Es
un gusto dar la bienvenida al año 2023 que inició apenas hace unos días. Antes
de cualquier apreciación o idea creo que todos debemos celebrar que estamos
vivos y hemos arribado a este nuevo ciclo de experiencia anual. Antes de
siquiera pensar en que tan bien o tan mal vendrá el año, es justo agradecer a
Dios (o a quien ustedes quieran) por la bendición o el milagro de la vida.
Sin
temor a equivocarme, la salud y el buen estado de la misma que nos permite
preservar la vida, es uno de los factores de mayor importancia que tenemos. De
ahí aquellas populares frases: “Sin salud no tenemos nada”, “Que tengamos
salud, lo demás como sea”. Ya tuvimos la
oportunidad de valorar no solo la salud individual sino también la salud
pública, cuando sufrimos los embates de la terrible pandemia del coronavirus y
supimos, por la traumática experiencia de aislamiento, que debemos cuidarla y
valorarla. Ahora mismo “están de moda” las enfermedades respiratorias. Los
resfriados comunes por los cambios de clima son el pan de cada día en esta
época invernal. Yo no soy la excepción, ni mi esposa tampoco. Ambos estamos
pasando por una crisis de salud, sufriendo los temibles y molestos síntomas del
dolor de garganta, ojos llorosos, la tos y las insoportables flemas, que nos
hacen sentir incómodos en la soledad y mucho más en compañía.
Pero
dejemos de lado la salud física y volteemos hacia la salud económica. Creo que
en este rubro se siente igual que la mencionada pandemia. Al menos en la
exagerada cantidad de personas que sufrimos esa calamidad. Ya pudimos observar
en el año anterior la escalada de precios. Ni siquiera entraré a los detalles
técnicos, quizá solo mencionar como datos generales que la inflación en México
al cierre del 2022 fue de 7.82 por ciento y que es el porcentaje más alto que
se registra en diciembre desde hace al menos dos décadas.
Quizá
lo anterior no les diga mucho a algunas personas, pero son muchas, sobre todo
amas de casa, que sufren los horrores de acudir a un mercado o un centro
comercial y constatar que la misma cantidad de dinero que suelen gastar en la
despensa no les alcanza para adquirir los mismos productos que tradicionalmente
compraban. Sin necesidad de tener una maestría en finanzas, nuestras valerosas
heroínas son fieles y estoicas testigos del proceso inflacionario, la carestía
de la vida y la precarización de los empleos. En otras palabras, son ellas
quienes perciben con mayor claridad la desmedida desigualdad entre el aumento
de los precios de los productos de la canasta básica y la poca o nula movilidad
positiva de los salarios.
No
creo que sea difícil entender esa situación, puesto que se vive a diario,
prácticamente como una pesadilla cotidiana, pero existen ejemplos de esta disparidad
que son muy ilustradores. Tal es el caso de los trabajadores sindicalizados de
la burocracia estatal que, además de que no se han actualizado positivamente
las prestaciones del convenio laboral desde el 2013, tampoco se ha aplicado
desde hace varios años el aumento anual que autoriza la Comisión Nacional de
los Salarios Mínimos (CONASAMI). Lo que hace evidente el estado de indefensión
de los trabajadores ante el embate de la carestía de la vida y, con ella, el
debilitamiento de su poder adquisitivo. Este tipo de situaciones ejemplifica de
manera ostensible, el sentido que tienen las prestaciones laborales que se obtienen
por la vía de las conquistas sindicales, ya que son precisamente apoyos para
complementar y fortalecer el poder adquisitivo de los trabajadores ante lo
insignificante de la mayoría de los sueldos que no son suficientes para proveer
a sus familias los satisfactores básicos necesarios para disfrutar de una vida
medianamente digna. Entre otros ejemplos, aquí podríamos citar la despensa que
a finales del año se otorgaba a cada trabajador para apoyar la economía
familiar y que hace varios años que dejó de entregarse.
En
el párrafo anterior, comentamos únicamente lo que se refiere prácticamente a la
adquisición de la canasta básica, pero ¿qué sucede con lo demás? Recordemos que
“no solo de pan vive el hombre”. ¿Cuántos esfuerzos más habrá que hacer para
allegarte los servicios? ¿Qué pasa con los combustibles? La gasolina carísima
(promedio de 25 pesos por litro de la “Premium” o roja). El tanque de gas de 30
kilogramos que ha llegado a costar cerca de los 800 pesos. Los costos de la
electricidad, los pagos de impuestos, predial, agua y no se diga los
controvertidos (por injustos) “emplacamientos” y refrendos vehiculares que son
una pesada carga para los exiguos presupuestos familiares.
¿Qué
podríamos decir de la salud social? Entendida esta como la paz que toda
sociedad debiera disfrutar en todo momento. Se puede decir que en nuestra
entidad se goza de una situación bastante aceptable. Sobre todo si la
comparamos con la que se vivió en tiempos de los tristemente célebres
exgobernador Sandoval y el exfiscal Veytia, pero no podemos decir que estamos
plenamente exentos de situaciones que amenazan nuestra seguridad, ya sea por
factores externos, como lo sucedido en Sinaloa o sean internos, propios de las
condiciones y circunstancias de nuestro maltratado e inestable tejido social,
pero ya habrá oportunidad de comentarlos en otra ocasión por obvias razones de
espacio.
Por
esta vez, aquí le dejamos, esperando que las cosas que están mal puedan mejorar
y que las que se avecinan como buenas noticias sean muchas y bienvenidas.
Aprovecho la ocasión para desear a mis amables lectores que este año 2023 sea
propicio para sus anhelos y propósitos. Deseo lo mejor para todas las familias,
esperando que me sigan favoreciendo con el privilegio de su lectura y
acompañamiento.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y
SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.