrar estadios, hubo muchas ligas, pero al igual que sucedió con
los campeonatos mundiales, no tuvieron reconocimiento oficial.
La
Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), que aún no incluía al
futbol femenil en sus reglamentos, prohibió en 1971 a la Federación Mexicana de
Futbol (FMF) organizar torneos con jugadoras. “La FMF”, se asegura en Futbolera, “amenazó con multar a los
clubes con 25,000 pesos si permitían que los equipos femeninos practicaran o
jugaran en sus canchas”. Tuvieron que
pasar veinte años para que se celebrara, en China, la primera Copa Mundial de
Futbol Femenino de la FIFA, que ganó Estados Unidos.
“Es una
historia de opresión”, reconoce Pérez Uriarte, “pero también de mucha
resistencia, y de transgresión. En 1971 se sentaron las bases de una lucha que
las futbolistas mantienen hasta el día de hoy”.
‘Nadie trabaja gratis’
En México,
los sueldos de las futbolistas son un secreto bien guardado. Un tuit del
periodista Vladimir García coronó a Katty Martínez, del América, como la jugadora
mejor pagada de la liga femenil, con 130,000 pesos (6,500 dólares) mensuales.
El jugador
más valioso de la Liga MX es Florian Thauvin, extremo derecho de Tigres, que
según el portal Fichajes.com
cobra un salario de 468,000 dólares mensuales.
La
disparidad se replica a nivel internacional con el y la ganadora del Balón de
Oro en 2021. Alexia Putellas, capitana del F. C. Barcelona, cobra 166,000
dólares al año, mientras que Leonel Messi recibe 45.5 millones de dólares
anuales del Paris Saint Germain.
Según la
encuesta Global Sports Salaries 2017,
en la temporada 2017-2018 las jugadoras de la Liga MX Femenil ganaban en
promedio 3,500 pesos al mes, mientras que los sueldos más bajos de los futbolistas
eran de 25,000 pesos mensuales.
La
Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) destapó un tope salarial que
se mantuvo desde noviembre de 2016, un mes antes de la creación de la Liga MX
Femenil, hasta mayo de 2019. La medida se acordó para que los clubes tuvieran
“menor presión competitiva para contratar jugadoras, ya que sus competidores no
les ofrecerían un sueldo superior”, se lee en la versión estenográfica de la
sesión. La cantidad máxima que podían ganar las futbolistas eran 2,000 pesos
mensuales; el año siguiente se incrementó a 15,000 pesos al mes.
En
septiembre de 2021, la Cofece resolvió multar con 177.6 millones de pesos a 17
clubes y a la FMF por esta práctica y por imponer el llamado “pacto de
caballeros”, que impedía a un jugador negociar libremente su contrato.
La
directora de la Liga MX Femenil, Mariana Gutiérrez Bernárdez, aseguró en una
entrevista con As, sin dar cifras,
que por su ingreso las futbolistas se ubicaban en
el 6 por ciento de la población, según datos del Inegi de 2021. Esto
equivaldría a un mínimo de 15,000 pesos mensuales. Hace un año, todavía afirmaba
que uno de sus objetivos era que los clubes dotaran de sueldos
“profesionales reales” a las jugadoras.
La
Asociación Mexicana de Futbolistas (AMFpro) dio a conocer en febrero de 2021 su
iniciativa de proponer a la FMF la creación de un salario base para las y los
futbolistas. Más de un año después, no se han reportado avances.
Nicole
Paredes, directora de Player Doce, agencia que representa a doce jugadoras de
la liga, advierte que el hecho de carecer de buenas condiciones laborales hace
que el rendimiento de las futbolistas baje o no sea el adecuado.
“Ya no es una liga prototipo ni un
proyecto”, señala. “Así como las jugadoras, con su esfuerzo, han ido mejorando
su nivel, haciéndola más competitiva y atractiva para patrocinadores y
espectadores, esto debería acompañarse del crecimiento en los salarios, pues eso
las encaminará a la verdadera profesionalización. Por más que amen lo que
hacen, nadie trabaja gratis ni come del amor al futbol”.
