JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS /
Periodismo Nayarita
"Ni una más, ni una menos"
Uno de
los temas candentes hoy en nuestra sociedad es sin duda alguna el feminicidio
cometido en la persona de Fátima Cecilia, la niña que fue inmisericorde y brutalmente abusada y asesinada en días pasados en una de las alcaldías
de la Ciudad de México.
El
infausto suceso acaparó los espacios de los medios de comunicación de todo
tipo. La impactante noticia corrió como reguero
de pólvora por todas las frecuencias radiofónicas y televisivas, además de
diarios impresos y digitales y, por supuesto, en las redes sociales.
No solo
fue la crueldad y la violencia con las que se perpetró el cobarde asesinato de
la pequeña inocente de tan solo siete años, lo que exacerbó a la sociedad
mexicana sino que a este factor se le sumó la trágica coincidencia de ocurrir en un momento y punto preciso en
que la inconformidad y el hartazgo social derivado de la inseguridad pública,
de la violencia recurrente y la impunidad imperante se encontraba en la más
expresiva de sus crestas. Se podría equiparar al famoso y viejo dicho: fue la gota que derramó el vaso.
Si
tuviera ahora mismo que emitir un juicio
en torno al asunto de la inseguridad y particularmente acerca de la violencia
de género, como suele llamarse a los feminicidios, diría de inmediato: ¡YA
BASTA! No es posible que esté ocurriendo esto en mi país. Pero, no se trata tan
solo de expresar de manera personal mi protesta airada y el repudio directo a
esta serie de crímenes que se han convertido en uno de los flagelos más
terribles de nuestras comunidades. En este caso, intentaré dar mi opinión
respecto a este escabroso asunto que, además de trágico, tiene muchas aristas
en su entorno.
El
asunto como tal, considerándolo un concepto nacional que, con mucha razón, ha
cobrado importante vigencia, converge con el fortalecimiento del feminismo,
entendiendo éste como la lucha por la visibilidad total y la igualdad de
derechos y oportunidades para las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad
en los que históricamente han sido violentadas y sometidas por el oscuro
espectro del machismo. Desde mi punto de vista, existen muchas corrientes por llamarles de alguna
manera a las diversas opiniones y tendencias dentro de esta lucha feminista. Me
declaro inexperto en el tema, así que daré mi opinión situándome en un punto de
observación ciudadana; es decir, basado en los elementos que tengo a la mano,
intentando alejarme de los conceptos teóricos que pudieran generar una
situación confusa.
Desde
hace tiempo, alcanzo a percibir una tendencia a la polarización social. Es evidente
que esas grandes divisiones son generadas en su mayoría por la ideología (bueno fuera) pero es mejor
decir la militancia y la simpatía hacia los partidos políticos de nuestro país.
En diversos campos de batalla (vulgo redes sociales) he sido testigo de
enconados debates (bueno fuera
también) pero es mejor decir pleitos cerrados entre los simpatizantes del
partido en el poder y los que apoyan a los partidos que han quedado en calidad
de oposición, principalmente los que se orientan hacia la derecha o extrema
derecha.
Derivado
de esas cruentas confrontaciones que de verdad me gustaría fueran un debate de
altura, ciudadano, político y muy responsable. Pero, la realidad es otra, muy
distinta y poco satisfactoria. Es muy entendible que existan esas divisiones de
carácter político, pero ojalá de verdad fueran debates razonables, en los que
predominara la argumentación y la defensa de las ideas, las causas y las
razones. Desgraciadamente encontramos a diario polémicas frontales, vulgares y
sin sentido; publicaciones llenas de agravios hacia el eventual interlocutor
digital o hacia su fuente de simpatía política. Esas disputas agresivas e
inútiles solo avivan el odio entre contrapartes y nunca tienen resultados
positivos. Lo que poca gente entiende es que ese campo de batalla digital suele
ser el caldo de cultivo ideal para el aleccionamiento en ciertos sentidos y la
incentivación del odio hacia la corriente que actualmente gobierna.
Dejemos
de lado esas confrontaciones estériles y pensemos en un escenario distinto en
el que todas las fuerzas opositoras se sumaran a la reconstrucción del tejido
social, a restaurar las heridas políticas producto de la contienda electoral
pasada. Es entendible que no es nada fácil, apoyar un liderazgo que te resulta
políticamente antagónico por naturaleza, pero que más allá de eso existe un
bien superior, el bien común, el bien de la nación. Resulta muy difícil, sobre
todo aquellos a los que les fueron arrebatados distintos privilegios, apoyar al
ejecutor de esas acciones adversas a sus intereses económicos y prefieren
operar veladamente para ocasionar el desprestigio y el fracaso del gobierno en
turno.
Los
problemas son reales y letales. La violencia generalizada y los feminicidios, en
particular, son una realidad cruel y palpable que requiere una solución
inmediata, impostergable. Creo que el gobierno debe asumir decisiones de alto
espectro, que generen la empática necesidad de unir todos los frentes abiertos
para combatir, en uno solo, y resolver de fondo este grave y humillante problema.
Se puede observar, entre líneas, que existe manipulación y usufructo de estas
movilizaciones sociales por parte de grupos que la mayoría de veces subyacen en
el anonimato y desde ahí mueven los hilos.
Qué
lástima que no podamos ver más frecuentemente esta eficacia policial que se
mostró en el caso de la pequeña Fátima. Es una pena que solo en casos
especiales exista la empatía mediática que empuja decididamente esos
resultados. Más lástima da que la
eficacia mostrada para encontrar su cadáver, no sea la misma en la atención
prestada a los protocolos de búsqueda. De haber existido mejor respuesta quizá se hubiera podido evitar esa desgracia.
Este grave problema es de carácter multifactorial, se deberán atacar las causas
que lo generaron, pero también, como reacción inmediata, aplicar las medidas
correctivas drásticas que se requieran, por más dolorosas que sean.
El caso
«Fátima» es solo la cresta que presagia el tsunami que viene. Es quizá uno de
los más ejemplares de esta aberración humana, de esta calamidad moral que
diagnostica el deterioro de los valores humanos y el nivel de degradación que
hemos alcanzado. El vergonzoso caso de esta pequeña quizá sea el catalizador
necesario para detonar las buenas reacciones, las buenas respuestas.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y
SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.