Por:
José Manuel Elizondo Cuevas
Por
segunda ocasión en estos días, se registró una crecida del arroyo “El Indio” en
la cabecera municipal de Xalisco, causando justificada alarma entre los
pobladores de la zona afectada por la contingencia natural del pasado sábado 6
del presente mes. Se pudieron observar de nuevo las escenas terroríficas de
auténticas avalanchas de agua y lodo correr estrepitosamente por las que
momentos antes eran las calles de una colonia.
Aún no terminaba
el recuento de los daños cuando se presentaba otro evento de las mismas
características aunque con menores efectos destructivos que el anterior, en
parte porque se trabajó para desazolvar el cauce del arroyo y en parte porque
el sentido de alerta estaba aún encendido. Claro que esto último, más la
sensación de temor y el trauma recientes, provocaron el pánico en muchas
personas damnificadas, sin llegar a la histeria colectiva que suele presentarse
en algunas ocasiones.
La
tragedia como tal es sumamente dolorosa. No puedes mantenerte al margen de una
situación de esta naturaleza. No puedes sentirte ajeno al dolor que sufre una
persona que pierde a un ser querido o la que pierde su patrimonio familiar completo,
después de haberlo conseguido a través de toda una vida de arduo y honesto
trabajo.
Este
desastre natural ofrece varias lecturas. Así como puso en evidencia los viejos
vicios de una urbanización inexistente, la total ausencia del control de los
asentamientos humanos, la permisión indiscriminada de asentamientos irregulares
que fueron floreciendo al amparo de las administraciones de los tres órdenes de
gobierno en años anteriores, es de justicia destacar en contraparte la
respuesta inmediata del gobernador del estado, como coordinador y promotor
principal de la ayuda. Él instruyó a la SOP, Sedesol y Salud, a formar una
brigada de vanguardia, según los requerimientos técnicos y sociales que el caso
ameritaba, para brindar apoyo urgente y efectivo protegiendo la integridad
física y la salud, suministrando alimentación y cobijo a las personas en
situación vulnerable por el desastre, posteriormente se sumaron muchas más
dependencias e instituciones.
De
nuevo se pudo apreciar la buena relación que Roberto Sandoval, mantiene con el
gobierno federal ya que ante la gestión estatal la Secretaría de Gobernación
atendió la petición y al parecer se va a autorizar a la brevedad posible el
acceso a recursos financieros del FONDEN (Fondo de Desastres Naturales). Por lo
pronto se autorizaron con fecha 09/07/13, algunos insumos como despensas,
cobertores, colchonetas, impermeables, guantes de carnaza, botas, kits de
limpieza y de aseo personal, según consta en Boletín N° 180/13 del propio
FONDEN.
Por
otro lado, es muy alentador constatar de nuevo la generosa respuesta de la
sociedad civil, tanto por su disposición inmediata para colaborar en las
labores de limpieza y remoción de escombros como para la aportación, acopio y
entrega de víveres a los damnificados. No cabe duda que en los nayaritas está
siempre presente el espíritu de la solidaridad y la ayuda desinteresada a los
hermanos y hermanas que lo necesitan.
Me
parece justo también reconocer el trabajo de todos los voluntarios, personas
que aportaron su fuerza y su tiempo para ayudar a la gente. También a los
cuerpos de protección civil tanto del estado como de los municipios de Tepic y
Xalisco, pero muy especialmente a las organizaciones civiles de rescate que con
carácter voluntario, sin percibir un sueldo, con escasos recursos técnicos pero
con una enorme pasión apoyan a la gente. En este momento solo me acuerdo del
escuadrón “Emergencias de Protección y Rescate A.C.” (EPRAC) que coordina mi
buen amigo Juan Mártir Alegría, pero la felicitación es para todas las
organizaciones que realizan estas humanitarias labores.
Los
números siempre son fríos pero necesarios. En los diagnósticos preliminares de
este desastre se habla de 5,000 afectados, más de 100 vehículos destruidos,
1,000 viviendas dañadas de forma total o
parcial, y seguirá aumentando la cuantía de las pérdidas materiales, esperando
con toda fe que no sea el caso de las pérdidas humanas.
Como
reza el viejo refrán “Después de ahogado el niño a tapar el pozo”. En este caso
le quiero quitar el tono peyorativo a esta certera sentencia, porque las causas
del problema son muy evidentes. Las verdaderas razones que originaron la
tragedia ya las mencionamos, y aunque resulte reiterativo me parece necesario
dejarlo muy bien asentado, la naturaleza no es culpable, mi veredicto es
definitivo, ni el cerro, ni el arroyo, ni la tromba tuvieron la culpa de todos
estos daños. Debemos recordar siempre que los ríos y los arroyos “tienen
memoria” y así podrán pasar decenas de años pero en el momento que recuperen sus
caudales buscarán y encontrarán “naturalmente” sus cauces. Si esa corriente
hubiera encontrado el espacio libre en lo que originalmente fue su cuenca pues
únicamente hubiera bajado toda el agua y se hubiera acomodado en el capricho de
su forma, pero en este caso, fueron las casas las que estaban obstruyendo su
territorio, sus dominios.
Retomando
el refrán, podemos decir que aunque ya se “ahogó el niño” esta vez sí debemos
“tapar el pozo” es decir, buscar la forma de regularizar la situación y evitar
que se repita esta tragedia. Sugiero que las entidades normativas de los 3
niveles de gobierno, diseñen un proyecto urbano que contemple la reubicación de
las viviendas que actualmente están ubicadas en zonas de riesgo y de acuerdo
con lo que marcan las leyes de la materia, resuelvan este problema y garanticen
así la seguridad de estas familias nayaritas.
Esta
tragedia ya se veía venir, por eso vale la pena voltear a ver otras zonas que
estén en la misma situación de riesgo, que me imagino no deben ser pocas.
MIEMBRO
ACTIVO DE FRECONAY A.C.- COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com
Muy bien comentado, mi estimado amigo. Te felicito y te mando un fuerte abrazo. saludos!! R. Meza
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