domingo, 23 de octubre de 2022

Resiliencia, qué es y cómo desarrollarla

 SAÙL ARMANDO LLAMAS LÒPEZ / PERIODISMO NAYARITA

 

Guadalajara Jal.-  Seguro que alguna vez has oído hablar sobre la resiliencia. No obstante, es un término que puede generar dudas. Aunque pueda parecer extraño, no tiene su origen en la psicología. Hasta hace relativamente poco era un concepto que se utilizaba en la ingeniería para referirse a la capacidad que tenían ciertos tipos de materiales para volver a su estado original una vez que estos eran deformados.

Por ello, vamos a explicar qué es, qué beneficios tiene y cómo podemos potenciarla.

¿Qué es la resiliencia?

En psicología, es la capacidad que tienen las personas para recuperarse y mantener una conducta adaptativa después de haber vivido un suceso estresante. También podría ser entendida como la habilidad para mantener una actividad adaptativa de las funciones físicas y psicológicas en situaciones críticas.

Las personas que son resilientes tienen la tendencia a obtener mejor rendimiento de los acontecimientos vitales estresantes, incluso en ocasiones son capaces de aprender destrezas nuevas a partir de dichos sucesos negativos.

Además, está relacionada con tener una mejor salud mental y física. Es considerada equivalente a la invulnerabilidad, el crecimiento personal postraumático, la resistencia al estrés y la adversidad.

¿Qué son las estrategias de afrontamiento?

Como hemos visto, existen diversas maneras de superar los problemas y todo dependerá de las estrategias de afrontamiento que cada uno lleve dentro de sí. Las estrategias de afrontamiento son tácticas que nos hacen actuar de una determinada manera ante sucesos negativos o estresantes.

Por ejemplo, una persona que ha vivido el abandono de su pareja tiene dos opciones. Por un lado, puede sucumbir a la adversidad y quedarse en casa pensando en los motivos de la ruptura. Por otro lado, puede tomar una actitud resiliente y salir de casa para conocer a gente nueva.

Por todo ello, se podría decir que existen dos tipos de estrategias de afrontamiento, las adaptativas y las desadaptativas. La resiliencia estaría situada dentro de las adaptativas.

Otro aspecto a destacar es que la gente que presenta más vulnerabilidades, es decir, las personas que no son resilientes o que tienen estrategias de afrontamiento desadaptativas, no pueden entender la conducta de las personas resilientes. Por ello, en muchas ocasiones, las personas resilientes son vistas de manera negativa. También pueden ser juzgadas y catalogadas como personas frías y que no tienen sentimientos. Sin embargo, esto no es real.

Ser resiliente no quiere decir que no nos importe lo que ha ocurrido o que seamos personas frías o sin sentimientos. Si no que decidimos reponernos rápidamente y no dejarnos llevar por la negatividad del infortunio.

 ¿Qué nos hace ser o no ser resilientes?

La resiliencia no es una habilidad o capacidad absoluta que se adquiere de una vez y que es para siempre. Es el resultante de la interacción constante entre el individuo y su entorno y se puede entrenar con una serie de estrategias que se explicarán más adelante.

Aun así, existen diversos factores de riesgo y factores protectores que nos harán ser más o menos resilientes. Los factores protectores son aquellos que favorecen la aparición de la resiliencia como, por ejemplo:

§  Vivir en un entorno con personas resilientes.

§  Tener autocontrol emocional.

§  Tener un auto concepto positivo.

§  Gestionar los conflictos de una forma adecuada.

§  Controlar los impulsos.

§  Ser personas positivas.

Los factores de riesgo son aquellos que no favorecen la aparición de la resiliencia. En este caso serían los contrarios a los protectores como, por ejemplo: no vivir en un entorno con personas resilientes, ser negativos, tener un mal autocontrol y auto concepto o no tener un buen control de impulsos.

Como se puede ver, la noción de resiliencia abarca las características psicológicas y biológicas intrínsecas para un individuo. No obstante, estas pueden ser modificadas para tener una mayor protección contra el desarrollo del estrés.

 ¿Qué características tienen las personas resilientes?

Estas personas aceptan la realidad e intentan darle sentido a lo que les está ocurriendo por muy negativo que sea. Son personas que, entre otras cosas:

§  Saben localizar sus propios problemas.

