miércoles, 30 de junio de 2021

En Diciembre se Realizará la Elección Extraordinaria en el Municipio de La Yesca: Cermeño Ayón


Tepic, Nay.-  “De acuerdo al artículo 18 de la Ley Electoral, finiquitados todos los medios de impugnación y a partir del último con resolución en firme, se emitirá la convocatoria para realizar el proceso electoral local extraordinario en el municipio de La Yesca”, señaló José Francisco Cermeño Ayón, consejero presidente del Instituto Estatal Electoral de Nayarit, IEEN.

 

Durante la sexta sesión pública ordinaria, el funcionario explicó que se han realizado pláticas previas con el Instituto Nacional Electoral, INE; para establecer el convenio correspondiente con los anexos técnico y financiero, elaborar el calendario y confirmar todos los acuerdos para este proceso extraordinario.

 

“También de acuerdo al artículo 18 se designará una presidencia provisional que se mantendrá vigente hasta celebrarse estas elecciones que, tentativamente, consideramos serán en el mes de diciembre de este año 2021 y, tras homologar el marco jurídico quien va a convocar será el consejo local electoral”.

 

“Uno de los puntos pendientes a abordar es en relación a la participación de los partidos políticos en riesgo de la pérdida de su registro, por obtener menos del tres por ciento de los votos; es probable que participen de acuerdo a derecho, sin embargo, es una situación que se pondera”, agregó el presidente del IEEN.

 

“Hablamos de un nuevo escenario en base a criterios legales, la pauta la marcará el INE y mientras tanto en el IEEN trabajamos en los acuerdos ya establecidos para efectuar una elección extraordinaria con todos los elementos para elegir la presidencia municipal y las regidurías en el municipio de La Yesca, Nayarit”.

lunes, 28 de junio de 2021

FESTEJA LA PRÓXIMA BANDA EL DÍA DE SAN JUAN

ENRIQUE GONZÁLEZ RODRÍGUEZ / Periodismo Nayarita

 

Guadalajara, Jal.-  A pesar de las adversidades que ha traído consigo la pandemia del coronavirus, como la suspensión de eventos musicales, cierre de plazas y una larga lista de restricciones a eventos cívicos, culturales, deportivos y religiosos, los integrantes de La Próxima Banda han buscado la forma de continuar con la tarea de promover la fe y las tradiciones culturales de nuestro país, objetivo que tienen muy firme desde su fundación y que han llevado incluso más allá de nuestras fronteras.

 

Es por ello que, con motivo de la celebración del día de San Juan, y como cada 24 de junio, se reunieron en las afueras de la parroquia de San Juan Jaripeo, Guanajuato, su lugar de origen, acompañados de familiares, amigos y demás lugareños, para llevar las tradicionales mañanitas en honor de San Juan Bautista santo patrono de esa población.

 

Siguiendo todas las normas y protocolos impuestos por las autoridades municipales y sanitarias, los integrantes de la banda y otros compañeros músicos que se les unieron, entonaron un extenso repertorio de temas clásicos de esa emotiva y tradicional celebración, agradeciendo así con fe y devoción un año más de vida y de poder seguir tocando y alegrando con su música al público en general, a pesar de lo duro que ha sido soportar y vivir los momentos difíciles a que los ha llevado la crisis de salud global, la cual aún se resiente y vive en lo que va de éste 2021.

 

En un ambiente de camaradería, dedicación y mucha devoción, fue como los músicos de La Próxima Banda y sus colegas ahí reunidos, realizaron éste año las tradicionales mañanitas a San Juan Bautista en su tierra natal, con la esperanza de que muy pronto todo vuelva a la normalidad y poder así continuar con su encomienda de alegrar con su música y muy particular estilo interpretativo, el corazón y la vida de todos los amantes y fieles seguidores del estilo sinaloense, un estilo único, auténtico y tradicional, que está catalogado como patrimonio cultural en lo que a música regional mexicana se refiere.

Definición de codependencia, causas y características

SAÙL ARMANDO LLAMAS LÒPEZ

 

El prefijo “co” proviene del vocablo latino, cuya connotación base es “con”. No necesariamente la Codependencia concierne a la persona aferrada a un agresor, porque representa ese rol de “cómplice inconsciente” de la enfermedad del otro. Descubre su concepto y todo lo que implica ser dependiente en psicología.

 

¿Qué es codependencia?

 

Es una patología psicológica en que la persona está aferrada a su agresor verbal o físico, a un enfermo que goza de su afecto y a cualquier objeto de valor que no pretende soltar en su vida. Representa esa complicidad involuntaria que sufre el individuo que no está dispuesto a renunciar a esa persona o cosa tan sencillo. Por ejemplo, quienes vivan con un sujeto alcohólico y este no acepta que requiere de atención, todos los que están a su alrededor son dependientes de él/ella por fomentar el comportamiento sin hallar una salida concreta.

 

El codependiente siempre mantendrá la ilusión que ese sujeto dependiente dejará el alcohol o las drogas por cuenta propia. En su mundo turbado, pensará que todo estará bien y que cada acción del agresor/consumidor no tendrá consecuencias en el futuro. La codependencia hace que el sujeto que está alrededor de los dependientes asuma una responsabilidad no correspondida de todos los actos que comete la persona que tanto quiere, para que no pague por los errores causados, más bien, los adjudica a su cuenta por pena, consideración o empatía.

 

Anteriormente, el término codependiente significaba “habilitador”, cuya función es exactamente la misma: atender las consecuencias del adicto para que no sufra en el proceso en que está inconsciente debido a la ingesta de sustancias tóxicas o estupefacientes. Generalmente siempre posee excusas en su repertorio verbal para salvaguardar los intereses del enfermo.

 

En primera instancia, la definición de codependencia surge gracias a los grupos de Alcohólicos Anónimos. La esencia que originó el término resulta de la comprensión familiar o de allegados en intentar a ayudar al enfermo, a tal grado de justificar su conducta sin ofrecer vías alternas para salir adelante.

 

¿Quién es codependiente?

El perfil de un codependiente es fácil de identificar. En primer lugar, es un sujeto cuyos intereses personales o profesionales pasan a un segundo plano para prestar atención a su agresor o enfermo. Tiende a sacrificar dinero, sueños y tiempo para proteger al dependiente; en la mayoría de los casos, sin éxito.  Si en su núcleo familiar hay más codependientes, la persona que elija como pareja será igual o peor de lo vivido en el hogar, porque en su interior esconde problemas afectivos y es vulnerable a los vicios.La alienación es constante en la vida del codependiente, porque olvida por completo sus propios conflictos que necesitan resolución para invertir su tiempo en rescatar a un enfermo que tampoco desea ser sanado.

 

Si usted vive bajo el mismo techo que un individuo que sucumbe ante las drogas, si usted olvida que a su alrededor también hay tareas por ejercer, si usted justifica cada acción reprochable de su pareja, familiar o amigo en problemas, usted es un ser codependiente que debe ser rescatado al igual que el vicioso. A veces, tomar atribuciones conlleva a olvidar las responsabilidades individuales en quien evidentemente no lo merece hasta no comprender que requiere asistencia psicológica.

 

Parejas, padres, hijos, amigos, colegas académicos o empresariales, cada uno de ellos está propenso de padecer codependencia, sin excepciones. Para ir más lejos, en la Terapia de pareja puede darse el escenario que los pacientes se apeguen a tal grado de los especialistas que no quieren alejarse de su consultorio para seguir tratando el problema por el agrado de seguir viendo al terapeuta; aunque no tenga motivos aparentes para frecuentar el lugar.

 

Signos y síntomas.

