Por:
José Manuel Elizondo Cuevas.
Hace
aproximadamente una semana, en el marco de la celebración del Día Mundial del
Libro, asistí a una conferencia denominada, “Umberto Eco: la semiótica como
teoría de la mentira”, impartida por uno de mis amigos y paisanos más queridos
y admirados, el filósofo y catedrático de la UAN, Salvador Mancillas Rentería.
El
Chavita, como le conozco de manera familiar, por ser amigos desde hace más de 40
años, es todo un personaje. (Juro que no
quise balconear a nadie con esto de los años).
Como
les comentaba, mi amigo Chavita es realmente un tipo muy especial, en el más
positivo de los sentidos. Ha incursionado en distintos ámbitos, principalmente
en los quehaceres artísticos, culturales y académicos. Mi dilecto amigo es un
“estuche de monerías”, un reconocido
músico, cantante y compositor, además de un gran escritor y poeta, teniendo ya en
su haber varias publicaciones, llegando
de manera muy rápida a mi mente, el libro: “El país de las piedras animadas”,
una deliciosa comedia de 137 páginas, auspiciada por la propia UAN y la
Secretaría de Educación y Cultura del Gobierno del Estado de Nayarit, en el año
de 1997. Novela de grata lectura de la cual un ejemplar, debidamente dedicado,
engalana orgullosamente mi modesta biblioteca personal. En poesía, si no mal
recuerdo, publicó “Claroscuros” en 1996, también editado por la UAN, producción
que le hizo merecedor del premio Amado Nervo en ese año. Posteriormente, en
1999 para ser exacto, publicó en el género de literatura para niños el libro
que se titula: ¿Te cuento mi historia?
En
la música tiene también su trayectoria, lo más reciente su liderazgo en el grupo:
“Los primates y el eslabón perdido” un grupo de rock, originario de Tepic,
talento 100% nayarita. Buena música y buenas letras de su autoría, discos
grabados, un rock metalero salpicado de influencias diversas, blues, reggae, chachachá
y algunos otros ritmos que, lo mismo saben a reminiscencias caribeñas o de
pronto huelen a Nueva Orleans. Sin duda, mi amigo posee un talento descomunal para la creación artística,
prácticamente es sobresaliente en todo lo que incursiona, es músico,
compositor, poeta, dramaturgo, narrador, dibujante, pintor, catedrático,
periodista, filósofo y “vende buen pozole los domingos” (esto último es un
chiste local). Uf, es algo cansado tratar de acordarse y enlistar todas su
virtudes. Pero ya que hablamos de virtudes, quiero reconocer (ya entrado en
gastos) la que quizá más le tenga en cuenta: la sencillez. Salvador es un gran
amigo que no permite que sus múltiples triunfos personales le llenen de humo la
cabeza (hasta el cigarro dejó). Él conserva esa típica franqueza que ambos aprendimos
en nuestra natal Tecuala.
Sin
temor a equivocarme, sé que él comparte conmigo, además de muchas otras
aficiones, el culto a las buenas relaciones personales, el amor a la familia, la
lealtad a las causas de la verdad y la justicia y, muy especialmente, una gran
pasión por la amistad.
Quise
comentar de la conferencia sobre la semiótica o semiología (dicotomía aun
existente y no resuelta) porque me resultó casi obligatorio destacar el valor
tanto de Umberto Eco, experto mundial y referencia obligada del tema, como del
conferencista Salvador Mancillas. El primero, por tomar el riesgo, adentrarse, intentar,
y lograr, estructurar un marco teórico con razonable articulación y rigor, dentro
de la inconmensurable complejidad intelectual que implica el estudio de esta
ciencia, aún no aceptada como tal, o el uso de ésta como herramienta teórica y
metodológica para entender la cultura humana, como un conjunto de sistemas de
comunicación que funcionan a base de signos, mensajes y códigos, pero pudiendo
distinguir entre los sistemas de señales y los sistemas semióticos. El segundo,
por exponer de manera gallarda, con dominio magistral y plena conciencia del
reto que implica plantear esta temática a una audiencia predominantemente
estudiantil, que a veces acusa falta de interés por temas serios y muy
“científicos” y en otras ocasiones se comporta un tanto inquieta,
afortunadamente esta vez prodigó una esmerada atención al expositor. Además de
la conferencia, se leyeron poemas, se comentaron libros de los autores
homenajeados: Jorge Ibargüengoitia y Rubén Bonifaz Nuño. Este ejercicio
cultural se llevó a cabo en las instalaciones del Centro Estatal de Culturas
Populares e Indígenas de Nayarit
(CECUPI).
Inicialmente,
mi comentario semanal estaba encaminado a llamar su amable atención acerca del
bajo promedio anual de lectura que tenemos los mexicanos. Según la Encuesta
Nacional de Lectura 2006, este promedio era de 2.90 libros leídos por persona y
en la más reciente, realizada en 2012, el indicador obtenido fue de 2.94,
aunque parece que es un incremento, no lo es tanto ya que desafortunadamente se
registraron descensos en otros rubros como por ejemplo, en el tipo de lecturas,
ya que en el 2006 el 56 % de las personas encuestadas contestó que si a la
pregunta “Usted lee o no lee libros” mientras que en el 2012 el porcentaje de
respuestas afirmativas al mismo cuestionamiento bajó al 46% lo cual sí indica
un ostensible retroceso.
Por
supuesto que ese indicador debe ser un foco de alerta para México, ya que nos
sitúa entre los países con menor promedio en el mundo. Pero creo que esos datos
ya los conocemos, lo interesante sería preguntarnos que se está haciendo y que
más se va a realizar para ponerle remedio a eso. En mi opinión, este evento
cultural es una buena contribución (aunque insuficiente) a la solución del
problema, por esa razón, colijo que la narración del mismo tiene empatía con la
idea original de mi colaboración. Aunque le dí un viraje a la forma, el fondo
sigue presente
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO – LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA- COMENTARIOS Y SUGERENCIAS
AL CORREO: elizondojm@hotmail.com
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