Recientemente
comentaba que el nuestro es un mundo de contrastes. Vaya que no tardé mucho en
tener una prueba irrefutable. El viernes anterior festejaba feliz y
apaciblemente mi cumpleaños, acompañado por parte de mi familia directa. Al día
siguiente, el accidente vial que nos dejó como consecuencia, además de las
fuertes pérdidas materiales, importantes secuelas emocionales. El percance, que
ahora sé por qué le llaman siniestro y me refiero a que, además de significar
“suceso que produce un daño o una pérdida material considerables”, también
posee una acepción como adjetivo, que es: “Infeliz, funesto o aciago”. Estoy
casi seguro que en mi imaginario tiene mayor peso la segunda opción porque
estoy convencido que el escenario de un accidente es realmente siniestro por
todo el contexto de dolor físico y anímico, entre heridas, gastos, trámites y
desazón por todo lo ocurrido.
Sin
duda que un accidente muy fuerte, un choque por alcance en medio de una
carambola, como el que sufrimos es bastante traumático. Es muy fácil deducir
las consecuencias que tiene un evento de esa naturaleza. Es la primera vez que
he estado involucrado en un accidente así y seré sucinto en la descripción.
Una
mañana feliz, tranquila, después de un rico menudo con tortillas hechas a mano.
Enseguida pasamos a realizar compras, mi esposa y yo cargados de ilusión, muy
animosos pensando en disfrutar una tarde deliciosa en casa y de pronto, un
“frenón” repentino, un golpe más o menos fuerte y otro terrible por atrás que
nos estampó por alcance. De ahí en adelante el panorama cambió absolutamente,
de gusto e ilusión a congoja, tristeza y desesperación.
Ocho
horas consecutivas de sufrimiento en el que se mezcló el dolor, la tristeza y
el pesimismo. Vienen a tu mente una serie de reflexiones que hacen que tu
cabeza se vuelva un remolino que te pone a punto de estallar. Lo primero,
verificar la salud de la familia y enseguida de los demás. La presión de los
curiosos, los policías, el ajustador del seguro, hablándote todos a la vez y yo
con la pregunta retumbando en mi cabeza una y otra vez: ¿Por qué a mí, por qué
a mí?
Mi
esposa lastimada, mi camioneta con daños considerables, el que se
enfrenó súbitamente ante nosotros con su vieja camioneta intacta y la que me
chocó a mí con todo el frente destruido. Algo debe estar pasando en este mundo
que el que ocasionó “literalmente” el percance (que por cierto lo reconoció
ante nosotros) fue el único que no tendrá que pagar nada, ni siquiera una
infracción. Dos camionetas severamente dañadas, una señora con un brazo
fracturado, mi esposa con esguince cervical de segundo grado, decenas de miles
de pesos que se habrán de pagar y aparte de todo eso, también pagar ambos una
infracción. Algo me brinca en esos escenarios. Un algo que parece un poco
alejado de la lógica más elemental, pero ¿Que creen? Eso no es todo. El
viacrucis siguió.
El
seguro de nuestro vehículo, que por cierto me reservo de momento la razón
social, nos brindó a mi esposa y a mí la atención médica inmediata (bueno, a mí
varias horas después que pude librar los trámites del accidente) a ella si la
atendieron de forma oportuna. La clínica particular a la que fuimos derivados
se llama Santa María, es muy conocida y está por los rumbos de la Universidad
Autónoma de Nayarit, por cierto que les reconozco y felicito por la cálida
atención recibida de parte de todo el personal, muy profesional. No solo se
trata de criticar las cosas malas sino también mencionar las buenas, cuando las
hay.
Después
de todo el galimatías que tienes que resolver, aún faltaba la cuestión de las
incapacidades médicas para poder realizar lo que se considera la base principal
de la receta médica: el reposo por varios días. Ahí es donde se siente que se
pierde la pizca de esperanza que te quedaba. Supones que dentro de la vorágine
de sucesos tristes que acabas de sufrir, de pronto te encontrarás con esas
almas caritativas que, cómo auténticos ángeles de Dios, te brindarán un trato
casi maternal. Ves esas batas blancas que dicen ISSSTE y en tu inmensa
imaginación (al estilo de nuestro héroe nacional Guillermo del Toro) los miras
como los ángeles de la bondad y vas en busca del anhelado “regazo maternal”,
oportuno alivio a tus dolores y penas, y es entonces cuando la desilusión hace
presa total de tu corazón y sobreviene la explosiva combinación de impotencia,
coraje, tristeza, dolor y empiezas a “mencionar progenitoras” por todos lados.
Recojo como testigo la experiencia de uno de los protagonistas que llegó a la
recepción de la Subdirección Médica, sita en el Hospital de La Loma, donde fue
atendida (si a eso se le puede llamar atención) sin ningún tacto, ni siquiera un asomo de calidez por una mujer
bajita, de complexión robusta que antes de que la paciente (que luego se
convirtió en impaciente) le mostrara los dictámenes médicos de la clínica
particular, así como los estudios de rayos X, le marcó el alto, exigiendo
presentara facturas, pase médico del seguro al particular y una serie de
papeles de lo más raro. Después de mucha insistencia el, hasta entonces, “medio
paciente” le permitieron entrar a platicar con la subdirectora médica. De
entrada le preguntó ¿Quién la mandó aquí? Ups.
No se
obtuvo ningún resultado positivo, la flamante subdirectora, insistió en que
tenía que solicitar cita médica, cosa que el “ya impaciente” le indicó que lo
había intentado varias veces, siendo la más cercana en un mes. Agregó la
“empática” subdirectora que “si no quería estar parada ahí con el dolor del
cuello con collarín, que le darían chance que un familiar le hiciera la fila a
las siete de la mañana”. (Quedé impresionado con la generosidad de la Madre
Subdirectora de Calcuta).
El
contraste, con otro protagonista de la misma aventura (pero en el escenario del
IMSS) se tiene que reconocer el trato diametralmente opuesto al que recibió el
“impaciente” en el ISSSTE. En el Seguro Social, una atención fraterna,
diligente y efectiva. Se le brindó la revisión médica, la evaluación y su
incapacidad por los días que el médico de la clínica particular sugirió como
reposo. Eso es ser profesional. Felicidades al personal del IMSS y un merecido
¡Buuuu! para las mencionadas personas del ISSSTE.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y
SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.