 

Pensar excesivamente en el bienestar del otro, hasta desplazar sus propias necesidades en un segundo plano. Responsabilizarse por actos que el sujeto no cometió, con la intención de proteger al dependiente. Cumplir con su deber más de lo habitual. Es la tendencia de hacer más de lo que está en su capacidad por ayudar al otro. Son muy susceptibles cuando el dependiente margina su labor de rescate. Esto ocurre cuando sus esfuerzos no son valorados, mucho menos compensados.

 

En las relaciones conyugales, el codependiente hará todo lo que esté a su alcance para permanecer al lado de su pareja, a pesar de los maltratos. Inconscientemente no desea abandonarlo/a, conociendo todos sus defectos. Constantemente busca el reconocimiento del enfermo. Su mundo gira en torno a ese amor insano y necedad de rescatar a alguien en problemas. Posee una compulsión de controlar todo a su alrededor, incluso personas, para proteger al dependiente.

 

Falta de autoestima y de confianza en sí mismo.

 

La identificación de los sentimientos propios y del dependiente es confuso.

Temen ser abandonados por sus dependientes.

 

Enojo constante. Viven una montaña rusa de sentimientos encontrados.

No poseen confianza para tomar decisiones. La incertidumbre embarga su conciencia.

 

Tendencias protectoras. Además de buscar el reconocimiento, adoptan el rol de protectores en forma desmedida.

 

Confusiones, una vida enredada y poca capacidad de priorizar sus necesidades.

No están aptos de recibir críticas constructivas, porque las ven como ofensa en su rol de protector. No entienden de razones, más allá de su afán de cuidar al enfermo.

 

Rigidez, sentimiento compulsivo por controlar todo a su alrededor.

Cada opinión emitida es una premisa de tener la razón en todo lo relacionado con el dependiente.

 

Resentimiento ante el mundo, por no hacer más de lo debido para salvar a su protegido. Cuando atraviesa una depresión, suele aislarse de todo y de todos.

No disfruta los momentos felices y empeora con los episodios tristes.

 

Causas.

 

Nadie escapa de la codependencia, porque en todos los hogares alguno podría estar protegiendo a otro que anda en malos pasos o afronta una adicción considerable. La primera causa probable es el crecimiento o desarrollo del individuo dentro de una familia disfuncional, sin unión, con intereses divididos y desde luego, con falta de motivación o afecto para ser mejores. Si uno o dos sujetos en un mismo núcleo familiar son dependientes a las drogas y el alcohol, para separar un poco a ambos, quien esté en medio de ellos tendrá la responsabilidad de salvarlos con sus propias armas; ahí inicia la codependencia.

Un antecedente a la codependencia es la negligencia de los padres hacia los hijos, porque si bien es cierto que ordenan una serie de tareas, los hijos están bajo la responsabilidad de cumplir con las expectativas de ellos, olvidándose de sus sueños o metas.

 

Cubrir todas las necesidades de los padres está bien, pero al volverse un método exigible y con poca compensación, como lo establece la Teoría de Carl Rogers, o recompensa, se convierte en un suplicio para los hijos. Ellos al considerar que la opinión de sus padres es autoritaria (hecho positivo en cuanto al respeto) olvidan que también deben realizar actividades por su cuenta para crecer.

 

Es hora de poner en contexto más ejemplos relacionados. Un hijo que crece en el seno de una familia cuyo padre es adicto a las drogas y la madre al alcohol. En principio, este personaje pretende cubrir las necesidades de sus padres en su afán de rescatarlos en el abismo en que están sumergidos. El hijo inconscientemente es codependiente de sus padres, porque asume todas sus responsabilidades en pro de experimentar su aprobación, aunque muchas veces no ocurre, porque los progenitores en lugar de compensar, reprenden a este hijo por entrometerse en sus vicios. La orfandad es otra causa, cuando no prevalece la armonía familiar en ausencia de padre o madre, un divorcio o entre hermanos por la lucha de poder, algo que la Teoría de Alfred Adler hace bastante énfasis con el orden de nacimiento. Mientras la familia carezca de autoridad, los hermanos adopten funciones inadecuadas o entre varios existan conflictos, quien esté en la posición neutral, defensora de los bandos y buscando responsabilidades donde no existen, es un hijo codependiente. Estos inconvenientes si están en un primer plano, pero el círculo vicioso de dependencia no permiten dilucidar que tales problemas requieren de soluciones inmediatas. Es común que las familias problemáticas no acepten que lo son, por eso, el miembro codependiente suele reprimir sus sentimientos a tal grado de no provocar un nuevo altercado en que los bandos divididos se enfrenten. Las víctimas lamentables de estos hechos son los niños, que al momento de ser adultos seguirán de cerca su patrón, al hallar una pareja agresiva, adicta o con trastornos psicológicos evidentes.

 

Tratamiento de la codependencia:  

 

Psicoterapia.

 

Terapia grupal, individual o de pareja son las primeras recomendaciones ofrecidas en este artículo para superar la codependencia de manera eficaz. Los terapeutas harán entender a sus pacientes que no es correcto compensar en exceso a los adictos, asumir responsabilidades ajenas o tomar el papel de superhéroe rescatador. La intención de ser superhéroe es muy positiva, pero eso conlleva a abandonar los intereses personales para enfocarse de forma exclusiva en la problemática del enfermo o dependiente. Otro mecanismo que tendrán los especialistas es trabajar en base de la autoestima del codependiente. Afirmará que el amor propio está antes que todo (afirmación) y que el dependiente tendrá el deber de reconocer su problema para iniciar un recorrido fructífero hacia la recuperación.

 

Para referir con nombre y apellido de estas terapias específicas, la primera a considerar es la terapia sistémica breve, posteriormente cognitivo-conductual y counseling. Dicho esto, es pertinente mencionar las cualidades principales en cada una de ellas como tratamiento ideal para abandonar la codependencia:

 

Mejorar el cuidado de sí. El síntoma más notorio de codependencia es la renuncia a las metas propias para preservar el bienestar del dependiente. Establecer límites. Es oportuno dejar en claro hasta qué punto es ideal tomar atribuciones ajenas y encargarse de los cabos sueltos propios. Estas terapias conducen a la autosuficiencia, para que cada decisión, responsabilidad o deseo por cumplir, sea el mejor para todos, no solo para el dependiente.

 

Diferenciar entre apoyar y reparar. Apoyar a un adicto significa sentarse a su lado a escuchar todos sus problemas, hasta llegar a la conclusión que requiere ayuda inmediata. Nadie puede ejercer el rescate si el afectado no está consciente del problema que padece y cómo abordarlo. Salir adelante es una tarea titánica para el dependiente, pero indispensable para replantear su vida. Reaprender a ayudar. El codependiente debe aceptar una realidad bastante dura, que por más afán en ayudar a esa persona, no verá resultados inmediatos si el dependiente no da el primer paso que es reconocer su problema. En otras palabras, la mejor ayuda es “no ayudar” con entrometerse o asumir responsabilidades que el tercero debe tomar.

 

Aprender de patrones de familia. La educación más implícita que es observable en el núcleo familiar es tan favorable como las mismas terapias. Si los padres no están en capacidad de resolver sus inconvenientes por los canales regulares correspondientes, lamentablemente los hijos heredarán la codependencia de ellos. A lo largo de sus vidas, ese círculo vicioso, esa codependencia generacional no tendrá fin si en tales hogares prevalecen los malos efectos con vicios y actitudes negativas.

 

Terapia psicológica.

 

Las intenciones de la terapia en codependencia es hacer entender a los sujetos el hecho de compensar en exceso conductas o actitudes insanas de los que padecen adicción o enfermedad, el porqué de una preocupación desmedida hasta el punto de olvidar por completo sus proyectos de vida. A continuación, algunos consejos para afrontar la codependencia.