Violencia económica
Este tipo de prácticas
discriminatorias incurren en una violencia de tipo económico, precisa la
abogada Zitlally Flores Fernández, especialista en derecho deportivo. “A
menudo, (estas brechas salariales) ni siquiera se perciben como una
problemática que vulnera los derechos de las mujeres”.
Entre los recursos legales que
existen para combatir la discriminación salarial menciona la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, la Ley General de Acceso de las Mujeres
a una Vida Libre de Violencia, y tratados como el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
La abogada feminista Paulina Madero
Suárez, cofundadora de Transforma MyM, agrega la Ley Federal para Prevenir y Eliminar
la Discriminación, y la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres.
“Faltaría también”, indica Flores
Fernández, “que la Ley General de Cultura Física y Deporte incorpore una
perspectiva de género, que no tiene, para que pueda ser un marco regulador y de
protección para las deportistas”.
En su informe de 2020, Raising
Our Game, la
Federación Internacional de Futbolistas Profesionales (FIFPro) urge a
establecer “estándares básicos” en las condiciones laborales de las futbolistas
que les garanticen “trabajos dignos, estables y seguros”, pide una mayor
inversión en el futbol femenil y llama a encontrar “modos creativos” de
comercializarlo.
“Como punto de partida”, se señala,
“es crucial que se reconozca el estatus profesional de las jugadoras. En otras
palabras, la tarea que realizan debe ser reconocida en primer lugar como un
trabajo”.
El informe menciona avances logrados
en las ligas varonil y femenil de Australia, y en el club Ajax de Ámsterdam,
que acordaron establecer un salario mínimo para los y las jugadoras.
En Chile, la creación de un
sindicato permitió que se acelerara la batalla por la profesionalización de las
futbolistas. La Asociacion Nacional de Jugadoras de Futbol Femenino celebró en
marzo la aprobación en la Cámara de Diputadas y Diputados de una
ley que obliga a los clubes a contratar, en un plazo de tres años, a
las futbolistas que integran sus plantillas.
Las selecciones nacionales femeniles
han logrado también avances en sus demandas de igualdad salarial; las jugadoras
de países como Inglaterra, Brasil, Irlanda, Noruega, Finlandia y Estados
Unidos, ya cobran lo mismo que sus compañeros varones.
Ante estos ejemplos, Flores
Fernández, profesora-investigadora en la Universidad Juárez del Estado de
Durango, considera que la creación de un sindicato podría contribuir a mejorar
las condiciones laborales de las futbolistas mexicanas. “De manera aislada no
se van a lograr avances, hay que organizarse”.
El Estado tampoco debe ser omiso,
señala, en su obligación constitucional de proteger los derechos humanos, en
este caso, de las futbolistas. Y plantea la posibilidad de interponer un
“litigio estratégico” con el propósito de lograr la igualdad salarial, recurrir
a los tribunales laborales y, si se agotan las instancias, llevar la petición a
la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Madero Suárez afirma que no basta con
que la FMF plantee en sus estatutos el objetivo de “fomentar el desarrollo del
futbol femenino y procurar la participación de las mujeres en todos los niveles
de gobernanza del futbol”. Si no establece acciones específicas, evaluables,
que permitan monitorear la implementación de esta política, dice, “es letra
muerta”.
Para que la Liga MX Femenil sea “autosustentable”,
como ha planteado Gutiérrez Bernárdez, tiene que existir un respaldo
institucional, agrega. “Se necesitan medidas afirmativas. Si no se destina un
presupuesto al futbol femenil y se establecen medidas para equilibrar el
desbalance entre ambas ligas, realmente no hay un compromiso. La igualdad tiene
un costo y requiere procesos”.
