JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS /
Periodismo Nayarita
"No es de Ley..."
Llegó
el fin de semana. ¡Qué alegría! Es el momento de hacer planes divertidos.
Descansar, comer rico, a la hora que quieras. Algo de deporte, una botana con
una cerveza helada. En fin, es un buen momento, bastante bien aderezado con el
estímulo mundano, pero muy oportuno, de la llegada de la quincena. Todo es
propicio para disfrutar en compañía de mi adorable compañera. Pero, como reza aquel
viejo dicho, no falta un pelo en la sopa. Ya les contaré más adelante el porqué
del dicho.
Acudimos
con muchos bríos a la Plaza de Álica, debíamos comprar unas provisiones y no
era un asunto de elegir dónde hacerlo, ya que a los trabajadores sindicalizados
del poder ejecutivo no les está permitido eso. Todo lo que ingresa por concepto
de apoyo de despensa y la devolución convenida del Impuesto Sobre la Renta
(ISR) de aguinaldo y prima vacacional, tendrá que ser consumido en la tienda
Ley (Gooool). Vinieron a mi mente momentos pretéritos en los que la situación
era distinta. La tarjeta para despensa era casi universal, restringida sólo a
los lugares en que no hubiese terminal electrónica para tarjetas de crédito o
débito. Podíamos, incluso, adquirir gasolina, ropa y muchas otras cosas que
daban versatilidad y oportunidad de consumo al trabajador. En la actualidad, el
gobierno del estado, no ha querido acceder a otorgar esa libertad de compra,
reduciendo todo a comprar en Ley, por la ley de sus… deseos.
¿Por
qué estoy hablando de esa tienda en esta ocasión? Ah, pues por lo del pelo en
la sopa que mencioné en el proemio de este texto. No es algo grave, o al menos
no tanto, lo que les quiero comentar en esta ocasión, aunque material de ese
tipo no me faltaría. Y cuando digo tipo no me estoy refiriendo al término en su
acepción de clase, o naturaleza de una cosa, sino al concepto de persona,
sujeto.
Después
de pasar por el área de frutas y verduras, nos encaminamos hacia la pescadería.
Un espacio pequeño, por cierto, muy limitado en su abastecimiento, aunque
suficiente para satisfacer el antojo de ceviche de pescado a mi más puro estilo
tecualeño.
Solicité
el producto, filete de tilapia grande, para ser preciso. Cinco filetes grandes
serán suficientes para amansar el antojo botanero. El despachador atendió mi
pedido con prontitud, y enseguida tenía mi paquete etiquetado. Me llamó la
atención el precio final porque por lo que había visto antes de pedir, el
precio por kilogramo era de $ 79.90, según un letrero, justo donde estaba el
producto. Pensé, en primera instancia, que los cinco filetes habían sobrepasado
el kilogramo, luego vi que eran un poco más de 900 gramos. Voltee a ver el área
de los pescados y, sí, había otro letrero, incluso más grande, que decía que el
producto que yo había adquirido estaba rebajado de ciento y tanto a ochenta y
cuatro cincuenta. Regresé unos pasos y, hablando cortésmente, le pregunté al
despachador, ahora acompañado de una señora de edad avanzada también empleada
en el área de pescadería, que cuál precio me había aplicado, porque había uno
de 79.90 y otro de 84.50. Él me contestó, en un tono medio agresivo, que ese,
el de 79.90 tenía vigencia hasta el 29 de marzo, o sea ayer, hoy es 30 de
marzo. Le dijo yo, en tono comprensivo y conciliador, en primer lugar que las
letras de la vigencia no se alcanzaban a ver desde el ángulo del consumidor,
además de ser muy pequeñas. La segunda razón, fue que si ya no está vigente,
que necesidad de que esté a la vista, sólo pueden confundir al cliente, como
fue mi caso. El despachador del pescado, se puso alterado, cosa que pude
percibir a través de su mirada brillosa y su tono de voz, ya que su tapaboca,
no permitía observar sus gestos, parecía más un encapuchado a punto de atacar.
La señora mayor, entendió muy bien la situación e intentó retirar el precio
obsoleto, diciendo tiene razón el señor,
pero el terco y exaltado empleado, bajó de su peldaño y la volvió a colocar
diciendo, por qué, así déjelo. Bien,
le dije, es mejor hablar con tu gerente que contigo, y la respuesta, palabras
más, palabras menos, fueron casi un me
vale mad… el gerente y usted. En ese momento, pensé que la felicidad en que
amanecí envuelto el día de hoy era más importante que darle una lección a ese
sujeto, que no era digno de su trabajo.
Mi
esposa me observó cuando le pregunté con mi mirada qué opinaba del caso, me
dijo con su sonrisa, que era mejor seguir adelante con nuestros planes y darle
la espalda a ese individuo que en realidad no valía la pena. Le di la razón, la
tomé de la mano y seguimos caminando en el entrevero de anaqueles y pasillos.
En el fondo, me quedó el gusanito, de qué otra reacción pude haber tenido, la
de experto conocedor de las lides comerciales, por mi tremenda formación y
experiencia nacional en la PROFECO que, con facilidad hubiera puesto a parir chayotes a la tienda, al gerente
y al empleado, por esa falta, y, por otra, mi ancestral gallardía tecualense
para responder ante cualquier situación, pero creo, estuve seguro, que ésa no
valía la pena.
No es
la primera vez que me he encontrado con este tipo de empleados altaneros y muy
mal capacitados en el trato a la clientela. He registrado, además, eventos
varios en los que se infringe la Ley Federal de Protección al Consumidor, que,
si fuera el funcionario nacional de PROFECO, que antes fui, tal vez hubiera
aparecido por ahí algún sello de clausura.
Pero,
¿Cuál es la moraleja de esta historia? Pues, encontrar remedios a esas acciones.
Por un lado, contrarrestar la cerrazón del gobierno de imponernos la tarjeta de
Ley. No creo que sea porque tienen intereses directos en que ese dinero quede
en esas arcas. ¿O sí? Por otro, que la empresa de la que estamos hablando se ponga las pilas y capacite bien a los
empleados y empleadas, tanto en el trato a la clientela como en las
disposiciones normativas del comercio, en la información de sus productos y en
el respeto a los precios marcados. Ni que decir de otros aspectos, que se
modernicen, que actualicen sus existencias de ropa, etcétera.
Por lo
menos en lo que he podido experimentar en varias ocasiones, más los comentarios
de varios amigos y amigas, en esa dichosa tienda suelen pasar muchos incidentes
de ese tipo. Lo que convierte esto en una extraña ecuación: Lo que sucede en LEY, no es de LEY.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO EN LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.