 

Primeros pasos.

 

La primera tarea que los codependientes deben asimilar es dejar a un lado la negación y aceptar que por igual al enfermo, también padece de un problema serio que requiere atención inmediata. La ventaja de ello es que las personas si están claras de su codependencia, pero no lo asumen en el sentido de salir adelante y romper con este círculo vicioso tan dañino y flagelado al mismo tiempo.

La negación es una etapa en la que el codependiente aleja el sufrimiento, dolor o inquietud que padezca su ser querido; a él/ella que defiende con vehemencia, así esté inmerso/a en múltiples dilemas. No es sano estar rodeados de sujetos codependientes, sino de otros individuos que provean relaciones seguras y hagan entender que el amor propio es tan importante como la querencia por ese ser querido que está en el abismo.

 

Afrontar problemas no resueltos de la infancia.

 

El examen introspectivo es bastante favorable y al mismo tiempo conciliador para romper de tajo con la negación. Dentro de la historia familiar existieron diversos factores que inducen a la codependencia en uno o varios de sus miembros que es pertinente visualizar a tiempo. Un rasgo característico es la atención de los problemas al establecer una desconexión emocional con sus propósitos de vida para involucrarse de lleno en la vida de otros que están en aprietos por adicciones o una enfermedad crónica.

El paciente tendrá sentimiento de culpabilidad por proteger excesivamente a su familia y al no recibir compensación a cambio, experimenta el doble de culpa, por no cumplir con las expectativas. Este paradigma tiende a cambiar cuando en terapia psicológica los pacientes abren su corazón contando cada inquietud vivida en la infancia o si sufrió de negligencia por parte de sus padres.

 

Desprenderse de involucramientos malsanos.

 

Desprenderse un poco de esa persona que con afán pretenden ayudar es otro paso importante para abandonar la codependencia. Si el escenario es más compulsivo de lo esperado, con más razón es pertinente marcar un límite con él/ella para replantear los proyectos personales. El terapeuta indica que el codependiente no necesita de una separación carnal con su dependiente, sino entender que su obsesión hacia él/ella mediante la ayuda es malsano, al igual que el apego considerable.

 

Soltar es más sano de lo que parece, aunque por esto no debe entenderse como una renuncia total al dependiente. Es un modo de marcar pauta para ocuparse en las labores individuales sin pensar a cada instante en rescatar, ayudar o apoyar. Tal y como ha sido expuesto en este post, la mejor ayuda es “no ayudar” algunas veces, hasta que la persona afectada dé sus primeros pasos hacia un cambio real.

Esta actitud debe manejarse con cautela, para que no represente indiferencia, una acción negligente o retirar el apoyo por completo a alguien que lo necesita. Lo ideal es invertir tiempo y energía para recuperar el terreno perdido en alguna actividad pendiente o retomar un oficio que por codependencia quedó relegado. Antes de reparar el daño del dependiente, la persona debe autoevaluarse y observar qué tanto daño se ha hecho.

 

Un ejemplo para poner en contexto este punto es permanecer al margen cuando el esposo o esposa está a punto de perder su trabajo por su actitud. Aunque lo pierda, lo idóneo es no involucrarse demasiado o peor aún, interceder para justificar su forma de ser ante el jefe para el que labora, como cualquier abogado en defensa de su cliente, pero sin defensa sustentable. Tampoco es saludable apoyar económicamente a alguien que ha perdido parte de su capital en un mal negocio o apostando en los casinos. De preferencia, esta persona debe sufrir las consecuencias por sus malas inversiones y recuperar el dinero por su cuenta, sin facilitar un préstamo para fomentar este tipo de comportamiento hasta que ese sujeto no aprende la lección.

 

Enfrentar la realidad es bastante duro, pero solapar que el dependiente siga con su círculo vicioso al asumir sus responsabilidades es mucho peor.

Las consecuencias son medibles y si algo está haciendo mal, es preciso que lo compruebe en carne propia, hasta que llegue el momento de confirmar que en efecto necesita ayuda urgente para superar su padecimiento.

 

Mejorar el cuidado de sí mismo (y el de los demás también).

 

Un buen indicio que una persona está superando la codependencia es afrontar las preocupaciones propias como una prioridad inmediata por atender. Los sentimientos y metas individuales cuentan muchísimo en la construcción de la autoestima, además de la valía para desempeñar oficios que antes no podía hacer en su empeño protector del dependiente.

 

No todo está en las manos del codependiente. Es válido que aconseje a su ser querido para que afronte el problema desde la raíz, pero más allá de eso no puede hacer nada hasta que no toque fondo o asimile la culpabilidad de su proceder. Por lógica, cuidar a alguien que está en total desamparo es una gran idea, con consejos o sugerencias que este individuo tome en cuenta para mejorar su presente y pensar a mediano plazo en trabajar todas sus falencias.

Manifestar una preocupación extrema por esa persona que ama no hará que su presente sea provisorio de un mejoramiento. Al contrario, al legitimar cada conducta errónea del dependiente, nunca verá sus errores y por tanto, su actitud permanecerá igual que todos los días, sin probar las consecuencias de sus actos. Caerse es necesario para entender que el problema está allí y que bajo ningún concepto el codependiente quiere verlo sufrir, pero es el único modo de escarmentar.

 

Desarrollar esta necesidad de apoyar o proteger responde a otro momento más importante: la carencia de protección en la infancia que desea compensar con el dependiente. De recibir un elogio, el protector sentirá un gran alivio, pero al mismo tiempo aumenta su responsabilidad con él/ella y olvida las propias.

Ahora bien, en caso de sufrir un rechazo o demérito del afectado, conducirá a una depresión, hasta intensificar esa persecución de lograr el reconocimiento de su ser amado en conflicto. La codependencia es de dos: un codependiente y el ser que tanto quiere. Ambos poseen conflictos que arrastran desde la infancia y no han resuelto por falta de voluntad o de tiempo. Hay que prestar atención a eventos pasados para entender el porqué de proteger con vehemencia, el porqué no soltar un poco a esa persona para que asimile su realidad.

 

Por último, es necesario recordar que los dependientes no tienen margen de libertad entre decidir por el alcohol y salir adelante, hasta que no supere la negación. En caso de los codependientes tienen medio terreno ganado, siempre y cuando acepten que ayudar más de la cuenta trae más problemas que soluciones.

Examinar el pasado para ahondar en los motivos que llevaron la codependencia es el remedio para atender con ayuda de un terapeuta estas tendencias que convirtieron a esos sujetos en esclavos de proteger a sus seres queridos, pero quedando en desamparo a la vez.

 

Codependencia, síntomas y tratamiento.

 

La codependencia emocional es una relación de apego afectivo exagerado que normalmente ocurre en las parejas, pero que también puede darse entre amigos y familiares.

 

OTRA DEFINICIÓN DE CODEPENDENCIA.

 

La codependencia es una condición psicológica en la cual la persona afectada establece en sus relaciones afectivas un apego excesivo a alguien. El codependiente siempre pone los deseos del otro en primer plano, sacrificando drásticamente sus voluntades y olvidándose de sus propios intereses. Esta dedicación extrema afecta las responsabilidades cotidianas, causa daños a las otras relaciones y, además, tiene un impacto muy negativo en la vida profesional del codependiente. Para que la codependencia exista es necesario no solo el codependiente sino también otra persona, la cual necesita y aprecia esta dedicación exclusiva. Como hay un dominador y un dominado, no raro la codependencia resulta en abuso emocional y físico.

 

“Aunque sea más común en las relaciones de pareja, la codependencia puede existir entre amigos y incluso entre miembros familiares.

