El
sábado veinte de abril del presente año nos despertamos con la noticia que el
tiradero de basura “El Iztete” estaba en plena combustión. Como es usual, los
habitantes de esta capital nayarita no le dimos la debida importancia al suceso
y la mayoría pensamos que era un incidente sin mayor trascendencia y a la
brevedad pasaría a la historia local como una más de las innumerables anécdotas
que se generan a diario. No fue así. Lo sucedido se convirtió en un
considerable problema ecológico, agravado con la “misteriosa” aparición de
nuevos incendios, uno de ellos en el ya deteriorado y maltrecho cerro de San
Juan.
Pronto
nos dimos cuenta que el problema de la “quemazón” de basura era de grandes
proporciones y peores consecuencias. El cielo de la ciudad se empezó a nublar y
de pronto recordé cuando vivía en la ciudad de México. Sin demora vinieron a mi
mente aquellos cielos grises que tornaban a terrosos, incluso a veces como un
magenta oscuro que nos provocaba el temor de una probable lluvia ácida.
Nuestra
tierra siempre es muy especial y, por supuesto, que todo lo que hay acá es muy
distinto a cualquier otro sitio de nuestro país. La información acerca del
incendio empezó a fluir igual de lenta que la reacción de las autoridades ante
la contingencia. Como era de esperarse, a la par de las noticias que intentaban
despejar las dudas de los ciudadanos acerca de las causas y los riesgos del
siniestro, aparecieron como moscas las especulaciones y las historias de
pasillo, las leyendas urbanas que, en forma detallada, explicaban y desnudaban
a los perpetradores de tal felonía ambiental.
¿Quiénes
son los culpables del desastre? Pues eso depende. Si la pregunta es de carácter
histórico, pues tendríamos que remontarnos a más de treinta años de la
existencia de este “tiradero de basura a cielo abierto” mal llamado relleno
sanitario pues, desde mi punto de vista, son dos cosas muy distintas ya que el
primero representa una amenaza para el medio ambiente y la salud, mientras que
el segundo permite la disposición final de los residuos sólidos, favoreciendo el
reciclaje y reduciendo los riesgos de salud.
Dicho
lo anterior, debemos recordar que el caso de este famoso tiradero municipal
tiene una larga historia que no termina en la cuestión material o en el asunto
de la infraestructura sanitaria, sino que ha sido un tema llevado y traído por
políticos y administraciones municipales pasadas. Ha servido como bandera de
campañas electorales, pero nunca se ha llegado a un final feliz, aunque en
tiempos recientes parecía que estaba próximo.
Si
cambiamos los tiempos y nos situamos en esta brutal actualidad, pues entonces
ya podemos ubicarnos en un episodio casi peliculero (sin albur) donde ya los probables
actores abundan. Por un lado, se habla de misteriosos pirómanos que, ocultos en
el nocturno ropaje de la noche, daban rienda suelta a su ardiente sicopatía.
Otros, no queriendo desaprovechar el cálido ambiente político de las campañas
electorales, se apresuran a declarar que son los enemigos del partido
oficialista los que han provocado incendios a diestra y siniestra, con el
propósito de crear un clima de aversión hacia ellos y menguar la simpatía e
intención del voto.
Sea el
espíritu de Nerón (poseyendo a los pirómanos locales) el que goza de la
parafernalia del fuego al compás de su lira, los maquiavélicos cerebros de los
estrategas políticos o vaya usted a saber que otros negros intereses estén
involucrados en esta terrible catástrofe que ha puesto en peligro a los que
vivimos en la capital nayarita, el caso es que la contingencia ambiental nos ha
puesto contra la pared.
Resulta
de una profunda tristeza y preocupación ver el nivel de envilecimiento que
puede existir detrás de oscuros intereses que entablan sórdidas luchas por
lograr sus objetivos. Si de verdad estos incendios fueron provocados
dolosamente, me imagino el grado de mezquindad existente para exponer al
contagio de peligrosas enfermedades respiratorias y de otro tipo, incluso
cáncer. ¿Qué clase de desperdicios nauseabundos se han convertido en espesas
nubes de humo que van a nuestros pulmones? ¿Alguien puede imaginar las cosas
que se pueden encontrar en las toneladas de basura tiradas a cielo abierto? Plásticos
nocivos, medicamentos caducados, toallas femeninas, gasas, gusanos, jeringas,
insecticidas, pesticidas, solventes, pinturas y un sinfín de artículos y
desechos tóxicos que son un peligro latente, sobre todo para los grupos más
vulnerables de la sociedad.
Reitero
que la reacción para resolver esta trágica problemática se puede adjetivar de
negligente, lenta, omisa, indolente, indiferente (me quedan más sinónimos, pero
poco espacio). No digo que no hayan enviado a las heroicas brigadas de siempre
a luchar con más ganas que equipo, pero subestimaron el nivel del siniestro y
de las consecuencias en el importante riesgo a la salud pública.
Ahora
sí estamos lucidos, se nos quema el basurero, el cerro de San Juan y quien sabe
cuántos incendios y conatos más haya al mismo tiempo. Al salir a trabajar, el
ambiente más parecía un paseo con Hades por el inframundo que la antes bella
atmósfera de nuestro Tepic. Por si fuera poco, este medio ambiente que nos
ponía como lisas tatemadas o ahumadas, te acercabas un poco hacia el centro y
el chacuaco del molino de Menchaca vomitaba serpientes de humo denso que se
retorcían caprichosamente con el empuje del leve viento de temporada.
Parece
que nada ha quedado de aquella atmósfera transparente, de aquel cielo límpido y
cristalino que a muchos nos atrajo de las ciudades y nos hizo sembrar nuestras
ilusiones en esta pequeña capital hospitalaria y tranquila. Después de quince
días de no poder extinguir los incendios simultáneos, ha llegado la ayuda del
gobierno federal. Lo supongo al ver helicópteros sobrevolar nuestra ciudad.
¿Por qué hasta ahora? Solo Dios y las autoridades (municipal y estatal) lo
saben.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y
SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.