‘El aplauso’
El valor de la Liga MX, según su
presidente Mikel Arriola, es de 2,400
millones de dólares. Es la décima en el mundo por su tamaño, y la sexta
por el número de asistentes en los estadios.
Aunque las jugadoras cuentan con 1.5
millones de personas que las siguen en las redes sociales, la igualdad salarial
es un tema “a desarrollar por meses y años”, según el presidente de la FMF, Yon
de Luisa. En 2020 advirtió que si ordenaran a los clubes subir
los sueldos de “las chicas”, el resultado sería la desaparición de
los equipos.
Las palabras de Gutiérrez Bernárdez durante su
participación la semana pasada en la International Sports Convention en Londres
no resultaron alentadoras: “Visibilidad es la palabra clave para el futbol
femenil. Necesitamos verlo para creer que podrás ser profesional. (…) Ya
construimos la liga, ahora hay que construir el sueño”.
Un informe de la FIFA de 2021, Setting
the Pace, con información recabada en 2019 entre 30 ligas y 282
clubes, registra que el ingreso promedio por club en la Liga MX Femenil es de
259,000 dólares, y que el 80 por ciento informa de pérdidas financieras.
Japón es el país que reporta mayores
ingresos promedio por club, con 1.65 millones de dólares, mientras que los más
bajos de la tabla son Argentina, con 32,000 dólares, y Tailandia, con 24,000
dólares.
La FIFA señala como un área de
oportunidad los ingresos por patrocinio, que considera “desaprovechados”, pues
el 69 por ciento de los contratos en los clubes femeniles se negocian en
paquete con el equipo varonil.
En México, el futbol femenil recibe 2.6
millones de pesos anuales del banco BBVA, que desde 2013 da nombre a
la Liga MX con una aportación de 10
millones de dólares (200 millones de pesos) al año. Ambas ligas
comparten los patrocinios de Voit, Caliente y Tecate.
“El vínculo que las jugadoras han
creado con su afición es algo que los clubes deben apoyar y fomentar para que
se mantenga y la audiencia crezca cada vez más”, señala Paredes. “Se debe facilitar
a la afición ver los partidos y también poder comprar merchandising de sus jugadoras favoritas”.
L
a salud económica de la Liga MX no
parece ser un obstáculo para mejorar las condiciones laborales de las
jugadoras, pues según Arriola, el
año pasado se obtuvieron utilidades por primera vez desde 2016,
mejorando sus propias expectativas.
En 1920, el popular equipo británico
de las Dick, Kerr’s Ladies convocó a 53,000 personas en el estadio de Goodison
Park, en Liverpool. El
futbol femenil generaba más recursos que el varonil, que eran
donados a soldados y marinos heridos en la Primera Guerra Mundial, escribe la
periodista Anuka Fernández Fuks. La Football Association, que regula el deporte
en Inglaterra, decidió prohibirlo bajo el argumento de que su práctica “era
inadecuada para las mujeres”.
La prohibición terminó en 1971, el
año del Campeonato Mundial de Futbol Femenil en México, “un hito en la historia
del deporte femenino latinoamericano”, escriben Elsey y Nadel en Futbolera: “El evento, tanto en términos de popularidad como de éxito deportivo,
refuta las afirmaciones paternalistas de que el deporte femenino es un
acontecimiento reciente. Así también socava la sugerencia de que el deporte
femenino es impopular y no comercializable”.
Pero el tema del dinero no parece
haber cambiado mucho desde que en 1971 el cronista Fernando Marcos se preguntó
cuántas ganancias se destinaron a las jugadoras mexicanas que fueron “la piedra
de toque para ese éxito económico, espectacular y deportivo”. Su respuesta fue:
“el aplauso”.
Este reportaje forma parte del proyecto “Las mujeres futbolistas y sus
derechos humanos laborales. Una mirada rumbo al Mundial 2026”, de la Red de
Mujeres Sindicalistas.