 

Síntomas de la codependencia

 

Los síntomas de la codependencia son conductuales y psicológicos, entre los cuales se destacan:

 

Solo se encuentra feliz cuando está haciendo algo por la otra persona. Es incapaz de trazar planos que no envuelvan el otro. No tiene identidad y ni tampoco intereses propios.

 

Baja autoestima. La falta de amor propio hace con que estas personas se sientan inferiores y intenten compensar esta percepción a través de la subordinación respecto al otro.

 

Sensación de vacío y tristeza cuando no está con la otra persona. Nada tiene gracia. No consigue relajarse y disfrutar de otras actividades cuando está solo.

Permanece en la relación mismo cuando el otro le hace daño. Ignora sus propios valores para satisfacer la voluntad de la otra persona. Además, se observa una enorme dificultad en decir no.

 

Necesidad constante de aprobación, siendo que la única opinión que importa es la de la pareja. El apego es tan obsesivo que no soporta la idea del término de la relación. El codependiente siente pánico incluso cuando se separa del otro por un rato. En estas ocasiones, necesita constantemente saber dónde y con quién está su persona, lo que está haciendo, etc.

 

Círculo social muy reducido porque todo el tiempo que tiene disponible es dedicado a la pareja.

Idealización del otro, que es visto como alguien perfecto. Las virtudes son enaltecidas y los defectos minimizados.

 

Tratamiento para la codependencia.

 

El primer paso para tratar la codependencia es reconocer que necesitas ayuda y querer cambiar de vida. También es fundamental: Empezar poco a poco a encontrar tus propios intereses. Descubra hobbies y actividades que te gustan. Al principio puedes dedicar poco tiempo a estas actividades y ir aumentando la frecuencia cuando sentirse más a gusto. Retomar el contacto con amigos y familiares. Estas personas pueden hacerte compañía, ayudarte a descubrir tus cualidades y a equilibrar mejor las esferas de tu vida.

 

Tener en mente que el tratamiento exigirá esfuerzo y compromiso. Conquistar la individualidad y el amor propio exigirá todo un cambio de mentalidad que lleva tiempo. Hay que tener paciencia para no desistir. Estar preparado para la ruptura de la relación puesto que ni siempre la otra persona que está acostumbrada a tener todas sus voluntades atendidas va a comprender este cambio de postura.

 

Si ves que no consigue salir solo de este ciclo, no dude en buscar ayuda de un psicólogo especializado en codependencia. En muchos casos, el apoyo de un profesional de la psicología es determinante para dejar de ser codependiente.

 

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Teoría de Alfred Adler de la personalidad

¿Qué es la inteligencia intrapersonal? Y características

Egocentrismo

SAÙL ARMANDO LLAMAS LÒPEZ

 

En psicologíaegocentrismo es la característica que define a las personas que creen que sus propias opiniones e intereses son más importantes que las de los demás. Incapacidad para desenmarañar esquemas subjetivos de la realidad objetiva y una incapacidad para asumir o comprender con precisión cualquier perspectiva que no sea la propia. [1] [2] M.A. Aunque el egocentrismo y el narcisismo parecen similares, no son lo mismo. Una persona que es egocéntrica cree que es el centro de atención, como un narcisista, pero no recibe gratificación por la propia admiración. Tanto los egotistas como los narcisistas son personas cuyos egos están muy influenciados por la aprobación de otros, mientras que para los egocentristas esto puede o no ser cierto. Aunque los comportamientos egocéntricos son menos prominentes en la edad adulta, la existencia de algunas formas de egocentrismo en la edad adulta indica que superar el egocentrismo puede ser un desarrollo de por vida que nunca se completa. [2] Los adultos parecen ser menos egocéntricos que los niños porque son más rápidos de corregir desde una perspectiva inicialmente egocéntrica que los niños, no porque tengan menos probabilidades de adoptar inicialmente una perspectiva egocéntrica.[3] El egocentrismo se encuentra a lo largo de la vida: en la infancia, [5] infancia temprana, [4] [5] adolescencia, [6] y edad adulta. [4] [7] Contribuye al desarrollo cognitivo humano al ayudar a los niños a desarrollar la teoría de la mente y la formación de identidad propia.

Durante la infancia.

El concepto principal que aprenden los bebés y los niños pequeños al comenzar a mostrar el egocentrismo es el hecho de que sus pensamientos, valores y comportamientos son diferentes a los de otros, también conocida como la teoría de la mente. [8] Inicialmente, cuando los niños comienzan a tener interacciones sociales con los demás, principalmente los cuidadores, malinterpretan que son una entidad, porque están juntos por un largo período de tiempo y los cuidadores a menudo satisfacen las necesidades de los niños. Según Piaget, "un niño egocéntrico asume que otras personas ven, escuchan y sienten exactamente lo mismo que el niño. Jean Piaget (1896–1980) desarrolló una teoría sobre el desarrollo de la inteligencia humana, que describe las etapas del desarrollo cognitivo. Afirmó que la primera infancia es el momento del pensamiento proporcional, caracterizado por la incapacidad de los niños para procesar el pensamiento lógico. [9] Según Piaget, uno de los principales obstáculos a la lógica que poseen los niños incluye la concentración, "la tendencia a centrarse en un aspecto de una situación con la exclusión de otras". [10] Un tipo particular de concentración es el egocentrismo: literalmente, "yo" -centeredness ". Piaget afirmó que los niños pequeños son egocéntricos, capaces de contemplar el mundo solo desde su perspectiva personal.

Durante la adolescencia.

El egocentrismo se enfoca principalmente en el desarrollo de la primera infancia, se ha encontrado que también ocurre durante la adolescencia. [13] David Elkind fue uno de los primeros en descubrir la presencia del egocentrismo en la adolescencia y en la adolescencia tardía. el adolescente está exhibiendo el egocentrismo, luchando para distinguir si, en realidad, otros son tan aficionados a ellos como podrían pensar porque sus propios pensamientos son tan frecuentes. Los adolescentes se consideran a sí mismos como "únicos, especiales y mucho más significativos socialmente de lo que realmente son". [12)

Durante la edad adulta.

Los adultos también son susceptibles de ser egocéntricos o de tener reacciones o comportamientos que pueden clasificarse como egocéntricos ya que son mas propensos a esto. [10] Frankenberger evaluó a adolescentes (14–18 años) y adultos (20–89) en sus niveles de egocentrismo y autoconciencia. [13] Se encontró que las tendencias egocéntricas se habían extendido hasta la edad adulta temprana y estas tendencias también estaban presentes en la edad media del adulto.

Historia.

Parte de la hegemonía de sus pensamientos sobre los otros; lo que él piensa, opina, decide, cree y razona es primero y más importante que el resto, el mundo gira alrededor de su individualidad y lo que no se ajusta a él es rechazado y desvalorado por su opinión. El término deriva del latín ego, que significa "yo". Una persona egocéntrica no puede "ponerse en los zapatos de los demás (quitándose primero los de él mismo)", y cree que todos buscan o deben buscar lo que él busca (o lo que él ve, en alguna forma, excede en lo que otros ven).

 

Jean Piaget (1896-1980) sostuvo que los niños pequeños son egocéntricos. Esto, de ninguna manera significa que sean egoístas, sino que no tienen todavía la suficiente habilidad mental para entender a otras personas que puedan tener diferentes opiniones y creencias con respecto a la de ellos. Piaget hizo una prueba para investigar el egocentrismo llamada el estudio de las montañas. Puso a niños delante de una cordillera sencilla de yeso y entonces les pidió que escogieran, de cuatro fotografías, la vista que él, Piaget, veía. Los niños más pequeños eligieron la foto de lo que ellos mismos estaban viendo.

