sábado, 25 de febrero de 2023

"La aventura del dolor"

 




JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / 


Periodismo Nayarita



"La aventura del dolor"


Recientemente comentaba que el nuestro es un mundo de contrastes. Vaya que no tardé mucho en tener una prueba irrefutable. El viernes anterior festejaba feliz y apaciblemente mi cumpleaños, acompañado por parte de mi familia directa. Al día siguiente, el accidente vial que nos dejó como consecuencia, además de las fuertes pérdidas materiales, importantes secuelas emocionales. El percance, que ahora sé por qué le llaman siniestro y me refiero a que, además de significar “suceso que produce un daño o una pérdida material considerables”, también posee una acepción como adjetivo, que es: “Infeliz, funesto o aciago”. Estoy casi seguro que en mi imaginario tiene mayor peso la segunda opción porque estoy convencido que el escenario de un accidente es realmente siniestro por todo el contexto de dolor físico y anímico, entre heridas, gastos, trámites y desazón por todo lo ocurrido.

 Sin duda que un accidente muy fuerte, un choque por alcance en medio de una carambola, como el que sufrimos es bastante traumático. Es muy fácil deducir las consecuencias que tiene un evento de esa naturaleza. Es la primera vez que he estado involucrado en un accidente así y seré sucinto en la descripción.

 Una mañana feliz, tranquila, después de un rico menudo con tortillas hechas a mano. Enseguida pasamos a realizar compras, mi esposa y yo cargados de ilusión, muy animosos pensando en disfrutar una tarde deliciosa en casa y de pronto, un “frenón” repentino, un golpe más o menos fuerte y otro terrible por atrás que nos estampó por alcance. De ahí en adelante el panorama cambió absolutamente, de gusto e ilusión a congoja, tristeza y desesperación.

 Ocho horas consecutivas de sufrimiento en el que se mezcló el dolor, la tristeza y el pesimismo. Vienen a tu mente una serie de reflexiones que hacen que tu cabeza se vuelva un remolino que te pone a punto de estallar. Lo primero, verificar la salud de la familia y enseguida de los demás. La presión de los curiosos, los policías, el ajustador del seguro, hablándote todos a la vez y yo con la pregunta retumbando en mi cabeza una y otra vez: ¿Por qué a mí, por qué a mí?

 Mi esposa lastimada, mi camioneta con daños considerables, el que se enfrenó súbitamente ante nosotros con su vieja camioneta intacta y la que me chocó a mí con todo el frente destruido. Algo debe estar pasando en este mundo que el que ocasionó “literalmente” el percance (que por cierto lo reconoció ante nosotros) fue el único que no tendrá que pagar nada, ni siquiera una infracción. Dos camionetas severamente dañadas, una señora con un brazo fracturado, mi esposa con esguince cervical de segundo grado, decenas de miles de pesos que se habrán de pagar y aparte de todo eso, también pagar ambos una infracción. Algo me brinca en esos escenarios. Un algo que parece un poco alejado de la lógica más elemental, pero ¿Que creen? Eso no es todo. El viacrucis siguió.

 El seguro de nuestro vehículo, que por cierto me reservo de momento la razón social, nos brindó a mi esposa y a mí la atención médica inmediata (bueno, a mí varias horas después que pude librar los trámites del accidente) a ella si la atendieron de forma oportuna. La clínica particular a la que fuimos derivados se llama Santa María, es muy conocida y está por los rumbos de la Universidad Autónoma de Nayarit, por cierto que les reconozco y felicito por la cálida atención recibida de parte de todo el personal, muy profesional. No solo se trata de criticar las cosas malas sino también mencionar las buenas, cuando las hay.

 Después de todo el galimatías que tienes que resolver, aún faltaba la cuestión de las incapacidades médicas para poder realizar lo que se considera la base principal de la receta médica: el reposo por varios días. Ahí es donde se siente que se pierde la pizca de esperanza que te quedaba. Supones que dentro de la vorágine de sucesos tristes que acabas de sufrir, de pronto te encontrarás con esas almas caritativas que, cómo auténticos ángeles de Dios, te brindarán un trato casi maternal. Ves esas batas blancas que dicen ISSSTE y en tu inmensa imaginación (al estilo de nuestro héroe nacional Guillermo del Toro) los miras como los ángeles de la bondad y vas en busca del anhelado “regazo maternal”, oportuno alivio a tus dolores y penas, y es entonces cuando la desilusión hace presa total de tu corazón y sobreviene la explosiva combinación de impotencia, coraje, tristeza, dolor y empiezas a “mencionar progenitoras” por todos lados. 

 Recojo como testigo la experiencia de uno de los protagonistas que llegó a la recepción de la Subdirección Médica, sita en el Hospital de La Loma, donde fue atendida (si a eso se le puede llamar atención) sin ningún tacto, ni siquiera un asomo de calidez por una mujer bajita, de complexión robusta que antes de que la paciente (que luego se convirtió en impaciente) le mostrara los dictámenes médicos de la clínica particular, así como los estudios de rayos X, le marcó el alto, exigiendo presentara facturas, pase médico del seguro al particular y una serie de papeles de lo más raro. Después de mucha insistencia el, hasta entonces, “medio paciente” le permitieron entrar a platicar con la subdirectora médica. De entrada le preguntó ¿Quién la mandó aquí? Ups.

 No se obtuvo ningún resultado positivo, la flamante subdirectora, insistió en que tenía que solicitar cita médica, cosa que el “ya impaciente” le indicó que lo había intentado varias veces, siendo la más cercana en un mes. Agregó la “empática” subdirectora que “si no quería estar parada ahí con el dolor del cuello con collarín, que le darían chance que un familiar le hiciera la fila a las siete de la mañana”. (Quedé impresionado con la generosidad de la Madre Subdirectora de Calcuta).

 El contraste, con otro protagonista de la misma aventura (pero en el escenario del IMSS) se tiene que reconocer el trato diametralmente opuesto al que recibió el “impaciente” en el ISSSTE. En el Seguro Social, una atención fraterna, diligente y efectiva. Se le brindó la revisión médica, la evaluación y su incapacidad por los días que el médico de la clínica particular sugirió como reposo. Eso es ser profesional. Felicidades al personal del IMSS y un merecido ¡Buuuu! para las mencionadas personas del ISSSTE.

RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.