§  Son optimistas.

§  Controlan sus impulsos.

§  Tienen autocontrol emocional.

§  Ven las situaciones adversas como oportunidades para aprender.

§  Son empáticas.

Una de las características más importantes es que aceptan la realidad tal y como se presenta. Es decir, no minimizan ni maximizan las consecuencias de lo que les ocurre. En definitiva, son personas objetivas.

 ¿Qué beneficios tienen las personas resilientes?

Existen muchos beneficios derivados de ser una persona resiliente como, por ejemplo:

§  Tener menos trastornos del estado del ánimo o depresión.

§  Saber hacerle frente a todo tipo de situaciones.

§  Gozar de mejor salud física y mental.

§  Vivir más satisfechos.

§  Tener mejores resultados en el trabajo y en la vida diaria.

§  Aceptar a las personas sin criticarlas ni juzgarlas.

§  Ayudar a las demás personas a tomar una actitud positiva ante la vida.

§  Tomar más riesgos en la vida.

 

¿Cómo desarrollar la resiliencia? Claves para ser resiliente

Ser resiliente es un proceso largo que requerirá mucho aprendizaje de nosotros mismos. Te presentamos siete claves para ser una persona resiliente:

Tener conocimiento de uno mismo

Es importante que nos conozcamos, tenemos que saber qué nos afecta de manera negativa y trabajar en ello. Debemos crear una imagen de nosotros mismos de capacidad y fortaleza que nos permita vernos con los recursos necesarios para gestionar situaciones adversas. Para ello, tendremos que analizar nuestras habilidades y nuestras debilidades.

Tener autocontrol emocional

No se trata de no llorar o de no sentir, se trata de aceptar que podemos hacerlo. Tenemos que aprender a llorar, gritar, etc. Pero a la misma vez, tenemos que regular y encaminar estas emociones para poder fortalecernos.

Poseer control de impulsos

Tenemos que aprender a detectar los primeros indicios de tensión para poder parar a tiempo los impulsos que se generan justo después del acontecimiento. Se debe tomar distancia de los pensamientos para que no actúen por nosotros.

A veces actuamos sin pensar y esto hace que tomemos decisiones erróneas tienen graves consecuencias para nosotros. Si tomamos distancia de las situaciones tendremos la oportunidad de reflexionar sobre lo que ha pasado y podremos tomar decisiones que no generen consecuencias negativas.

Mostrar actitud positiva

Tener una actitud positiva en el día a día es algo fundamental para poder ser una persona resiliente. Cuando nos pasa algo negativo lo vemos todo “muy negro” y pensamos que nunca más podremos volver a ser las personas que éramos antes de que nos ocurriese el suceso. Sin embargo, si analizamos la situación y la tratamos con fuerza y optimismo nos daremos cuenta de que todo pasa y de que no todo es tan terrible como nos parecía en un principio.

Ser realista y aceptar la realidad

Como hemos visto, las personas resilientes son objetivas. Tenemos que aprender a analizar las consecuencias de los problemas de una manera objetiva y sin maximizar o minimizar las consecuencias de lo que ha ocurrido. Tenemos que aceptar la realidad tal y como se presenta.

Aprende a crecer de los problemas

Existe un dicho popular que dice que de todo lo malo se aprende. Debemos analizar lo que nos ha pasado, por muy malo que sea, y extraer un aprendizaje de ello. Las personas resilientes contemplan las situaciones negativas como procesos de aprendizaje sobre ellos mismos.

Tener sentido del humor

Tener sentido del humor y reaccionar de manera positiva es muy importante. Una vez que el suceso estresante ha ocurrido y que no podemos hacer nada por evitarlo, el cómo nos comportemos nos afectará psicológicamente en los días posteriores. ¡Aprende a reírte de los problemas!

 Entrena tu resiliencia.

Si quieres ser una persona resiliente y no sabes cómo lograrlo, pide ayuda. La terapia psicológica no es solo para el tratamiento de dificultades o de trastornos mentales. La terapia también te puede ayudar a desarrollarte como persona de una manera positiva.

La sociedad tiene tendencia a patologizar la psicología. Es decir, se asocia la terapia con tener algún problema. Sin embargo, no siempre es así y puede guiarte en un bonito proceso de autoconocimiento.