Sin embargo, este estudio ha sido criticado justificando que se trata sencillamente del conocimiento de la visión espacial de los niños y no del egocentrismo. Un siguiente estudio relacionado con muñecos de policías, mostró que niños pequeños fueron capaces de decir correctamente lo que el entrevistador estaba viendo. Es de pensar que Piaget sobreestimó los niveles de egocentrismo en los niños.

Egocentrismo es la exagerada exaltación de la propia personalidad, hasta considerarla centro de la atención y actividad generales.

Según Piaget el egocentrismo intelectual aparece como una confianza excesiva en el poder de las ideas. Es decir que el egocentrismo intelectual o cognitivo es una incapacidad para ponerse en el punto de vista del interlocutor.

El egocentrismo se define como la valoración excesiva de la propia personalidad, que lleva a una persona a creerse el centro de todas las preocupaciones y atenciones.

Es muy común en las personas egocéntricas que se convenzan a sí mismos de que su opinión es “palabra de Dios” y que todo ser racional que le rodea debe someterse a sus “sugerencias” y de no ser así quien no se someta es acusado, llevado a juicio e inmediatamente condenado con el estigma de “insensato” por no someterse a la opinión del “juez”.

Y es que las personas egocéntricas quieren dominar el pensamiento de cada ser humano, haciéndose a la idea de que los demás son títeres movidos por sus manos.

Debemos aprender a vivir aceptando que erramos, que habrán personas que nos superan en materia gris, que cada quien sigue su naturaleza, y sobre todo que para llegar a ser un buen general primero hay que ser un buen soldado.

Véase también:

·         Egoísmo

·         Etnocentrismo

·         Narcisismo

·         Solipsismo

·         Virtud epistémica

·         Arrogancia

Referencias:

[1] Anderman, Eric M .; Anderman, Lynley H. (2009). "Egocentrismo". Psicología del aprendizaje en el aula: una enciclopedia. 1: 355–357.

[2]Pronin, Emily; Olivola, Christopher Y. (2006). Enciclopedia del desarrollo humano. Thousand Oaks, CA: SAGE Reference. pp. 441–442. Consultado el 20 de octubre de 2014.

[3]Epley, Nicolás; Morewedge, Carey K; Keysar, Boaz (2004-11-01). "Toma de perspectiva en niños y adultos: egocentrismo equivalente pero corrección diferencial". Revista de psicología social experimental. 40 (6): 760–768. doi: 10.1016 / j.jesp.2004.02.002.

[4]Onishi, K. H., Baillargeon, R. (2005). "¿Los bebés de 15 meses entienden creencias falsas?". Ciencia. 308 (5719): 255-258. doi: 10.1126 / science.1107621. PMC 3357322. PMID 15821091

[5]Wimmer, H., Perner, J. (1983). "Creencias sobre creencias: representación y función restrictiva de creencias erróneas en la comprensión de los niños pequeños sobre el engaño" (PDF). Cognición. 13 (1): 103-128. doi: 10.1016 / 0010-0277 (83) 90004-5. PMID 6681741

[6]Adams, G. R., Jones, R. M. (1982). "Egocentrismo adolescente: Exploración de posibles contribuciones de las relaciones entre padres e hijos". Revista de Juventud y Adolescencia.

[7]Keysar, B., Barr, D. J., Balin, J. A., Brauner, J. S. (2000). "Tomando perspectiva en la conversación: el papel del conocimiento mutuo en la comprensión". Ciencia psicológica. 11 (1): 32–38. Doi: 10.1111 / 1467-9280.00211. PMID 11228840

[8]Premack, D., Woodruff, G. (1978). "¿Tiene el chimpancé una teoría de la mente?". Ciencias del comportamiento y del cerebro

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Wikipedia.

Mitomanía. El mentiroso patológico o compulsivo

SAÙL ARMANDO LLAMAS LÒPEZ

 

Concepto de mitomanía.

 

El término mitomanía tiene diversas acepciones. Unas son de uso común y otras más propias de la psicología y la psiquiatría.

 

El diccionario de la lengua de la Real Academia Española (RAE) define la mitomanía como la: “tendencia morbosa a desfigurar, engrandeciéndola, la realidad de lo que se dice”.

 

En una segunda acepción, más basada en el origen etimológico de la palabra (“mythos” + “manía”) considera que es la: “tendencia a mitificar o a admirar exageradamente a personas o cosas”. (RAE).

 

Aparte de estos significados que nos ofrece el diccionario, para la psiquiatría la mitomanía es un trastorno psicológico que se tiende a encuadrar dentro de las patologías de la personalidad antisocial, aunque hoy en día no está bien delimitada como una patología propia y no tiene unos rasgos claramente definidos. Por este motivo, se tiende a considerar a la mitomanía como un síntoma que aparece asociado con frecuencia a determinados trastornos de la personalidad (narcisista, borderline, histriónico) o a patologías específicas como el Síndrome de Münchausen.

 

Sinónimos de mitomanía.

 

A lo largo de este artículo nos vamos a referir a la mitomanía, entendida como un trastorno psíquico. Podemos definir la mitomanía un trastorno psicopatológico que afecta a personas que mienten de forma constante continuada durante mucho tiempo. En ocasiones, nos referimos a la mitomanía como pseudología fantástica. Así mismo, a los mitómanos los denominamos como mentirosos compulsivos o mentirosos patológicos.

 

Esta patología es relativamente reciente, pues no aparece descrita en la literatura médica hasta finales del siglo XIX. En el año 1891, Anton Delbrück, un psiquiatra suizo utilizó el término pseudología fantástica para referirse al curioso comportamiento observado en algunos de sus pacientes que sentían la necesidad compulsiva de mentir, aunque fuera en cosas triviales. Es esta necesidad de mentir lo que diferencia a un mitómano o mentiroso compulsivo de un mentiroso ocasional. Nueve años más tarde, el investigador francés Ernest Dupré, publica “Etude Psychologíque et medíco-Iegale du mensonge et de la fabulatíon morbíde” donde acuña el concepto de mitomanía. Este autor consideraba que existían tres formas clínicas de mitomanía, a las que llamaba “vanidosa, perversa y maligna”. Considera que estos cuadros acaban degenerando en un cuadro psicótico. Aunque el concepto de Dupré, no es el mismo que el apuntado por Anton Debrück, lo cierto es que la psiquiatría desde el siglo XX  ha venido usando ambos términos como sinónimos.

 

(1) – Ernest Dupré, psiquiatra francés que definió el concepto de mitomanía.

El mentiroso ocasional.

 

La mentira es un instrumento siempre presente en las relaciones humanas desde tiempos inmemoriales. Es un hecho constatable que el hombre ha mentido desde los tiempos de la prehistoria. Por si aún quedaba alguna duda, en el año 2012 se publicaron los resultados de un curioso experimento. Investigadores de la Universidad americana de Massachusetts, dirigidos por el profesor de Psicología Robert S. Feldman sacaron a la luz que, en una conversación de entre nueve y doce minutos, seis de cada diez individuos incurren al menos una vez en la mentira. A esta forma de faltar a la verdad le damos el nombre de mentira esporádica u ocasional. La persona recurre a ella con el fin de conseguir notoriedad, lograr un beneficio o evitar un castigo. Así, por ejemplo, vemos al chico de dieciséis años que le dice a su madre que no bebió alcohol en la fiesta o el alumno que le dice a su profesor que no pudo asistir al examen por encontrarse enfermo. El jovencito con sus embustes busca librarse de un castigo, mientras que el alumno intenta que le repitan el examen para evitar el suspenso.

Frente a esta forma de mentira ocasional encontramos otra forma patológica que se conoce con el nombre de mitomanía.

