JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS /
Periodismo Nayarita
"Plagas indeseables"
Una
de las cosas que llamó poderosamente mi atención, entre tantas que suceden hoy
en día, es lo que me platicó un amigo (bueno, un conocido), que tenía entre sus
planes cercanos visitar las paradisiacas playas de Cancún, Quintana Roo. Con un
mal disimulado temor, me comentaba que se le quitaron las ganas de viajar al
famoso centro vacacional de la Riviera Maya, debido a que se enteró de la ola de
violencia que está azotando al mencionado lugar. Que justo apenas el veintidós
del mes que corre, se registraron varios hechos sangrientos en la ciudad de
Cancún. En dichos sucesos asesinaron con armas de grueso calibre a varias
personas en distintos actos delictivos de una misma tarde-noche, y en días
anteriores asesinaron a ocho, dejando los cuerpos descuartizados y algunos
decapitados.
Le
di toda la razón a mi asustado amigo. No era para menos, ponerse a pensar en la
conveniencia de vacacionar en ese sitio turístico. En contraparte, intenté
minimizar un poco la situación, poniendo como razón que esa no es la única zona
donde las guerras intestinas de los cárteles de la droga se ponen al rojo vivo,
en la lucha por apoderarse del control de las plazas más importantes de ese
negocio. En ese afán, le mencioné que también Acapulco está en la lista de los
lugares a los que no recomiendan viajar. (Citando que es el Departamento de
Estados Unidos y la CIA, quienes hacen estas recomendaciones en una revista) La
razón por la que advierten a sus turistas potenciales del peligro de hacer el
viaje, es que sitúan a dicho puerto mexicano como la “Capital del Asesinato” en
nuestro país, equiparándolo con Irán, Siria y Corea del Norte.
La
conversación siguió por ese derrotero y pues obviamente que salieron a relucir
lugares como Ciudad Juárez, Ciudad Victoria, Los Cabos, Tijuana, La Paz y
Culiacán, por mencionar los principales. Pero, por más que me quise “hacer
pato” no pude, tuve que decirle que Tepic también está en la lista de esas
ciudades violentas, que en conjunto, con doce de ellas, México ocupa el segundo
lugar mundial, tan sólo superado por Brasil, que tiene diecisiete en total
(según el Newsweek en Español).
Ambos
nos quedamos callados, como si de pronto deseábamos creer que todo lo que se
decía de esos lugares tan bonitos era solo una maledicencia. Quizá hasta
pensamos que era cosa de esa prensa amarillista que suele ser exagerada. El
silencio no se pudo sostener mucho tiempo, había que encauzar la conversación hacia
un terreno más grato y alentador. Fue entonces que medié, con una amplia
sonrisa (lo menos fingida que pude) diciendo que todo lo malo que se dijera de
Cancún podía dejarse de lado fácilmente con tan solo pensar en disfrutar de
esas bellas y cálidas aguas color turquesa. Asomó una tímida sonrisa en el
rostro de mi amigo, como cuando se entornan los ojos para deslizar un lindo
recuerdo de algo o de alguien, pero de pronto, me pareció escuchar (creo fue mi
imaginación) ese chirrido áspero, muy característico de cuando se pasa
abruptamente de un escenario de expectativa prometedora a uno de muy cruda
realidad. Se rompió la magia del momento al decirme:
──¿De verdad no sabes lo que está pasando en
las playas de Cancún?
──Sí, pues que está muy llena la playa,
porque estos días hay muchos visitantes.
¡Noooo!
Dijo mi amigo ─casi gritando─ mientras yo lo veía expectante. Las playas de
Cancún están ahorita llenas de algas marinas. Los escasos bañistas que se
atreven a nadar, se enredan entre los grandes promontorios de sargazos de color
marrón que invaden las costas. Creo que es algo deprimente ese espectáculo.
Sobre todo si ya tenías en tu memoria la exquisita belleza de aquellas aguas
marinas.
Intenté
distraerlo y apunté las baterías hacia los bellos lugares que, mientras se
componía la situación social y ecológica en aquel puerto del sureste, podía
disfrutar en nuestra geografía estatal. Le hablé de Chacala, Los Naranjos, Guayabitos,
Los Ayala, Lo de Marco, Sayulita, San Pancho, Bucerías y Nuevo Vallarta. Traté
de encontrar algún punto en el que pudiera ayudarlo a recuperar el ánimo que se
había disipado y la confianza en que todo se iba a resolver. Lo relativo a la
violencia, si no erradicarla del todo al menos controlarla, podría ser con el
advenimiento del nuevo gobierno federal. Y lo de las playas, pues eso también
es complicado dado que, desde mi punto de vista, son las consecuencias directas
del calentamiento global y éste, a su vez, es un problema al que poca atención
se le ha dedicado en términos mundiales.
Luego
pensé en recomendar otras latitudes nacionales para vacacionar, en caso de no
querer hacerlo en tierras de Nervo. Se me ocurrió decirle que tal vez en
Veracruz podría encontrar los sitios deseables para disfrutar de la playa y
algo de ambiente rumbero y jacarandoso. Se me ocurrió decirle también (craso
error) que al fin y al cabo ya no había peligro en ese estado, porque ya habían
capturado al “villanazo” del ex gobernador Javier Duarte y que éste estaría muchos
años a la sombra. La cara de mi amigo entró en una especie de transmutación. Su
cara se puso como un jitomate y sus ojos parecían despedir chispas cuando
volteo a verme. De inmediato recordé la película de “El Exorcista” y casi me
imaginé que le empezaría a girar la cabeza al “transformer” que estaba frente a
mí. Me sentí desesperado porque parecía que le estaba dando una embolia al
susodicho.
Después
de echarle un poco de aire con un auténtico abanico aldayense (en realidad un pedazo
de cartón de huevo bachoco) el hombre regresó del soponcio inesperado y con
dificultad al hablar, casi susurrando, me comentó (al menos eso entendí) que él
era originario de Veracruz y que vivió de cerca el infierno del régimen
autoritario de “La Marrana” (así le apodan muchos al ex mandatario jarocho) que
algunos miembros de su familia fueron afectados por las porquerías que realizó
el tristemente célebre personaje. Le recité a mi amigo varias de las
barbaridades que hizo el nefasto tipo en su gobierno, y cuando mencioné
asesinato y las dosis de quimioterapia falsas para niños, el asintió moviendo
la cabeza. Entonces, el brillo de su mirada perdida se convirtió en una
lastimosa lágrima, que escurrió tan lentamente, como transcurrió ese momento
crítico. Quién iba a pensar que eso se hubiera derivado de una conversación tan
ocasional. Cuando pude pensar con un poco de tranquilidad, me percaté que lo
que más daño hizo en el ánimo de ese jarocho, no fue recordar a sus familiares
perdidos sino la rabia contenida y la maldita impotencia de saber que ese canalla
podría salir en libertad, cobijado por un sistema amañado y corrupto, que
podría coronar uno de los peores ejemplos de la impunidad mexicana.
Esperemos
que eso sólo sea una pesadilla y que tengamos un feliz despertar, porque si de
algo estoy seguro es que los mexicanos ya nos merecemos mejores noticias.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO EN LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.