Recuerdo
haber escuchado a un colega periodista, entrevistado por otro compañero con una
carrera de muchísimos años de vuelo en el medio, quejarse de la nimiedad de un
apoyo económico recibido por parte del congreso local. Sé que pudiera resultar
extraño ese comentario. Me refiero a que muchos pudieran pensar que no hay nada
de lógico en protestar por haber recibido algo de dinero. Pero si lo ponemos en
el contexto en que este antiguo miembro de la prensa se lamentaba (a todos los
diputados y diputadas) quizá se comprendería mejor su especie de reclamo o
rabieta por ese caso.
El
susodicho solicitó un apoyo económico en la cámara de diputados (creo a la presidenta) o si fue dirigida en forma general al “H” “H” y
más “H” congreso estatal. El caso es que se trataba de un asunto de salud, en
el que se involucraba su hijo. La respuesta fue absolutamente exitosa y hasta ahí todo marchaba bien. La historia
empieza a tomar vapor cuando el solicitante abrió el famoso “sobre amarillo”
que contenía el “generoso” emolumento.
Con
todo lujo de detalles señaló que el apoyo recibido fue de mil cuatrocientos
pesos, aquí es cuando muchos dirían: ¡échatelos! No cualquiera le hace el feo a
casi millar y medio de “peluchólares”. Pero aquí es donde viene el meollo del
comparativo que llevó este asunto a su sublimación. El colega señala que la
cantidad que recibió es irrisoria, no porque se trataba de atender un asunto de
carácter urgente y fundamental como es la salud, sino porque le pareció
desproporcionada en el sentido de que el Congreso del Estado de Nayarit, gastó
una fortuna en la organización y ejecución de la XV Asamblea Plenaria de la
Conferencia Permanente de Congresos Locales (COPECOL) en la que participaron alrededor
de 300 diputadas y diputados locales de todas las legislaturas del país.
Suponiendo
sin conceder que el congreso nayarita no cargue con todos los gastos para
atender a trescientos hombres y mujeres, legisladores y legisladoras, de todas
las entidades del país, más todas las personas que los acompañan, el equipo
técnico, invitados, agregados culturales (gorrones, pues) y demás que fueron
atendidas en una de las zonas más exclusiva de Bahía de Banderas, en uno de los
hoteles de lujo de dicha zona, no deja de ser una buena dosis de billetes que
se esfuman, restan y desaparecen del “modesto” presupuesto que recibe el poder
legislativo.
Si
lo vemos desde ese ángulo, creo que la balanza de la razón se inclina hacia donde pisa mi colega. No es
necesario someter ese extraordinario evento y su “inversión” a un riguroso
análisis de costo/beneficio para entender el “dolor” o la decepción de nuestro
amigo periodista quien, sin proponérselo, evalúa o somete a su propia tabla de
prioridades, las dos situaciones. La suya, la salud y quizá la vida de su hijo,
un familiar directo y querido, contra lo que él identifica como un hecho o
circunstancia banal, donde el dispendio de recursos presupuestales no puede ni
podrá justificarse con los “brillantes resultados” que puedan obtenerse de esa
reunión de “representantes del pueblo” (de cuál pueblo) este es apunte mío.
Si
se observan las cosas así como las ve y sintió el colega, no hay forma de
contradecirlo. Es evidente que existen (para él y quizá para muchos por
empatía) razones de sobra y de peso específico para suponer que le asista la
razón. Nada es más importante que la salud y la vida. El otro aspecto, podría
tener varias lecturas, La COPECOL, argumenta que esas reuniones o asambleas son
indispensables para fortalecer el trabajo de los congresos locales, entendiendo
que es la interacción o retroalimentación entre las partes las que impulsa o
dinamiza el trabajo legislativo. En otras palabras, que aquellos que estén
haciendo bien la tarea, dejen copiar a los que vienen retrasados (me refiero
solamente a la chamba). Eso pudiera entenderse, pero lo que no tiene un gramo
de congruencia es la suntuosa parafernalia que se utiliza en esos eventos,
según para potenciar dichos “logros”. Cabe aquí la analogía aquella de que “sale más cara la envoltura que el regalo que
viene adentro”
Me
imagino que cualquiera entiende o piensa que ese tipo de eventos superfluos no
caben en el paradigma actual de la austeridad. No existe relación alguna entre
el discurso político actual y ese tipo de acciones. Esos dispendios, esos actos
de oropel, solo lastiman la sensibilidad y la dignidad de un pueblo (el de
verdad, el de abajo) que sufre a pie firme los embates de la carencia, la
desigualdad y el dolor provocado por el hambre. No es tiempo para esos
desplantes de vanidad por parte de quienes dicen ser los defensores de los
derechos fundamentales de la sociedad. Sé que es difícil pedirles a los
diputados y diputadas que se pongan el overol de la sinceridad y la camiseta de
la modestia. Si de verdad son indispensables esas reuniones masivas de “dignos
representantes populares” pues al menos le bajen dos rayitas a su escenografía
y pasen de lo versallesco a lo regular, lo modesto. Si no se pueden evitar esas
tumultuarias y “productivas” reuniones pues que las hagan en algún salón del
“Fray Junípero Serra” y les den “desayunos continentales”. Digo, por lo menos
mientras pasa la crisis económica que nos agobia, suponiendo que logremos
sobrevivir a ella.
En
ese sentido, creo que si le doy una buena parte de razón al colega que expresó su decepción y descontento por el
hecho que les comenté en el proemio.
¿Ustedes que opinan mis amables lectores?
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y
SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.