 

Mitomanía. El mentiroso patológico.

 

El mentiroso compulsivo, mitómano o mentiroso patológico no miente de forma ocasional, lo hace de manera continuada durante un periodo de tiempo bastante largo. Una diferencia entre quienes mienten esporádicamente y aquellos que padecen de mitomanía se ve reflejada en la frecuencia de las mentiras, la cual es mucho mayor en este último caso. Veremos que otra marcada diferencia entre el mentiroso patológico y el ocasional es la ausencia de un propósito al mentir por parte del mitómano.

 

Mentiras constantes.

 

Para el mitómano incurrir en la mentira es como respirar. La mentira se ha convertido en un hábito. Recurriendo a un viejo refrán castellano podríamos decir que el mitómano “miente más que habla”. Este afán compulsivo por mentir llega al extremo de enlazar las mentiras una tras otra. Cuando se da cuenta que su interlocutor se ha percatado de que le ha mentido, no reconoce la falsedad, sino que sigue con la misma mentira, pero ahora, la adorna y exagera con nuevas mentiras para convertir a la primera en más creíble. Sin embargo, esto solo complica su historia y cada vez resulta menos veraz.

 

Mentir por mentir.

 

El mentiroso patológico puede, en ocasiones, faltar a la verdad para conseguir un objetivo, pero en general, miente de manera compulsiva, sin buscar obtener un beneficio a cambio. Es decir, el mitómano al mentir, lo hace por una necesidad interna, frecuentemente de tipo compulsivo, pero no busca con ello obtener un beneficio.

 

Otra gran diferencia entre un mitómano y una persona que miente cuando siente que se enfrenta a un dilema, es que, en el organismo del mentiroso ocasional se generan cambios específicos a nivel fisiológico que no pasan desapercibidos para un experto y mucho menos para un detector de mentiras.

 

(2) – “Cuando mentimos” de Robert S. Feldman, experto psicólogo en mentiras.

 

Sin embargo, para el mitómano mentir es algo tan común, que ya forma parte de su existencia. Por lo tanto, actúa de manera totalmente normal cuando miente. Esto hace imposible que las personas se den cuenta de que está faltando a la verdad, si se basan solamente en sus gestos o en sus reacciones fisiológicas. En el mentiroso patológico lo excepcional es que diga la verdad. El mitómano, no solo miente en temas de capital importancia. También lo hace en asuntos triviales y en los pequeños detalles. Es capaz de decir que cuando salió de trabajar, hacía muchísimo frío, aunque la realidad era que el calor se había vuelto sofocante. Se trata de una mentira que no le reporta ningún beneficio, ya que es simplemente una anécdota que no persigue fin alguno, pero no puede dejar de hacerlo.

Otros rasgos diagnósticos de la mitomanía ya fueron apuntados por Dupré hace más de un siglo:

 

“La historia puede ser probable, y tener cierta relación con la realidad.

Las aventuras imaginarias pueden manifestarse en múltiples circunstancias y de una forma duradera.

 

Los temas de estas “aventuras” son variados pero el héroe o la víctima es casi siempre el sujeto” . (Dupré, 1900).

 

Causas de la mitomanía.

 

La mitomanía puede manifestarse tanto en la niñez, en la pubertad, en los años de la adolescencia o en la edad adulta. Sin embargo, su origen siempre radica en la niñez. Se puede comenzar a hablar de mentiras a partir de los tres años de edad. Antes de esa edad, los niños confunden la realidad con la fantasía, por lo que decir que salieron a dar un paseo volando con su peluche favorito, no es una mentira, sino parte del mundo imaginario en el que están inmersos. Es a lo largo de la infancia cuando comienzan a distinguir entre realidad y ficción. Por lo tanto, es en este período cuando se puede considerar mentira lo que dicen, ya que lo hacen de forma consciente. Veamos las posibles motivaciones de la mitomanía en la infancia, pues si las conocemos, no solo podremos comprender el universo de la persona que padece esta patología, sino que tendremos la posibilidad de prevenirla en los futuros miembros de nuestra familia.

 

Evitar castigos.

 

El temor a ser castigado es, sin duda, una de las causas más fuertes de la mitomanía. Todo comienza con un “yo no fui”, hasta que termina convirtiéndose en una historia fantástica en la que el responsable fue su hermano o, en estadios más avanzados, puede ser un murciélago gigante el que entró por la ventana y derribó la planta del salón.

 

Esta conducta responde ante el temor de recibir castigos físicos o restricciones en sus actividades favoritas. Es muy importante atajar esta mentira y hacerle ver al niño que nos estamos dando cuenta de que no es verdad lo que dice. Pero de nada servirá todo este aleccionamiento si al final acabamos con un castigo.

Para que un niño, con tendencia a mentir, crezca mentalmente sano, el camino no son los castigos. Si recurrimos a ellos, cada día tendremos una nueva razón para castigarles. Primero lo haremos por la travesura y a continuación por las mentiras que inventa para escapar del castigo.

 

Inculcar valores positivos.

 

Como vemos, se transforma en un círculo vicioso en el que todos pierden. La solución, o al menos los primeros pasos para lograrla, radica en sentarnos a hablar con él. Debemos fomentar los valores de la honestidad, la sinceridad y la valentía. Hay que intentar que se haga responsable de sus actos y trate de buscar una solución.

 

(3) – Evitar el castigo es una de las posibles motivaciones de la mitomanía

 

Por ejemplo, si ha desobedecido la regla número uno de no jugar a la pelota dentro de la casa y eso ha derivado en la rotura de una planta, en primer lugar, debemos conseguir que reconozca lo que ha hecho y que haga lo necesario para solucionarlo. Una buena medida podría ser que el niño volviera a plantar dicha planta y la cuide día a día para asegurarse de su recuperación. La idea es que no vea esto como un castigo, sino como una forma de subsanar el daño que ha causado. De esta forma, vivirá las consecuencias en carne propia, pero no de una forma negativa, sino desde la perspectiva del aprendizaje.

Eludir responsabilidades.

Aceptar las responsabilidades no suele ser una de las principales virtudes de los niños. Si esto ocurre con cierta frecuencia en los adultos, mucho más factible es que en la infancia se busque eludir la responsabilidad por los actos realizados.

Es totalmente comprensible que un niño recurra a la mentira para esquivar la responsabilidad de hacer su cama, lavar su taza y guardar sus juguetes, pero no es aceptable. Hay una diferencia importante entre comprender que se trata de un proceso normal y permitir que suceda. Como padres tenemos la responsabilidad de insistir y educar para formar buenos hábitos en nuestros hijos.

 

Si el niño recurre al “dolor de cabeza” para evitar tener que recoger sus juguetes y con picardía nos observa mientras nosotros hacemos el trabajo por él, este dolor se hará cada vez más frecuente. No solo eso, sino que cada vez serán más las diversas partes del cuerpo que estarán doloridas. Sin embargo, si cuando se genera este “dolor de cabeza”, nosotros respondemos del siguiente modo: “está bien, espera a que se te pase y cuando estés bien, recoges y guardas todos tus juguetes”, entonces no tendrá escapatoria. Sabrá que tarde o temprano lo tendrá que hacer. Esta estrategia es muy efectiva para ir cortando de raíz las razones que impulsan a nuestros hijos a mentir.

 

Tengamos en cuenta que la mitomanía no responde a una razón específica, pero sí se gesta a partir de mentiras esporádicas iniciales, que tenían un propósito fijo y que no fueron detenidas a tiempo.

 

El cerebro del mentiroso compulsivo.

