En
medio de muchas noticias dignas de comentarse, esta ocasión pido permiso a mis
amables lectores para escribir de un asunto personal que hoy me puso a pensar
(bueno alguna vez tendría que hacerlo).
Se podría decir que este asunto es familiar, en tanto que tiene que ver
con una de las tres perritas que, más que mascotas, son elementos importantes
en la integración de nuestro hogar.
No es
la primera vez que me permito escribir de este hermoso espécimen canino que
lleva por nombre “Melody”. Ella, una adorable perrita de la raza Manchester
Toy, ha sido durante un poco más de quince años, la compañera leal y amorosa,
protagonista estelar de muchas aventuras de vida para todos los miembros de la
familia, aunque siempre hubo y persiste un acercamiento especial con mi esposa
y conmigo, al grado que se desenvuelve como la hija consentida, pese a los
correspondientes celos de más de uno de los otros miembros familiares,
incluidas “Angus” y “Zoe” (las dos hijas de nuestra estrella perruna).
Es
lógico que con esa edad, mi Melody sea una anciana aunque, en una contabilidad
humana, apenas ostente el título de quinceañera. En términos de la contabilidad
perruna está en la etapa dorada del adulto mayor, con los achaques propios de
esa edad. La otrora ágil cazadora (aunque siempre le han asustado los
ratoncitos) veloz corredora y elusiva jugadora de pelota (casi como yo en mis
buenos tiempos) hoy resiente la pesadez de los años, ha perdido no solo su
agilidad sino también su vista y su oído.
Es
triste para nosotros pensar que su vida esté llegando a su final, aunque
sabemos de antemano que eso sucede con las mascotas, ya que su vida animal es
relativamente más corta que la humana. Quienes tenemos la fortuna de descubrir
y disfrutar de la inmensidad del cariño y fidelidad de un perrito, sabemos que
no será fácil asimilar ese temido momento.
Lo
anterior es el preámbulo de esta nueva odisea que inició la noche del martes.
Nuestra querida hijita canina se mostró más desganada y cansada que de
costumbre. La señal más alarmante que podemos descubrir es que no quisiera
comer su ración diaria de pollo y carne. Es ahí cuando siempre se encienden las
alarmas. Por si eso no fuera suficiente, le apareció una considerable
inflamación en la parte derecha de su cuello y su cuerpo mostraba la temible
calidez de la fiebre.
Como
suele suceder casi siempre, las enfermedades se lucen en llegar por la noche,
cuando todo se dificulta más de lo normal. La contingencia de Melody, llegó casi
a la media noche, cuando ya resulta extremadamente difícil conseguir los
servicios de un veterinario. Hicimos algunos intentos que terminaron en
rotundos fracasos. Mi esposa y yo tuvimos que estar atentos a las reacciones de
la enfermita y cuidar que su endeble y febril mente no le causara algún
accidente, ya que suele chocar contra lo que se atraviese en su camino, sea una
puerta, un muro, la mesa o una silla. Lo anterior dio por resultado que
tuviéramos que pasar una larga y mala noche, con sobresaltos recurrentes y
periódicos despertares.
Por la
mañana nos percatamos que la enfermita seguía empeorando. No había que pensar
mucho, habría que correr y acudir al veterinario en cuanto este abriera las
puertas de su clínica. La urgencia ameritaba tramitar los permisos laborales
necesarios para atenderla. Dejamos el café matutino y el apetitoso desayuno
para otro momento y ahí vamos. Excelente atención del diligente veterinario, un
auténtico doctor Dolitlle, que calmó con sus hipnóticas manos y tranquilizante
tono de voz a nuestra bella paciente. Una amplia y profesional auscultación y
una convincente y detallada explicación que nos permitió valorar cabalmente la
situación.
Fue un
momento difícil cuando el médico te pregunta sutilmente qué es lo que deseamos
hacer con nuestra querida enfermita. Un algo así como “quitarla de sufrir” o
atenderla hasta sus últimas consecuencias. Por supuesto que ni siquiera dudamos
en la respuesta. “Queremos que haga todo lo posible (y hasta un poquito lo
imposible) para que Melody sane y nos siga alegrando la vida el tiempo que Dios
permita.
Dicho
lo anterior, se le hicieron los estudios pertinentes y el manejo quirúrgico
ambulatorio indispensable para drenar el
absceso que presentaba y, después de unas diez horas de observación, pudimos
regresarla a dormir a casa. A partir de ahí, inicia el cuidado especial y el
tratamiento para lograr reanimar el cansado y esbelto (ya flaquito) cuerpo de
la antes despampanante belleza canina, su graciosa majestad Meloy Primera.
Para
las personas que nunca han tenido en casa un animalito como estos, quizá la
historia no signifique nada, pero estoy seguro que para muchos otros, que aman
a los perros, gatos y otros animales, tendrá mucho sentido esta pequeña
historia de la vida real.
Siempre
he sido positivo en mi visión de la vida y estoy cierto que nuestra amada
Melody saldrá de este trance y seguirá en nuestro hogar, chocando con muebles,
sillas y otros obstáculos y, aunque no
pueda vernos ni escucharnos, podrá comunicarse a la perfección con nosotros
mediante el universal, hermoso e infalible lenguaje del amor. La angustia
vivida y los recursos materiales y emocionales empleados para resolver este
incidente de salud, solo hablan del enorme cariño que esta pequeña princesa
canina de pelambre color caramelo y ojos expresivos ha logrado sembrar y
cosechar en el corazón de quienes tenemos (aún gracias a Dios) la dicha de
tenerla en nuestro hogar.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y
SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.