"Soy un viejo loco"
Soy un
viejo loco que vive de una manera rara. No puedo adaptar mi forma de ser a las
épocas modernas. Todo me brinca de un lado para otro. Nada cuadra en mi mente.
No estoy seguro pero es muy probable que necesite visitar al psiquiatra, pero
me da miedo porque no quisiera causarle algún trauma al pobre hombre.
No
entiendo mucho las cosas que pasan y no sé si eso tenga que ver con lo avanzado
de mi edad o de verdad el mundo ha cambiado tanto que ya no puedo comprenderlo.
A veces me pregunto por qué razón está todo de cabeza. Por qué razón importa
tanto tener muchas cosas materiales, a veces al grado de delinquir para
obtenerlas. No logro entender por qué tenemos un país en el que más de la mitad
de su población vive en pobreza, o que menos del diez por ciento de esa
población acapare la riqueza nacional.
Creo
que soy un viejo loco con ataques de nostalgia. Alguien que muere de tristeza
al ver que nuestros recursos naturales han sido saqueados o deteriorados. Soy
un viejo loco que llora de tristeza al ver la indolencia de la gente que es al
extremo humillada por déspotas gobernantes y ni siquiera levantan la cara,
mucho menos reclaman sus derechos. Creo que ya soy un tipo obsoleto porque no
puedo entender por qué tanta gente bendice a un cínico gobernador que lanza más
bendiciones que el mismísimo Papa, cuando es un secreto a voces que tiene más
pecados que Dimas y Gestas juntos y agarrados de la mano. Por poco le da un
infarto fulminante a mi viejo corazoncito, cuando leo que una señora de cuyo
nombre ni siquiera quiero acordarme (cálmate Miguel de Cervantes) le dice a
Roberto Sandoval “Gracias por ser y sera
por siempre el mejor Gobernador de la historia de Nayarit Dios lo bendiga
siempre Roberto” (sic). Qué puedes hacer ante una declaración de esa
naturaleza. Me otorgo unos instantes, en este punto y aparte, para tomar un
poco de aire, porque para asimilar algo tan patético como eso, se necesita también
algo de valor.
Después
que pasó el conato de soponcio intenté analizar de manera objetiva y sensata
qué era aquella especie de aberración. De donde podría proceder esa frase tan
descabellada y extremista. ¿Sería acaso esa señora un SasaBot? Tal vez una
beneficiaria directa de las canonjías que otorgó a “su gente”. O ya de plano
esa doña estaba poseída por el más siniestro demonio de la concupiscencia o la
locura. O peor aún, su cuerpo y su alma estaban invadidos por el perverso y
mortal virus de la ignorancia. No sé cuál de todas esas razones motivaban a esa
señora a emitir tan descabellada expresión pero mitigó mucho la culpabilidad
de mi locura senil. Es bueno sentir que hay peores locos que uno.
Creo
que soy un viejo loco que padece de idealismo crónico. Un sujeto que se niega a
sepultar las cosas bellas del pasado. Un individuo que se aferra a las buenas
costumbres de antaño. Que aprecia la casi extinta unidad de las familias. Que
sufre al ver la muerte del respeto a los ancianos y a las damas. Que añora los
tiempos idos, aquellos tiempos, “los de don Simón”. Cuando la diabetes en los
niños y ancianos era una excepción y ni siquiera soñábamos en conseguir un
campeonato mundial en ese rubro. Extraño la decencia de la gente, cuando hasta
los políticos robaban poco y eran discretos, no lo decían en un micrófono.
Cuando lo negro era negro y lo blanco, blanco, no había tanta demagogia como
hoy. Ni llegaban al extremo del cinismo de ahora que, aunque estés viendo una
realidad aplastante, te dicen que vives en un paraíso terrenal envidiable y que
ocupas los lugares de honor en el país.
Creo
que soy un viejo loco porque no entiendo el distanciamiento entre padres e
hijos, cuando por más modernidad que ellos reciban debería existir siempre un
hilo que nos mantenga unidos, en comunicación, aunque sea de manera abstracta.
Creo que debiera existir un hilo como aquel de los viejos teléfonos fabricados
en casa, cuya alta tecnología se basaba en dos latas vacías de chiles en
vinagre, con una perforación en el mero centro y un hilo cuyo retén era un trocito
de madera que quedaba por dentro y podías dizque escuchar la voz al otro
extremo del genial aparato. Ese hilo sólo es un simbolismo porque cuando
pienso en mis hijos, incluyendo al más pequeño, con el que mayor diferencia
de edad tengo, el hilo puede ser cualquier cosa, cualquier vínculo, la música
por ejemplo, porque, aunque a veces no te des cuenta, la escuchas y la cantas frente
a él desde que es un bebé, sin saber que estás dejando ese recuerdo y esa
influencia en su mente y en su corazón.
Creo
que soy un viejo loco porque extraño mucho aquellas coloridas postales que
solíamos enviar a nuestros familiares y amigos desde el lugar que visitábamos. Aquellas
largas cartas de amor que escribimos a nuestra amada. La forma tan romántica y
poética como la conquistamos. Los paseos en la plaza tomados de la mano o
abrazados tiernamente. También echo de menos los entretenidos cuentos del
abuelo y las fantasmagóricas leyendas que contaba la abuela. La hermosa
costumbre de antaño de reunirnos al llegar la noche, en torno al radio de bulbos, a
escuchar las radio novelas de aquellos tiempos. Las fascinantes historias urbanas
de Chucho el Roto, las campiranas aventuras de Felipe Reyes o los emotivos
episodios de Kalimán el Hombre Increíble. Cualquiera de esas series
radiofónicas eran un gran pretexto para la reunión, para la tertulia familiar en
la que no podían faltar el café de olla, negro como mi conciencia, y unos
frijolitos refritos en cazuela de barro y manteca de cerdo, acompañadas de unas
tortillas calentadas en comal de disco de rastra de tractor. Humm, parece que puedo
sentir en mi olfato el delicioso aroma de aquellas noches de ensueño, de paz y
de convivencia amorosa entre los miembros de aquella numerosa familia.
Creo
que soy un viejo loco porque detesto a los políticos corruptos. Porque no
entiendo a los jóvenes que se mantienen apáticos a una realidad social que les
reclama su presencia, pero muchos de ellos viven como zombis en mundos
ilusorios donde predomina el alcohol, el reventón, el sexo y las drogas. Porque
no entiendo como la sociedad no se da cuenta que si consolidamos una mayoría
social articulada, con una organización congruente y efectiva, se puede aspirar
a lograr un país distinto, justo, progresista y soberano como el que sin duda
todos soñamos.
Creo
que soy un viejo loco porque no estoy dispuesto a esperar más. Ni quiero que
luchemos por dejar un país mejor a nuestros hijos, quiero que TAMBIÉN me toque
a mí, ahora mismo. Creo que aún tengo tiempo de verlo “con mis propios ojos”.
No hay mejor herencia que el buen ejemplo y ese es el que debemos poner al
frente desde hoy. El sentimiento de hartazgo e inconformidad de la sociedad, por
el estado de cosas actual, es una inmensa yesca que sólo espera una pequeña
chispa para encender, y yo, el viejo loco, pero mexicano y patriota, estoy
dispuesto a marchar al frente de la lucha pacífica por lograr un nuevo proyecto
de país, dispuesto a poner mi modesto esfuerzo “Por México Hoy”. (In memorian, a mi señor padre don Rafael
Elizondo Ortega, por el “Día del Padre”).
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.