 

Las acciones humanas tienen su origen en el cerebro. Cuando realizamos algo, mucho más especialmente cuando hacemos algo de forma compulsiva, es porque a nivel cerebral se desencadena un proceso neurológico que nos genera satisfacción. Veamos qué ocurre a nivel fisiológico en el cerebro del mitómano, cuando miente.

 

Descarga de adrenalina.

 

La mentira, pequeña o grande, implica un riesgo. El simple hecho de ser descubiertos y quedar en evidencia es un riesgo en sí mismo. Por lo tanto, se produce una descarga de adrenalina. Este neurotransmisor aporta importantes beneficios en dosis moderadas. Es el responsable de mantener el sistema de alerta del ser humano ante peligros inesperados. Además de tener un efecto positivo a nivel de diversos órganos, la adrenalina activa los recuerdos a largo plazo. Por lo tanto, a nivel psicológico buscamos su descarga para lograr consolidar las vivencias experimentadas.

 

(4) – La mitomanía es la máscara que oculta una vida muy pobre

 

Inhibición de la amígdala.

 

La amígdala es un núcleo de neuronas situado en el cerebro. De acuerdo a estudios experimentales realizados sobre la reacción de la amígdala cerebral cuando mentimos, se ha constatado que las primeras veces que incurrimos en la mentira para obtener un beneficio, la amígdala se activa considerablemente. Esto nos lleva a sentirnos culpables y a desarrollar toda clase de sentimientos negativos que limitan el alcance de la mentira. Es decir, nos frenamos, culpabilizamos y podemos llegar incluso a delatarnos. Sin embargo, estas reacciones del núcleo amigdalino van decayendo progresivamente. Ante cada nueva mentira disminuye la reacción de la amígdala, hasta que, finalmente, ya no hay reacción.

 

Lo que se ha descubierto al respecto, es que un mitómano tiene una amígdala muy poco reactiva. El mitómano tiene prácticamente inhibidas las respuestas generadas en la amígdala por las mentiras. Lo que aún no se sabe es, si ya nacen de este modo o si son las propias mentiras las que van reduciendo la capacidad de la amígdala para reaccionar. Es decir, no sabemos si la falta de reacción amigdalar es la causa o la consecuencia de la mitomanía.

 

Mayor sustancia blanca cerebral.

 

En el cerebro tenemos la sustancia gris, formada por los núcleos de las neuronas, y la sustancia blanca que incluye todas las conexiones y ramificaciones de las neuronas. La corteza gris genera estímulos y procesa la información, mientras que la corteza blanca del cerebro se encarga de la transmisión de datos. Es decir, a mayor cantidad de sustancia blanca, mejor elaborada estará la información en nuestra mente.

 

Una curiosidad que ha llamado mucho la atención de los científicos de la Universidad de California, es que en los estudios de resonancia magnética nuclear (RMN) se ha visto que los mitómanos tienen un veintiséis por ciento más de sustancia blanca a nivel cerebral. Esto explica el por qué el mentiroso compulsivo elabora sus historias con un entramado de exquisitos detalles.

Al contrario de lo que ocurre con el mentiroso esporádico, que deja cabos sueltos, el mitómano demuestra haber pensado muy bien acerca de lo que va a decir. Esto hace que sea muy difícil detectar que nos está mintiendo, ya que parece haber vivido la historia en persona y demuestra recordarla muy bien. Ahora se sabe que es la mayor presencia de sustancia blanca la que permite la inclusión de tantos pormenores que enriquecen la historia.

 

Al mismo tiempo, se ha podido constatar, como publicó la prestigiosa revista “The British Journal of Psiquiatry” que los mentirosos patológicos tienen casi un 15% menos de materia gris en el lóbulo prefrontal. Teniendo en cuenta que, entre otros aspectos, la materia gris de esta zona es la responsable del sentido de la ética y de la moral, no puede extrañarnos que los mentirosos compulsivos, no sientan ningún remordimiento cuando mienten y acepten el embuste con total naturalidad.

 

(5) – El cerebro de un mentiroso patológico tiene más sustancia blanca.

La mentira como realidad alternativa.

 

Cuando mentimos nos estamos creando una realidad alternativa. Gracias a ella eludimos la responsabilidad de padecer una patología y de tener que someternos a un tratamiento para erradicarla.

 

La mentira nos permite mantenernos en nuestra zona de confort y perpetuar una realidad que sabemos debemos cambiar, pero que hacerlo implicaría hacer modificaciones que implicarían un alto coste. Conseguir que un mitómano acepte la terapia, solamente es posible cuando el afectado ha tenido serios problemas familiares o laborales ocasionados por sus constantes mentiras y es obligado por sus amigos o familiares a aceptar la terapia. Si no es obligado, rara vez veremos a un mentiroso patológico solicitar cita en una consulta de psicoterapia.

 

Consecuencias de la mentira patológica.

 

El sujeto que miente de forma compulsiva se enfrenta a la pérdida de confianza de las personas que están a su alrededor. Si esto se vuelve una costumbre, las consecuencias pueden manifestarse de cualquiera de las siguientes formas:

 

Problemas familiares

Pérdida de amistades

Pérdida del empleo

Aislamiento social

Ruptura amorosa

 

Las personas pueden llegar a dejar pasar un par de mentiras, pero cuando se dan cuenta de que están al lado de alguien que miente todo el tiempo, sienten que se ha sobrepasado un límite y entonces eligen distanciarse de la persona en quien ya no pueden confiar. De este modo, un mitómano no tardará en encontrarse solo y en verse abandonado por las personas queridas. Como se puede ver, la mitomanía no es un problema menor, sino que puede ser la causa de que un sujeto termine viviendo como un ermitaño.

 

¿Cómo se trata la mitomanía?

 

Cuando un mentiroso patológico aparece en nuestra consulta, generalmente obligado por sus familiares, como ya hemos dicho anteriormente, debemos preguntarnos qué es lo que impulsa a esa persona a mentir. ¿Por qué motivo ese individuo siente la necesidad compulsiva de inventarse una vida ficticia? La respuesta inicial es obvia: Se inventa una nueva vida porque la suya propia le parece muy pobre y decepcionante.

 

Detrás de un mitómano se esconde una persona con muy baja autoestima. Es tan poco lo que se quiere a sí misma y tan pobre la imagen que de sí tiene, que tiende a observar la vida de los demás para agregarle detalles y hacerla propia. El célebre psiquiatra K. Schneider cuando habla de los mitómanos, se refiere a ellos como “psicópatas necesitados de estimación”. La historia que nos cuenta un mitómano no es escogida al azar, sino que se trata de algo que le hubiera gustado vivir. No obstante, debido a que se cree incapaz de generar las situaciones que hagan posible esa realidad, la hace suya a través de la imaginación y la materializa por medio de sus palabras.

 

Puesto que hemos definido a la mitomanía como un síntoma, que con frecuencia aparece en el contexto de un trastorno de la personalidad, los esfuerzos terapéuticos irán encaminados a tratar el trastorno de base. Esto requiere en ocasiones un abordaje en una doble vertiente farmacológica y psicoterapéutica.

 

(6) – El mentiroso compulsivo se crea una vida ficticia

 

Psicoterapia.

 

Consolidar un vínculo terapéutico con estos pacientes es muy complicado, pues además del hecho de ir a terapia obligados, necesitan fabular sobre el poder omnipotente del psicólogo. En la medida que la terapia no produce resultados asombrosos, se cansan, se desilusionan y tienden a abandonar el tratamiento. (Schneider, K. 1980).

 

Por lo tanto, y pese a los pobres resultados, el tratamiento de la mitomanía no se enfoca en evitar la mentira, sino en fortalecer la autoestima y las habilidades sociales para que la persona se sepa capaz de construir su propia realidad. Una vez que se da cuenta que puede lograr sus metas y elaborar la realidad con la que siempre soñó, la necesidad de mentir irá desapareciendo hasta formar parte del pasado.

