Tepic, Nay; ene 28,
2014.- No cabe duda
que es difícil hacer una crónica de una vivencia personal en la que describes
un restaurante sin que eso parezca un comercial, pero intentaré hacerlo.
No era la primera vez
que asistía a ese lugar y espero que tampoco la última. Por cierto, conocí ese
establecimiento principalmente por curiosidad, invitado por un amigo al cual,
aunque no tengo mucho tiempo de conocerlo, le he tomado mucho aprecio.
Casi eran las diez de
la noche cuando mi esposa y yo atravesamos el largo pasillo central de aquella
casona. Con un poco de imaginación podríamos pensar que estábamos en una
pequeña hacienda de los tiempos de la revolución. Su estructura no es algo muy
usual en nuestros días, pero mi poco conocimiento del tema me hacía dudar si de
verdad es una vieja construcción o simplemente se trata de una muy ingeniosa adaptación.
En cualquiera de los casos me parece que vale la pena conocerla.
Se respira
tranquilidad en ese acogedor sitio, que aunque da la apariencia de ser un poco
frío, ya estando cómodamente instalado te percatarás que no es así. Es de esos
lugares con cierta cualidad térmica, condición que no sé si es propiedad del
inmueble o la proporcionan las personas que te atienden.
Si no mal recuerdo
cuenta con tres secciones, una zona tipo jardín o terraza con unas cuantas
mesas rodeadas de plantas y flores, al lado una especie de apartado que ofrece
cierta intimidad pero puedes ver a través de unos arcos la última zona, la del
fondo, donde encontrarás varias mesas, por cierto muy originales cuyas bases
son las estructuras metálicas de unas viejas máquinas de coser de tiempos de
nuestros abuelitos y las cubiertas unos tablones con aspecto resinoso que dan
la impresión de que fueron sacados de un viejo establo campirano.
Lámparas de embudos,
regaderas, vajillas, máquinas de escribir, radios, tocadiscos, teléfonos,
relojes, estufas, aperos de labranza, monedas, armas, cuchillos, cuadros,
planchas y un sinfín de objetos y utensilios conforman una magnífica
ambientación que te hacen sentir protagonista de una reunión que se celebra en
el siglo XVIII o quizá XIX.
No podía faltar una
rica comida acorde a toda la parafernalia descrita. El local cuenta con un menú
variado pero debo confesar que desde el inicio lo que atrapó nuestra atención
fue la sección de platillos autóctonos: quesadillas de huitlacoche, flor de calabaza
y chicharrón, tostadas de pata, de tinga y de pollo; tradicionales guisados de
carne con chile y frijoles, sin faltar los típicos tamales con atole.
La prisa por llegar obedecía al deseo de festejar el cumpleaños de mi esposa y que mejor que ahí, donde además del lugar y la comida, podíamos disfrutar la música de mi admirado amigo Juan Felipe Manriquez, un gran trovador que frecuentemente ameniza los sábados de bohemia. Mi amigo Juan Felipe fue quien nos invitó a conocer este lugar para escucharlo en una de esas emotivas y nostálgicas noches. No lo digo sólo porque le tenga afecto, de verdad él es un excelente músico y un magnífico cantante. Es un apasionado de las canciones de Joaquín Sabina, Silvio Rodríguez y Joan Manuel Serrat, pero lo mismo toca trova que algunas viejas y románticas canciones mexicanas, es amante de la poesía y de las canciones que comprometen su pensar.
Se consiguió el
objetivo, mi esposa y yo pasamos una velada deliciosa, buena cena, buenas
canciones dedicadas especialmente a mi cumpleañera, brindis, felicitaciones
personales de la Dra. Bertha, la amable propietaria del lugar.
En fin, esta es mi
modesta descripción de ese maravilloso lugar. Pido una disculpa anticipada si
mi alcance literario no es suficiente para detallar el encanto de ese
establecimiento que al parecer antes fue un museo y hoy un punto de reunión
obligado, un lugar de referencia para las personas que gustan del ambiente
cultural y artístico, la buena comida y la buena música.
Es un ambiente que te
induce a la esperanza, a la ilusión por mejores momentos, es una atmósfera mágica que te remite a la nostalgia
de los tiempos idos, por eso concluyo diciendo que no pudieron haber escogido
mejor nombre que “El Rincón de los
Recuerdos”.