Empezó
el año con el panorama que habíamos anticipado en comentarios anteriores. Un
repunte del número de contagios de la enfermedad que sigue matando seres
humanos por todo el mundo. En el entorno local, en México para ser preciso,
debido a la imposibilidad de acatar las medidas sanitarias de precaución, por
no ser capaces de evitar las reuniones tumultuarias, organizadas o eventuales,
relacionadas con las festividades decembrinas, las compras y los festejos,
principalmente. Las consecuencias están ya registrándose en las estadísticas recientes
en donde ya se contabilizan los nuevos casos activos y muchas más defunciones,
en su caso.
Otra de
las condiciones que observé fue la difícil situación económica que tendríamos a
la vista en el año que ya tomó su lugar en la rueda y calendario de nuestras vidas.
Si de por sí resultaba tradicional la denominada “cuesta de enero”, ahora se
aprecia mucho más preocupante el panorama que años atrás. Es redundante señalar
las causas de ello. No es solo la compleja situación por la pérdida de empleos
y la pausa del crecimiento económico en nuestro país por el cierre temporal de
muchas actividades productivas sino también el complejo panorama mundial que
empieza a agudizar las crisis previstas. Me refiero a las causas externas que
afectan a nuestro país como es la crisis política y social que se vive en los
Estados Unidos de América (USA) cuyo detonador fue la validación del resultado
electoral que legitimaba la asunción al poder de Joe Biden, ya dentro de unos
días más.
Es algo
inusitado lo que sucedió en USA. No recuerdo algo parecido en la historia del
llamado gigante de América. Me refiero a los actos violentos del día seis de
enero. No, esta vez no llegaron los reyes magos cargados de juguetes y dulces
para los niños que se portaron bien. Esta vez una horda conformada por miles de
simpatizantes del loco Donald Trump, a la fecha aún presidente, irrumpió en el
Capitolio, sede de las dos cámaras que integran el congreso de USA, para
impedir o boicotear la declaratoria de validez oficial de la elección federal
en la que el demócrata Biden resultó vencedor. No es únicamente la apología a
la violencia post-electoral la que se representó en ese acto sino mediante este
salvaje atentado a las instituciones se dejó ver algo que también ya les había
comentado, la existencia de un movimiento trumpista
muy definido y bien identificado.
Lo
cruel del panorama es primero las muertes que se originaron del asalto al
capitolio, incluso una de ellas evidenciada dramáticamente por la televisión
que mostró el momento preciso en que se dispara en contra de una mujer. Después
de ello, la exhibición de las profundas contradicciones que muestra el sistema
capitalista en su conjunto.
No
pretendo hacer un análisis de la crisis capitalista, únicamente deseo poner en
la palestra hechos que están ahí dando indicios de una situación peligrosa que
puede significar sobresaltos para la economía mundial que, obviamente,
impactaría negativamente a la nuestra y, aún más, usar como verbigracia esa
situación para advertir de lo peligroso que suelen resultar los radicalismos
que les mencionaba en el artículo anterior. En ningún país o sociedad del mundo
es saludable que exista una polaridad tan marcada como la que exhibe hoy
nuestro vecino del norte. Las escenas violentas recientemente presenciadas no
pueden jamás considerarse una manifestación de protesta. Sin temor de exagerar
parecían más imágenes de una guerra civil. Se pudieron apreciar los rostros del
odio en los hombres y mujeres que participaron en la violenta intrusión. Lo más
preocupante es que esa reacción visceral fue planeada y convocada por el propio
presidente que debiera preservar la paz social de una nación que terminó
lastimada por las divisiones lógicas que provoca una elección. Es entendible
que lo que debía seguir era la fase de reconciliación, la operación cicatriz
que hiciera posible unir esfuerzos para trabajar a favor del desarrollo, del
progreso del país.
Ese
ejemplo es muy ilustrador de lo que pudiera suceder en cualquier país del mundo
y quizá, lamentablemente, también en el nuestro. Quizá suene un poco exagerado
decirlo de esa manera pero así se inician esos procesos. Lo que ocurre en las
redes sociales, esa gran confrontación inútil entre el bando que está a favor
del gobierno y los que se dedican a atacarlo de forma sistemática destilan
odio. Se puede notar digitalmente lo irascible de los comentarios entre los
bandos que se enfrentan cotidianamente en el mundo intangible del espacio cibernético
al grado que si dichas confrontaciones fueran personales, es decir, frente a
frente, ya se hubieran visto escenas parecidas a las que ya llegaron los
estadounidenses.
No debemos minimizar esos detalles, ni negar que
existan fuerzas que también incitan al odio en México tal como lo ha venido
haciendo el orate de Trump. Allá si le fueron bloqueadas sus cuentas en redes
sociales precisamente con el propósito de frenar esa convocatoria a la
violencia y el enfrentamiento, acciones que seguramente tendrán alguna
consecuencia legal, lo cual sería una ejemplar forma de inhibir futuras
acciones riesgosas. Cosa que difícilmente ocurrirá en México aunque sean las
mismas redes.
México es otra cosa en esos aspectos, aquí hasta
la televisión difunde publicaciones donde un partido político abiertamente le
tira estiércol a la competencia y todos lo vemos como si fuera de lo más
normal. No exigimos nunca que las campañas electorales sean primordialmente
elaboradas a base de propuestas concretas de trabajo en caso de ganar la
elección. En fin, esperemos a ver qué sucede más adelante, por ahora el espacio
se terminó.
RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA
SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com
.- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.