JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita
Tepic, Nay; mzo 26, 2014. Preparaba los documentos para tramitar un
descuento en medicamentos para mi señor padre y veía con cierta curiosidad su
credencial de pensionado del IMSS. En ella se podía leer el tipo de
pensión que goza, pensión por vejez. De ahí surgió la idea de dedicar el
espacio a este tema que a mi juicio tiene mayor importancia que la que a veces
le brindamos.
Dejo de lado la polémica frecuente acerca de
a qué edad se considera que llega la vejez, algunos dicen que a los sesenta,
otros que a los sesenta y cinco y unos más que a partir de los setenta años.
Prefiero comentar algunas incidencias personales que han cimentado mi criterio
y mi opinión en este asunto. A lo que me refiero es que recuerdo muy bien la
veneración hacia el anciano por parte de las sociedades de antaño. Aun con el
peligro de que mis amables lectores puedan decir que ya estoy viejo, diré la
arriesgada frase "en mis tiempos" no se solía faltarle al respeto a
nuestros abuelos ni a cualquier persona de edad avanzada. Se puede decir que
era un pecado capital desobedecer, ofender o burlarse de una persona mayor,
cosa que actualmente resulta una cosa muy común y corriente, más corriente que
común.
Es una verdadera lástima atestiguar con indeseada
frecuencia, episodios locales, ejemplos palpables y recurrentes que retratan
una sociedad enferma y desorientada en la que de manera evidente se le falta al
respeto, se le segrega y muchas veces inclusive se maltrata al anciano.
Cada día es mayor la brecha existente entre
la situación de privilegio que en antiguas culturas se le dio a los ancianos,
condición que se relacionaba con lo divino, con la sabiduría, la política, la
ética, y la actual visión de las culturas modernas o globalizadas hacia los hoy
llamados adultos mayores. En los tiempos idos, era muy común que el consejo de
ancianos fuera el órgano consultivo de las sociedades y sus gobiernos, lo mismo
ocurría en distintas tribus indígenas de muchos países del mundo. Hoy, en
nuestros maravillosos tiempos, vemos como lastimosamente los ancianos intentan agruparse
mediante lo que conocemos como clubes de la tercera edad y andan por ahí rogando
a los tres niveles de gobierno que les atiendan sus más básicas necesidades.
No intento usar esta semblanza de los clubes
de adultos mayores de una manera peyorativa, ya que gozan de mi más cumplido
respeto y mi sincera admiración. Al contrario, me indigna que éstas personas
tengan que andar suplicando a los gobiernos que les brinden atención cuando eso
debiera ser una de las prioridades de las políticas públicas de la asistencia y
la previsión social. Sobre todo si se considera que estas personas, que a esa
edad se encuentran en una etapa de madurez y una relativa inactividad económica,
ya dieron en su "edad productiva" todo su esfuerzo, su energía y su
trabajo para formar y apoyar a las nuevas generaciones, a los jóvenes de hoy
que son ni más ni menos que sus hijos y nietos, los mismos que en este preciso
instante forman parte de las fuerzas económicas y sociales que dirigen los
destinos de nuestras sociedades actuales.
¿Qué es lo que sucede entonces? Por qué han
cambiado tanto las cosas en estos años?
En mi opinión, esto tiene que ver con la
descomposición social que es cada vez más notoria en estos tiempos. Así como se
nota el resquebrajamiento del tejido social es también muy evidente que esto
deriva de lo que ocurre en su célula básica que es la familia. Es también
evidente la pérdida general de valores éticos básicos, desde la simple
urbanidad, entendida como la educación que se adquiere en casa como saludar,
ceder el paso y el asiento, el comedimiento para ayudar a cargar algo,
"hacer los mandados" y todas esas minucias que van formando al
individuo desde edades tempranas. Ahí y entonces es donde se te enseña a honrar
a tus padres y abuelos, a quererlos y respetarlos.
Cuánto habrá tenido que fallar esa estructura
familiar y social para que, hoy en día, encuentres con pasmosa facilidad
estadísticas aterradoras que nos dicen que el maltrato a las personas mayores
ha aumentado inexorablemente. A pesar del dramatismo de las cifras, que obviamente
no consideran lo que no se denuncia, peor aún resulta percatarse de que los
agresores resultan ser en la mayoría de los casos los que debieran honrarlos y
cuidarlos, es decir sus parientes, hijos(as) y nietos(as) principalmente, lo
cual es ya de por sí algo monstruoso.
Todos tenemos la culpa de este grave problema
social. Los que no educamos bien a nuestros hijos y permitimos que nos rebase la
modernización, la tecnología y la apatía familiar. Los gobiernos inescrupulosos
que ahondan más el problema privatizando de manera paulatina los sistemas de
salud y previsión social y desvían abusivamente los fondos de pensiones de los
trabajadores.
Creo firmemente que debemos denunciar y
combatir a las aves de rapiña y los amantes del lucro que quieren privar de los
servicios y atenciones a los adultos mayores que ya pagaron anticipadamente por
ellos. Luchar contra aquellos que en vez de venerar la condición de vejez, la
vituperan y hacen escarnio de ella,
porque de no hacerlo así tendremos más culpa nosotros. Así también, tendremos más
culpa los que dejemos que se pierdan las buenas costumbres, los que dejemos de
creer en el respeto y en el amor como premisas de una buena relación familiar,
los que no dediquemos algo de nuestro tiempo a la atención de nuestra familia, los
que no cuidemos a nuestros padres, hijos y a nuestra pareja.
Por todo lo anterior, los invito a fortalecer
nuestro entorno familiar, a convivir con alegría, a gozar de los pequeños
detalles con emoción e intensidad. En resumen, a vivir con amor como base del
respeto o vivir con respeto como base del amor.- RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS
ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com