 

Mitomanía: síntomas, causas y tratamiento en niños y adultos.

 

La mentira patológica puede destruir por completo las relaciones sociales de quien la sufre. Mentir es una conducta tan inherente al ser humano como comer y dormir. Llegando a ser una técnica eficaz, aunque no demasiado honesta, a la hora de conseguir ciertos propósitos o incluso para intentar ser aceptado por quienes nos rodean. No obstante, cuando mentir se convierte en necesidad y la mentira envuelve todos los aspectos de la vida de la persona, es posible que esta sufra de mitomanía, un trastorno psicológico en la que la persona miente de manera permanente acerca de su vida.

 

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¿Otra opinión de la mitomanía?

 

La mitomanía, también conocida como mentira patológica o pseudología fantástica, es un trastorno psicológico que se describió por primera vez en 1891 por el psiquiatra suizo Anton Delbrück. Esta afección es padecida por aquellas personas que mienten de manera constante y repetitiva con el objetivo de conseguir la atención y la admiración de los demás. Estas personas falsifican y deforman constantemente la realidad y, aunque en la mayoría de ocasiones son conscientes de que están mintiendo, en algunas ocasiones pueden llegar a creerse sus propias invenciones y tomarlas como reales. Habitualmente estas personas se mueven por una necesidad imperiosa de fascinar a otras personas, fingiendo que su vida es sumamente emocionante. Sin embargo, en la gran mayoría de los casos, son conscientes de que su realidad es muy diferente y consideran su vida tediosa, desagradable o desgraciada.

 

La característica principal de las mentiras propias de la mitomanía es que estas narraciones siempre tienden a ser fascinantes y quiméricas. Sin embargo, nunca llegan a ser imposibles o son demasiado fantásticas, por lo que resulta realmente complicado identificar que la persona está mintiendo.

 

Por supuesto, el la persona mitomaníaca siempre tiende a ser el héroe o protagonista de sus propias mentiras, ya que la principal motivación de estos es deslumbrar a otras personas y conseguir así fama y admiración.

Además, dado que esta necesidad de mentir consiste en un rasgo de personalidad del sujeto esté mentira de forma crónica. Es decir, no responde a una situación social concreta sino que toda su vida gira en torno a la mentira.

 

¿Quién la experimenta?

 

Aunque no está del todo comprobado, diferentes investigaciones apuntan a que la mitomanía tiene una mayor incidencia en hombres que en mujeres. Entre las principales características de las personalidad de estas personas se encontraría una baja autoestima, narcisismo, pocas o nulas habilidades sociales y tendencia a desconfiar de otras personas.

 

¿Cuáles son los síntomas?

 

Debido a que la mitomanía se considera como la necesidad imperiosa de mentir, esta puede ser considerada algo similar a un tipo de adicción, por lo que comparte una serie de rasgos y síntomas comunes con otras adicciones. Estos síntomas son:

 

Aumento de la sintomatología ansiosa en el momento de llevar a cabo la conducta adictiva. En este caso mentir.

 

Ideas y pensamientos constantes de carácter intrusivo.

 

Incapacidad de resistir el impulso de mentir. Disminución de la presión psicológica cuando se miente y no se es descubierto. Además, existen una serie de síntomas propios de la mitomanía. Entre los que se encuentran:

 

1.    Magnificación de la realidad.

 

En algunas ocasiones, en lugar inventar una historia, el mitomano magnifica la realidad, sobredimensionandola y decorandola para hacerla mucho más interesante y atractiva. Además, estas personas tienden a gesticular de manera exagerada a la hora de acompañar sus historias.

 

2.    Baja autoestima.

 

La necesidad de mentir suele venir potenciada por una baja autoestima y una incapacidad de aceptarse y aceptar su vida tal y como es. De ahí la necesidad de elaborar y expresar una idea de ellos mismos que les hagas parecer atractivos e interesantes. Artículo relacionado: "¿Autoestima baja? Cuando te conviertes en tu peor enemigo".

 

3.    Sintomatología ansiosa.

 

Debido a la frustración y el desencanto que experimentan con la realidad de vida, los mitómanos tienden a experimentar numerosos episodios de ansiedad como resultado de la comparación de su vida con lo que les gustaría que esta fuera en realidad.

 

Artículo relacionado: "Los 7 tipos de ansiedad (causas y síntomas)"

 

4.    Sensación constante de estrés.

 

La sensación de miedo constante a ser descubierto, el esfuerzo derivado de mantener las mentiras y la creación permanente de escenarios y contextos para no ser descubiertos, les lleva a experimentar unos niveles de estrés perseverantes que acaban por desgastarles a nivel psicológico.

 

5.    Capacidad de creer sus propias mentiras.

 

Aunque no se da en todas las ocasiones, muchas de las personas que conviven con la mitomanía pueden llegar a asimilar o creer sus propias mentiras; aceptándose como verdades o como situaciones vividas de manera real. Finalmente, la mitomanía puede estar integrada como un síntoma más propio de otras alteraciones psicológicas como la esquizofrenia, el trastorno bipolar y el trastorno límite de la personalidad, así como en algunas otras adicciones, ya que estas últimas colocan a la persona en una situación de aislamiento y gran necesidad de conseguir dinero.

 

Sus causas.

 

Aunque todavía no se ha determinado la causa exacta que origina la mitomanía, existen una serie de teorías que intentan darle una base a este trastorno. En cuanto a las bases neuropsicológicas, algunas investigaciones apuntan a un desequilibrio neuronal en la zona del lóbulo frontal, así como una mayor cantidad de materia blanca en el cerebro. Por otra parte, según diferentes hipótesis planteadas por la psicología la causa de esta afección se encuentra en un conjunto de rasgos de personalidad que facilitan que la persona sienta la necesidad de mentir para llamar la atención o con la finalidad de buscar la popularidad o el afecto de otras personas.

 

Finalmente, también se han elaborado teorías que indican que la mitomanía es en realidad un síntoma de otra afección psicológica más importante que queda subyacente, como puede ser el trastorno límite de personalidad y el trastorno de personalidad antisocial.

 

¿Existe tratamiento?

 

Debido a su temor a ser descubierto o a que su realidad se vea descubierta, en la mayoría de los casos las personas con mitomanía no suelen acudir a consulta o manifiestan una gran repulsión a la terapia. Por lo que una gran parte de la intervención se hace a través de familiares o conocidos muy cercanos a la persona. No obstante, en los casos en los que pueda iniciarse un tratamiento directo es necesario conseguir el compromiso de la persona y asegurar su disposición a colaborar, de lo contrario la terapia de tendrá ningún tipo de efecto sobre él.

 

Existen diferentes medios o técnicas para tratar la mitomanía. Algunas opciones son:

 

Terapia cognitiva o cognitivo-conductual.

Entrenamiento en habilidades sociales y técnicas de comunicación.

Farmacoterapia con ansiolíticos.

 

Mitomanía: la mentira patológica

 

La Mitomanía o pseudología fantástica, es un trastorno psicológico que lleva a la persona a mentir y distorsionar la realidad de forma compulsiva, hasta el punto de creer sus propias mentiras. En la mayoría de los casos se encuentra en personas con baja autoestima que buscan la atención de los demás. El mentiroso patológico puede ser consciente de que está mintiendo, o por el contrario creer que está diciendo la verdad. A menudo el individuo puede estar mintiendo para que su vida parezca más emocionante cuando en realidad cree que su vida es desagradable o aburrida.

 

ARCHIVOS:

 

Mitomanía: la mentira patológica (psicoactiva.com)

 

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