En resumen, ser una persona resiliente tiene muchos beneficios entre los que destacan tener mejor salud mental y física. Existe una serie de factores que puede hacer que tengas más o menos predisposición a ser o no ser resiliente, pero ten presente que es una habilidad que se puede entrenar.

Los obstáculos no tienen que detenerte. Si te encuentras con un muro, no te des la vuelta o te rindas. Averigua cómo escalarlo, atravesarlo o rodearlo. M. Jordan.

La resiliencia es la capacidad que tenemos los seres humanos para sobrellevar las situaciones inusuales o inesperadas y anteponernos a los obstáculos para no ceder a la presión independientemente de las circunstancias.

 Las personas que poseen la resiliencia son las cuales a pesar de nacer o vivir en condiciones de alto riesgo, tienen la posibilidad de resurgir de la adversidad, desarrollarse psicológicamente sanos y socialmente exitosos. Son personas que construyen vidas significativas y productivas, se relaciona con el término de entereza. No podemos evitar que las situaciones difíciles nos ocurran, es parte de la vida, pero si podemos transformar como reaccionamos ante estas.

 El COVID-19 ha sido un evento totalmente atípico que ha requerido toda nuestra capacidad de adaptación y poner en acción todos nuestros recursos de resiliencia.

 ¿Cuáles son algunas de las características de las personas resilientes?

Identifican y enfrentan los problemas, se regulan emocionalmente, tienden a ser reflexivos, buscan el aprendizaje en las situaciones difíciles y finalmente suelen ser empáticos.

¿Cuáles son las ventajas?

1. Mejora la salud física y emocional.

2. Capacidad de hacer frente a las adversidades.

3. Mayor satisfacción en las tareas cotidianas.

4. Relacionas interpersonales más adecuadas, pues hay una mayor aceptación de sí mismo y de los demás.

5. Tiendes a lograr una mayor estabilidad personal y profesional.

 Todas las personas tenemos la capacidad de desarrollar la resiliencia, pues se basa en una serie de pensamientos y acciones que pueden ser aprendidas.

 Queremos predecir lo que pasará y dedicamos muchísima energía a establecer una estabilidad que nos de la tranquilidad del mar en calma, pero a veces el tiempo cambia, a veces vienen olas y otras veces aparecen tsunamis que nos destruyen no sólo lo construido sino lo que teníamos cimentado, incluso lo imaginado que nos mantenía con ilusión y nos motivaba a levantarnos cada día por la mañana. Entonces es cuando necesitamos la resiliencia.

·         Artículo recomendado: "Los 10 hábitos típicos de las personas resilientes"

Resiliencia: una virtud para afrontar las malas rachas

¿Qué hacer cuando atravesamos un mal momento? La alternativa es tan simple que resulta cruel, la alternativa es seguir viviendo, porque vivir también es sufrir, es avanzar sin ganas, es desconcierto, miedo, rabia...

Nos tenemos que dar permiso para esta etapa, al fin y al cabo es una fase lógica del duelo.

La sociedad nos llena el plan de vida de un montón de premisas que debemos cumplir para ser feliz y que además parece que si no lo hacemos nos culpabilizan por elegir ser unos insatisfechos, como si el estado emocional pudiese programarse y mantener activo en modo alegría hasta que tú decides modificarlo. Por desgracia, esto no es así.

¿Cómo afrontamos un proceso de pérdida o una etapa triste?

En cuanto a cómo encaramos estos momentos de bajo ánimo, suceden muchas cosas diferentes. Algunas personas que creen en ello y por suerte su mar está en calma, pueden permitirse mirar otras lagunas, plantearse que pueden venir marejadas o algún temporal inesperado o que ahora que el mar está tranquilo es una pena no disfrutarlo teniendo alguien más con quien estar, un trabajo mejor, una nariz más pequeña...

Otros son deportistas de élite en esta disciplina, continuamente sortean ola tras ola, sin tiempo para disfrutar la calma, simplemente se ocupan de solventar todo lo que llega sin prestar atención a nada y al menos mientras dura esa etapa tan ajetreada no sienten demasiado el malestar, que sin embargo notan después como una resaca física y emocional, proporcional a la vorágine en la que ha estado inmersa.

Otras personas se acostumbran a vivir con malestar, pero con la sensación permanente de ser responsables, esto les tranquiliza les da al menos sensación de control, pero el mar tampoco puede controlarse como si se tratase de la piscina de mi casa, así que de manera inesperada, sin merecerlo, sin predecirlo, nos destroza la vida un temporal y... ¿qué hago después?

Aprendiendo a vivir de otra manera

Esta es la más complicada de las situaciones, en las que el dolor es tan intenso que todo a tú alrededor pasa a un segundo plano, en el que cualquier comentario quejoso por algo que a ti te resulta una banalidad te ofende, y te sumerge en el silencio de la incomprensión y de la tristeza.

Se suele decir que los dolores más amargos son íntimos, duelen tanto que no queremos exponernos a la doble victimización de la incomprensión y callamos, oyendo como un ruido molesto las grandes dificultades que encuentran otros a su día a día y que tu darías demasiado por intercambiar.

En ese momento en el que llegas a la conclusión que una sola frase tuya, un titular de tus desgracias, minimizaría por completo sus problemas, te cargas de ira y lo gritarías, para decidir optar de nuevo por el silencio, no compensa, al final no compensa... Y es ahí cuando necesitamos herramientas para poder salir del atolladero. La herramienta clave es la resiliencia, una aptitud que se puede mejorar y que nos impulsa a ser capaces de salir bien parados de las situaciones más adversas

Así pues, ¿cómo reforzar nuestra capacidad de resiliencia?

Lo más eficaz para desarrollar la resiliencia es adoptar una serie de hábitos y actitudes, además de establecer ciertas pautas de autodescubrimiento, como las siguientes:

·         Identificar qué estás experimentando a nivel emocional.

·         identificar las somatizaciones que reflejan lo que sientes en tu cuerpo.

·         Cuestionarte qué harías en ese momento si no te sintieses así y tratar de llevarlo a cabo.

·         Cargar de sentido cada acción que lleves a cabo.

·         Actuar para mejorar tu vida a largo plazo y no para eliminar el malestar que sientes.

·         Observar tu patrón de respuesta automático.

·         Crear una lista alternativa de diferentes estrategias para afrontar el malestar.

·         Decidir cuáles de ellas sirven para eliminar malestar y cuáles son para construir una vida que compensa.

·         Comenzar a elegir de una manera consciente cada decisión que habitualmente se toma de manera impulsiva.

·         Permitirse equivocarse, aceptar el malestar es el mayor aprendizaje y aumenta la tolerancia convirtiéndonos en personas más libres.

Aprendiendo a relativizar

Uno de los aspectos más importantes de la resiliencia consiste en tener claro que, queramos o no, nunca seremos capaces de realizar apreciaciones totalmente objetivas acerca de la realidad. Este hecho, que lo filosofía viene explorando desde hace cientos de años a través de una de sus ramas (la epistemología), hace que se nos plantee esta cuestión: puesto que siempre deberemos interpretar lo que nos ocurre, ¿cuál es la mejor manera de hacerlo?

La clave de la resiliencia es saber que debemos evitar que nos arrastre el pesimismo, ya que este también se basa en una serie de invenciones constantes acerca de lo que nos ocurre. El hecho de que el pesimismo y la tristeza nos mantengan sumidos en el malestar no hace que esta lectura de la realidad sea más fiable.

Por consiguiente, puesto que hagamos lo que hagamos no alcanzaremos a conocer de un modo directo la realidad, elijamos construir una interpretación de nuestra vida que tenga un significado importante para nosotros. Es cuestión de elegir, en igualdad de condiciones, un relato vital que nos permita seguir avanzando.

De esta habilidad, que requiere tiempo y práctica, nacerá la resiliencia, la cual nos servirá para empoderarnos y para estar un poco más cerca de esa felicidad por la que tanto hemos luchado.

Referencias bibliográficas:

·         Forés, A. y Grané, J. (2008). La resiliencia. Crecer desde la adversidad. Plataforma Editorial Barcelona.

·         Triglia, Adrián; Regader, Bertrand; García-Allen, Jonathan. (2016). Psicológicamente hablando. Paidós.

 

1 comentario:

  1. Gracias a PERIODISMO NAYARITA, por tocar temas de Psicologìa, que pueden ayudar a la sociedad en general.

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